Fuente: La Nación ~ En una tarde casi veraniega fue una sorpresa y también una alegría descubrir que había unas cuantas personas haciendo cola para ingresar en el Museo Histórico Nacional, a pesar de que el clima invitaba a disfrutar una plácida caminata por el espléndido Parque Lezama y recorrer la feria artesanal allí instalada.
La cola y la espera valieron la pena. Todo el personal del museo fue sumamente cordial con los numerosos visitantes y se mostró muy comprometido con su labor y orgulloso de los tesoros que se resguardan en su lugar su trabajo.
Y no es para menos: las variadas salas del museo son muy interesantes y los textos explicativos de cada una de ellas resultan muy didácticos y claros (está previsto un cambio en la guía curatorial de la muestra permanente; ¡ojalá que este cambio sea para mejor!).
Pero lo más reconfortante y esperanzador de esta tarde en el museo fue constatar la presencia de muchos jóvenes interesados en el arte prehispánico de la región; en los primeros y difíciles años de la historia de nuestro país; en algunos de nuestros grandes héroes, sus hazañas y pertenencias; en la exquisita obra pictórica de Cándido López y en la imponente producción plástica de Juan Manuel Blanes, entre otros artistas.
Juventud amante de nuestra herencia cultural, ¡divino tesoro!