Fuente: RED43 ~ El creador del Dragón de Fuego de la Plaza de Trevelin. Es ingeniero forestal, pero se dedica al arte y, para él, es un sueño hecho realidad.
Vamos a visitar a Tomás Schinelli a su taller. Por un callejón de tierra en Trevelin, siguiendo el puntito rojo del Google Maps, sin saber bien la ubicación exacta. De repente, un galpón de chapa y clavé los frenos del auto. Porque claramente era ese lugar. Más allá de que el puntito rojo no me marcaba ahí, había un enorme puma de hierro. Llamativo e imponente.
Entramos con el auto y a pocos metros un zorro que no te quitaba la mirada de los ojos. Definitivamente era ahí. Toco bocina y sale un hombre de barba con mameluco y guantes. Era Tomás Schinelli.
Muy reconocido, últimamente por el Dragón de la Plaza de Trevelin y me lo habían mencionado por haber hecho la fachada de Blest cuando íbamos a tomar unas ipas.
Luego de un largo rato de charlas y preguntas, entre hierros y chapas, agarramos dos bancos y comenzamos a grabar con el cuerpo de una centolla de fondo.
¿Cómo nació todo esto?
Desde muy chiquito tenía afinidad por hacer cosas con las manos. Mucho interés en el arte y siempre me gustó la escultura. Con respecto a este material, puntualmente, cuando estaba construyendo mi casa tuve la inquietud de resolver algunos adornos haciendo forja. Ahí compré la primera soldadora, me hice de un yunque. Empecé a ver videos de como se calentaba y desformaba el hierro. Ahí estuve un par de años haciendo forja y cuchillería amateur. Las esculturas surgen cuando estaba trabajando en la municipalidad y el secretario de turismo me sugiere hacer un dragón. La idea era hacer uno muy chiquito y me proponen hacer uno más grande. Yo cero experiencia en escultura, pero le dije conseguime los materiales que yo lo hago. Empecé a investigar y mirando escultores en particular para sacar ideas del método. Ese primer dragón llevó mucho tiempo porque no tenía muy claro los materiales que me convenía. La chapa era muy gruesa y lo hierros muy gordos. Ese dragón estuvo en la plaza mucho tiempo y ahora lo mudaron al Museo del Molino. Cuando estaba haciendo esa, hice una chiquita que está en mi casa, pero está hecho con otra técnica.
A partir de ese dragón, que salió muy lindo y a la gente le gustó mucho, hubo algunas consultas si podía hacer unas ovejas para Río Mayo y empezaron a salir cositas. Desde ese momento, por cada cosa que hacía y publicaba en las redes, había un pedido atrás de otra persona y nunca paré. Ahí me di cuenta que lo disfrutaba mucho y siempre es distinto porque cada animal es diferente. Hay un trabajo previo de investigación anatómica y mucha observación para que esté en una posición interesante. Eso hace que más allá de una técnica repetitiva, sea dinámico e interesante.
¿Qué materiales usas?
Básicamente uso dos cosas, chapa y hierro en forma de varilla que uso dos o tres diámetros según el tamaño de la escultura. Es lo más común.
¿Cómo fue la preparación del actual dragón de la plaza de Trevelin?
Eso fue un boom. Fue una propuesta que cuando me la plantean quedé medio descolocado. Hacer que tire fuego es otro cantar, empieza a tener otra complejidad. En ese momento, vivía acá un amigo mío que era ingeniero electromecánico y me dice que se podía hacer. No sabíamos mucho cómo encararlo. Tuvimos noches acá en el taller con alguna picadita y haciendo experimentos con gas y sopletes hasta que dimos con una solución para generar una llama de ese tamaño. Él se ocupó después de automatizar el sistema a través de un aparatito que es como una mini computadora que se programa y ahí quedó programado para todo el año. Es un mecanismo muy simple, que no tiene grandes problemas, así que eso fue espectacular.
¿Que sentís cuando ves a tanta gente viendo algo que hiciste vos?
Yo no lo dimensioné ni siquiera cuando lo coloqué. Me di cuenta de la magnitud que tenía cuando fue la inauguración. Esperaba que haya algunas personas, pero no me habían dicho bien qué iban a hacer. Resultó que estaba medio pueblo. Era una locura de gente y tenía ansiedad porque se probó un par de veces y más vale que ande porque sino me muero. En esa primera llama, me emocioné y me di cuenta de la magnitud y, con el pasar de los días, cómo se repetía esa secuencia de que la gente vaya. Muchos días veía mucha gente del pueblo, después las caras no eran tan conocidas. Algunos paseos turísticos estaban programados para que la traffic llegara al dragón cuando tiraba fuego. Es emocionante y espectacular. La intención no era hacer algo que sea el centro de atención, sino un complemento más que sume a esas cositas. Cuando uno va a Bariloche, pasa por el Centro Cívico que es un punto de referencia y te sacás una foto. Queríamos hacer esa idea en Trevelin y pasó porque se nota en la actitud de la gente.
¿Qué otras esculturas hiciste?
La mayoría son animales porque así fue la tendencia y me fueron pidiendo. Me interesa mucho trabajar con figura humana. Hice dos torsos de mujer y ahora uno masculino. Me han pedido alas de ángel en tamaño natural que tenían 3 metros cada una. No es un animal, pero más o menos. Fue un pedido medio raro. En general, me quedo con eso. No me gusta hacer cosas abstractas. Siempre cosas naturales, me gusta lo figurativo. Mi concentración está en que eso que hago, no te quedes solo con la figura tal cual está, sino que tenga un movimiento especial. Ya sea por la expresión o por la postura en la que está. Que eso sea lo que te llame la atención. Que no sea el hecho de hacer un caballo estático y rígido que no transmite nada. Eso para mi es un fracaso cuando me sale alguna pieza que no tenga gracia propia. Mi búsqueda está en trasmitir un movimiento, actitud, personalidad o una emoción. Como el zorro en una actitud definida, el lobo marino nadando con la madre. El puma me lo pidieron estático, pero tiene una mirada o una actitud que te deja descolocado. O el perro de la plaza que tiene una mirada que transmite un pedido de ayuda.
¿Qué tenés ahí atrás, en qué estás trabajando?
Esto es una centolla que se va a ir a la costa. Por ahí no se entiende mucho porque está el esqueleto pelado y le falta material antes de aportarle la chapa. Va a ir acompañado de otros animales, un zorro y un lobo marino. Son piezas que se van a ir para allá. También tengo un huemul para Lago Puelo, unas maras, un par de dragoncitos más. Un esqueleto de dinosaurio que va a ser una sorpresa para la provincia. Hay muchísimo trabajo por suerte.
Lo que me llamó la atención de esto es la rapidez…
Es una técnica muy repetitiva, sobretodo la parte de poner la chapa. Es mirar, medir el tamaño, cortarla, martillarla y soldarla y eso repetirlo cientos de veces. No hay un proceso muy complejo y cuando ya le agarrás la mano, se vuelve todo muy mecánico. Los tiempos no son tan grandes, pero es cansador por lo repetitivo. Hay dos etapas bien claras: armar el esqueleto para que quede con la figura que yo quiero. A veces, hay que corregir algo y después la parte de la chapa es con música fuerte y trabajando medio como caballo de carrera porque no hay mucho para trabajar ahí. La expresión está en el esqueleto.
No podés estar 8 o 9 horas. Hay días que se dan las cosas y hacés jornadas largas. Sino son de 5, 6 o 7 porque te vivís quemando, te lastimás las manos con la chapa, los ojos te quedan irritados. Más la dinámica familiar, están las nenas con sus actividades. Busco un equilibrio para que rindan los días.
¿Te hicieron pedidos de otras provincias?
Sí. Hay piezas en Neuquén capital, Villa La Angostura y muchísimo en Buenos Aires. El 30% se va para Buenos Aires. A particulares que quieren algo para su casa. No me ha tocado hacer monumentos para afuera y me gustaría que pase. Piezas chicas o medianas se han ido muchas.
¿Cómo se transportan las piezas?
En este caso, las piezas muy grandes suelo moverlas en camión. Sobretodo los últimos dragones que requerían una pluma para levantarlos y ponerlos en el lugar donde iban a estar. Estas me comprometí a llevarlas yo y creo que voy a resolverlo con un trailer. Si se empioja mucho, irá en camión. Las piezas más chicas se embalan y van en transporte a Buenos Aires. Se arma un embalaje seguro y se lleva a un transporte.
¿Son pesadas?
Sorprendentemente, no. Son relativamente pesadas por el material que tienen. Si tomamos como referencia el que está en el techo de turismo, ese pesa más o menos 150 kilos y es un bicho que tiene 4 metros y medio de largo. Es re grande y no es nada pesado en proporción. Este tal vez pese más porque tiene mucho hierro y puede terminar en 200 o 250. En general, incluso el puma no llega a 100 kilos.
Usás imágenes de referencia y las pegás en las paredes…
Es algo que hago siempre con los animales que hago por primera vez. El zorro que hice y está afuera no es el primero así que no tengo tantas referencias. Empapelo la pared con imágenes y a partir de información de internet o algún trabajo científico de anatomía, saco la información en números. El animal mide 90 centímetros y me sirve para una imagen y sacar muchas proporciones como los huesos, el largo del cuerpo, el ancho de los muslos. Después, a partir de esas medidas, lo plasmo en un dibujo a la escala de lo que tengo que hacer. Eso me define una silueta. Ya hecha esa línea, lo pongo en la posición que va a ir y empiezo a trabajar con el volumen, siempre recurriendo a los datos de medidas. En una foto saco medidas principales y en otro, donde tenga el largo de la oreja ya me dice el tamaño de la nariz. Es mucha observación y mucho dibujar, ir probando. Cada vez hacen falta menos correcciones. A veces sale mejor, otras no tanto, pero el proceso de búsqueda es lograr eso de la mejor manera.
¿Cuándo fue la primera escultura?
Ese primer dragón fue hace 4 años. Muy poquito. No tengo la cuenta, pero debo tener hechas entre 30 y 40 esculturas.
¿Te piden muchas personas para sus casas?
Mucho particular. Algunos tienen la posibilidad de darse un gustito que no es un bien indispensable. Unos vecinos me pidieron unas maras. En Villa Ayelén hay un gato en un pilar de la puerta de una casa. Me han pedido varios dragones para los living de las casas. Piden mucho. De hecho a Buenos Aires fueron todas para casas particulares.
¿Qué significa todo esto para vos?
Después de haber estudiado ingeniería forestal y hacer lo que te dicen que hay que hacer, poder dedicarme a esto y vivir de esto es un sueño hecho realidad ante todo porque siempre lo quise hacer de chico y nunca me pareció muy sensato. Es cierto que conozco muchos artistas y pocos pueden vivir de lo que hacen. Tengo mucha suerte en poder generar estas piezas que hacen en tiempos cortos y los valores no son los mismos de un artista con una trayectoria. Eso me permite tener una demanda para trabajar lo suficiente y que a fin de mes tenga sentido. Es un sueño, en mi casa, en mi taller, con mis horarios y me va bien. Encima transmite algo más porque a la gente le gusta. Eso es llenador.
¿Los materiales los comprás acá?
Sí, se consiguen todos acá. Las chapas son de ferreterías y los hierros de algunas metalúrgicas. Alguna vez pedí afuera porque quise comprar un volumen más grande, pero no tuvo mucho sentido. Tampoco son grandes volúmenes de material. Muchas veces me preguntaron por qué no trabajaba con basura, que está muy de moda y eso implica tener afuera del taller un despelote de mugre que no tengo ganas de tener y por otro lado, que está muy de moda y tampoco me gusta. Cuando te ponés a juntar pedazos de cosas para formar una figura, si más o menos se parece a un caballo es un éxito. Eso conlleva a perder el punto extra que más me interesa que es la actitud y eso sería súper difícil. Generalmente, las piezas hechas con basura son estáticas. En el uso de material, es todo nuevo y está muy bien aprovechado. Tengo 3 baldes chiquitos que se llenan una vez por mes y se lo doy a uno que recicla. Casi no tengo desperdicio, menos del 1%.
Es una manera de activar la economía local…
Sí. Se mueve lo local. Yo vivo acá, la plata la gasto acá y las nenas hacen sus actividades acá. Yo llegué en el 99, mis hijas nacieron acá y ya está. Somos de acá. Eso aporta de alguna manera.
¿Cómo pasaste de la ingeniería forestal a esto?
Era una actividad que siempre me gustó mucho, pero acá es difícil y complicado. A veces los tiempos para resolver los trabajos no son los más simpáticos y eso me fue desalentado. Estuve trabajando en construcción, haciendo casas de madera y después se contrataba gente para hacer otras partes. Surgió esto habiendo hecho mi casa, con facilidad con las manos. Cayó medio solito, apareció…
¿Cómo te ves en los próximos años?
Voy a ver hasta dónde puedo tirar de la soga. La idea es seguir creciendo. La respuesta de la gente es positiva y alentadora. Disfruto mucho haciéndolo, no me cansa. Hay un cansancio físico, pero intelectualmente siempre me voy contento del taller o preocupado por cómo voy a resolver un problema y me entusiasma. Me parece un aspecto lindo. Por ahora, no pienso en otra cosa. En el día de mañana veremos.
Mencionabas antes que querías hacer un monumento… ¿qué te gustaría hacer?
Siempre me parece interesante cuando los monumentos transmiten algo más que algo simple. Por ejemplo, un monumento a Malvinas me parece interesante. En estos días hablé con gente de una localidad de Chubut que tiene ganas de hacer algo así. Después, monumento en una ciudad grande que pueda llegar a mucha gente. No me interesa que digan «eso lo hizo Tomás», lo que me gusta es cuando la gente viene abrumada con sus problemas y sus cosas, que por un momento hacen una pausa y se distraen. No importa quién lo hizo, nadie sabe qué significa, pero genera algo en la gente que permite distraer por un momento del resto de las cosas. Eso para mi es un triunfo enorme. Entonces, hacer algo donde mucha gente pueda experimentar eso, sería algo lindo.