Fuente: La Nación – En todo el país y durante todo el mes, se desempolvan sus esculturas en metal y se le rinde homenaje a la creadora que desafió mandatos para dibujar en el aire
María Juana Heras Velasco fue una escultora del metal y la abstracción geométrica. Su deseo era marcar un vacío, y que sea expresivo como una forma llena: hacer un dibujo en el aire. Así lo hizo a lo largo de toda una vida dedicada al arte y este mes se celebra el mes del centenario de su nacimiento, con muestras, restauraciones, puestas en valor y activaciones de obras, charlas y otras actividades en más de quince instituciones públicas y privadas de todo el país. Hay en agenda grandes exposiciones en Muntref y Bellas Artes, homenajes en el Museo de Arte Moderno, y más acciones en el Museo de Bellas Artes Franklin Rawson de San Juan, Museo Lozza y Museo Mar, además de la presentación de la obra Transposeña 79, del Museo Sívori, restaurada especialmente como parte de las acciones del Centenario.
La escultura de gran tamaño es algo que antaño algunas mujeres artistas emprendieron como un desafío. En la tradición de Lola Mora, o de sus contemporáneas Mariana Schapiro, María Simón y Noemí Gerstein, Heras Velasco desde muy temprano empuñó materiales y técnicas tradicionalmente asociadas a la masculinidad. Se dedicó a moldear chapas de metal. Les aplicaba color a través de las técnicas utilizadas en la industria automotriz, que ella misma había aprendido a ejecutar: corte, soldadura, masillado, lijado y pintura con soplete. A partir de esta materialidad comenzó a consolidar su vocabulario formal, y una particular forma de entender el espacio, en la que tanto el lleno como el vacío tienen un rol activo.
Había aprendido de grandes maestros varones. “Debo a Pettoruti el respeto por el oficio y la dignidad del quehacer. A Fontana, el saber que el arte es riesgo, desafío. A ambos, el ver el espacio. Lleno o vacío. A organizarlo tratando de lograr la mayor potencialidad expresiva”, decía Heras Velasco. Había tenido el privilegio de una formación con maestros en la Escuela Libre de Artes Plásticas Altamira, donde estudió dibujo y pintura con Emilio Pettoruti, y escultura con Lucio Fontana. Sus enseñanzas marcaron su trabajo.
La artista había nacido el 20 de noviembre de 1924, en Santa Fe, en una familia de inmigrantes españoles de la provincia de Granada. Después de cursar el Profesorado en Ciencias, sus padres la alentaron en su camino de artista. Fue su papá quien la acompañó a anotarse a la Escuela de Altamira, y ella no supo por qué se inscribió en escultura. Allí también tomó clases de Estética con Jorge Romero Brest, y de Visión con Héctor Cartier. En 1947 se disolvió la Escuela, y continuó asistiendo a las clases de Pettoruti en el antiguo edificio de Charcas 1763. Más tarde, instaló allí su propio taller junto al de su maestro y otros artistas, como Pablo Edelstein, Víctor Chab y Febo Martí. A partir de entonces, y hasta comienzos de los 60 participó de salones nacionales y provinciales.
En diciembre de 1952 se casó con Alberto Victoriano Velasco, con quien compartió el interés por la poesía y la prosa, incluyendo la de la llamada “generación beat”. No tuvieron hijos, pero María Juana tuvo sobrinas, Fernanda y Gabriela Heras, que se encargan hoy de legado. A partir de la iniciativa de Fernanda Heras, junto con Victoria Lopresto, ambas historiadoras del arte, se constituye el Archivo Taller Heras Velasco (ATHV). Son ellas quienes llevan adelante la curaduría general de este homenaje. “Nos pusimos en contacto con las instituciones a partir de la investigación que hicimos desde el Archivo. A cada una le ofrecimos un texto, material, documentación y asistimos en el montaje”, cuenta Fernanda Heras. Llevan más de diez años de trabajo, desde que en 2012 comenzaron la catalogación de la obra. En el que fue su espacio de trabajo, refaccionado en 2015, se guarda su obra, sus herramientas y su archivo personal, como correspondencia con artistas, críticos e instituciones, postales, agendas, documentos de su actividad docente y política, cuadernos, bocetos, carpetas de proyectos, catálogos de materiales, catálogos de exposiciones, afiches, artículos de prensa, fotografías, diapositivas, premios, entre otros.
El fondo documental se encuentra en proceso de digitalización a partir de un acuerdo firmado en 2018 con el Archivo del Instituto de Investigación en Arte y Cultura Dr. Norberto Griffa (Archivo IIAC UNTREF). Los documentos digitalizados hasta la fecha pueden consultarse en su catálogo en línea: https://archivoiiac.untref.edu.ar/index.php/fondo-maria-juana-heras-velasco. Parte de este acervo se verá en la muestra que inaugurará este mes el Centro de Arte Contemporáneo de Muntref, con curaduría conjunta entre Fernanda Heras, Lopresto e Inés Estévez (IIAC), en torno al archivo personal de la artista y su período formativo y en el proceso de consolidación de su lenguaje plástico, así como en sus investigaciones en torno a la materialidad, el espacio y la abstracción.
La obra de Heras Velazco es mucha y dispersa. Se lograron localizar más de 500 piezas en colecciones públicas y privadas, y el mapa de su legado continúa en constante actualización. Son quince las instituciones que sacan este mes a relucir sus esculturas para festejar su natalicio.
“Yo no soy una escultora de cámara. Necesito relacionar la obra con el público, con la ciudad, entremetida y confundida en el acontecer. Porque es en la relación dialéctica entre la obra, el medio y el público —el habitante de la ciudad— que mi obra tiene sentido”, afirmaba Heras Velasco en una entrevista de 1984. El Museo Nacional de Bellas Artes exhibirá, desde el 14 de noviembre, una reconstrucción histórica de la muestra Transposición de una señal (1971) en la Galería Arte Nuevo, donde presentó Transposeña 71, la primera de sus Transposeñas, como llamaría en adelante a muchas de sus esculturas, concebidas a partir de los elementos de la señalética urbana. A partir de ese momento, trascendental en su carrera, lo urbano sería el eje de muchas de sus muestras individuales.
“Su trayectoria está atravesada por la experimentación con los materiales y las formas. Esa actitud experimental, el desafío frente a la materia, son muy distintivos. Su técnica de trabajo también supone un constante desafío a los límites del propio cuerpo, ya que ella misma realizaba los procedimientos –explica a LA NACION Mariana Marchesi, curadora de la exposición y directora artística del museo–. Me interesa la mirada integral que tiene sobre su producción. Aquí incluyo la manera en la que ella misma concibe la forma de exhibir sus obras. La reinstalación de la muestra de Arte Nuevo es un claro ejemplo. También admiro la naturalidad con la que lograba un proceso creativo que fusiona elementos en apariencia opuestos, como el uso de la técnica del dibujo libre con que comenzaba a bocetar sus piezas, y la técnica industrial con la que les daba su forma final: doblaba y soldaba las chapas, y las pintaba con soplete industrial. En los años sesenta y setenta, la opción por la gran dimensión y el uso de materiales industriales, como el hierro y la pintura de carrocería, aun planteaba un desafío a los patrones asociados a la femineidad y los imaginarios de delicadeza y fragilidad que las obras realizadas por mujeres debían inspirar (aunque esa característica distintiva muchas veces también puede tener una contraparte negativa porque puede percibirse como una excepcionalidad que la aparta de las narrativas establecidas de la historia del arte)”.
Su primera Transposeña es parte del patrimonio nacional. “Es el ejemplar que da inicio a una serie basada en las señales de tránsito: flechas, círculos y barreras se apropian del lenguaje visual que ordena la vía pública y regula la vida en sociedad. Sacados de contexto y reformulados como esculturas, estos íconos generan indicaciones ambiguas, que simbolizan el caos de las grandes ciudades en el siglo XX”, detalla Marchesi. En la muestra habrá un espacio dedicado a Hierroform (1969), otra pieza de la colección, recientemente restaurada, que se encuentra emplazada en el espacio público, dentro del parque donde se ubica el museo.
Más obras de Heras Velazco para ver en este mes: Homenaje a Paparella (1979), restaurada recientemente en la sede cultural del Fondo Nacional de las Artes (FNA), Casa Victoria Ocampo; Signo Lineal (1972), en Arthaus; Transposeña 80, en el Museo de Bellas Artes de Tres Arroyos (MUBATA); Paz (2004), una de las últimas creaciones de María Juana, en el Museo de Bienes Artístico Culturales (BAC) dependiente de la FAD-UNCUYO de Mendoza; y Hacia allí (1995), en el Museo de Arte Contemporáneo Latinoamericano (MACLA) de La Plata.
Museo de Artes Plásticas Eduardo Sívori (cerrado al público actualmente por reformas) presenta por estos días en sus medios digitales (redes sociales y página web) el proceso de restauración de la obra Transposeña 79, obra que fue parte del Salón Perel “Esculturas en Acero”, de 1979, donde María Juana experimentó por primera vez en la que sería su única obra en acero inoxidable.
El festejo es federal. La XIII Bienal Internacional de Escultura del Chaco, de Resistencia, rindió homenaje a María Juana y activó su obra Cruces (1997, hierro policromado), declarada Monumento Histórico Nacional. En Rosario, el Museo Castagnino +MACRO exhibió Tótem (1984), pieza ganadora del Premio Fortabat, como parte de la muestra Máquinas nómadas. Vestigios del futuro en la colección pública de arte contemporáneo de Rosario, del programa anual Macro: Irradiaciones. También restaurada para la ocasión, el Museo Provincial de Bellas Artes Franklin Rawson de San Juan presenta al público la obra Símbolo profano 2 (1975). Museo de Arte Contemporáneo Raúl Lozza, ubicado en la ciudad bonaerense de Alberti, presentará una activación de la obra Homenaje a Lozza (2007), pieza que María Juana realizó especialmente ante la convocatoria del Museo para celebrar los 95 años del artista, por quien tenía gran afecto.
En sintonía con los 150 años de Mar del Plata, el Museo MAR exhibe Transpomar (1983), versión a escala (1:10) del proyecto de escultura para vía pública con la que María Juana obtuvo el Primer Premio Nacional de Escultura en Mar del Plata en 1983. La obra, que sería emplazada en la ciudad, nunca se concretó y el Archivo Taller Heras Velasco conserva la maqueta, junto con los planos y toda la documentación. Una constante a lo largo de su producción fueron sus múltiples Homenajes, que dedicó a distintos artistas, poetas y músicos, en su mayoría contemporáneos. Entre ellos se distinguen Homenaje a Chile (1973), y Requiem para un ciudadano (1976), que refieren a los inicios de las dictaduras militares en Chile y en Argentina respectivamente.
Heras Velazco obtuvo ese y muchos otros premios y distinciones en su larga carrera como artista y docente. Entre otros, mereció el Primer Premio, Salón Nacional de Escultura (1983), Primer Premio, Fundación Fortabat (1984), Premio a la Trayectoria Artística, Fondo Nacional de las Artes (1998), Premio Leonardo a la Trayectoria (1999), Premio Cultura Nación (2007), y cuatro Premios Konex (1982, 1992, 2012, 2012).
Como cierre de las celebraciones, el 5 de diciembre el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires presentará Latido. Recital para la obra Homenaje a Allen Ginsberg de María Juana Heras Velasco, una jornada de arte y poesía en torno a esta escultura de 1977 —parte de la colección del museo—, dedicada a una de las figuras más destacadas de la generación Beat, que abordará la obra desde las múltiples lecturas que nutrieron su producción.