Piedras: la galería de arte del Once juega muy fuerte en la escena de afuera

Fuente: Cronista ~ Este año llevaron las obras de sus artistas a Nueva York, Basilea y México, además de acompañar a Mónica Heller en la Bienal de Venecia/Un proyecto surgido en 2014 en la calle Piedras del barrio porteño y al que no le intimida la proyección internacional/¿Por qué piensan que a veces en Argentina las galerías se victimizan?/¿Por qué creen que la escena de Buenos Aires es «única y alucinante»/Además: la importancia de defender a los artistas.

Si en general no visitan galerías de arte, les dejo una muy buena recomendación para iniciarse en ese camino. Cuando hace unos años me animé a comprar una obra de arte por primera vez de forma online, lo hice a través de la galería Piedras, un proyecto novedoso ubicado en un departamento de techos altos y pisos de madera, en el corazón del barrio de Once. Desde el 2014 Santiago Gasquet y Rafael Beltrán trabajan mano a mano para darle a Piedras una identidad y estilo único, dos aspectos cruciales para que un proyecto cultural se destaque.

Representan a un grupo de artistas jóvenes y de mediana carrera, a quienes promocionan a través de muestras, proyectos y ferias. Ellos llevan a cabo una labor de gestión muy necesaria para «poner en el mapa» al arte argentino actual. Este año además de llevar la obra de sus artistas a Nueva York, México y Basilea, acompañaron a Mónica Heller, quien representó a la Argentina en la Bienal de Venecia, el evento más importante del calendario cultural. ¿Cuál es el trabajo de un galerista? ¿Vale la pena arriesgarse a la hora de invertir en un proyecto con foco internacional? De eso y mucho más hablamos con Santiago y Rafael.

Hace tiempo que quería hablar con ustedes acerca del imparable trabajo que vienen haciendo, lo que pone a Piedras a la altura de grandes proyectos internacionales. ¿Cómo empezó la historia?

SG: empezamos de forma muy espontánea en el 2014. En ese momento muchas galerías que surgieron en los años 90 habían cerrado o estaban en pausa y los artistas buscaban dónde mostrar su trabajo, una necesidad que supimos detectar. No fue algo que hicimos a propósito, sino que lo entendimos cuando nos llegó la oportunidad de tomar un espacio sobre la calle Piedras y usarlo para cualquier proyecto cultural que quisiéramos.

¿Y cómo aprovecharon esa oportunidad?

SG: Empezamos a hacer exposiciones donde llamábamos a un montón de artistas y que duraban un sólo día. La idea era una locura, pero era una consecuencia de la energía inicial. Después de la primera experiencia decidimos continuar con las muestras, ya que muchos de nuestros colegas no tenían dónde exponer. No teníamos ni idea de lo que iba a pasar y el foco no estaba puesto en abrir una galería, pero nos dejamos llevar por las ganas y el espíritu colaborativo.

Si miran hacia atrás…¿Cuáles fueron los desafíos más grandes de emprender una galería?

RB: Cuando arrancamos era tan grande el entusiasmo y el desconocimiento, que en un punto sentimos a la distancia que fue relativamente fácil. Siempre te beneficia ser la novedad porque hay más lugar para el error. Me parece que los desafíos aparecieron después, o los notamos ahora: los costos fijos y variables se incrementan muchísimo, las expectativas de los artistas es mayor, lo mismo el propio medio se vuelve más exigente. Diríamos que más difícil que arrancar es sostenerse, y si a eso le sumamos el contexto económico tan cambiante, el desafío es doble. Por otro lado, está la conformación de un staff de artistas que pueda identificar a la galería y al mismo tiempo conservar la impronta individual de cada uno de ellos. Eso nos llevó mucho tiempo y esfuerzo.

¿Cómo fueron las primeras experiencias comerciales y su «presentación en sociedad»?

SG: los inicios fueron paulatinos pero a un ritmo intenso, ya que ese primer año quedamos seleccionados para participar de arteBA. Fue entonces que nos dimos cuenta que teníamos potencial. En esa primera feria todo era nuevo e implicaba responsabilidades que nunca habíamos tenido. También fue una experiencia que nos impulsó a apostar por la internacionalización de la galería, con todo lo que implica. De hecho de la primera feria en Brasil volvimos endeudados, pero sin perder la confianza, porque a pesar de las complejidades, queríamos dialogar con lo que sucedía en el mundo.

Me gustaría saber cuales son los aspectos más gratificantes de esos viajes y las repercusiones que reciben sus propuestas, así como los desafíos que conlleva, algo que para la mayoría de las personas puede ser un misterio.

RB: viajar por placer es hermoso, pero viajar con una feria encima es otra historia. Siempre buscamos la forma de disfrutarlo, pero se hacen inversiones muy grandes, nos preparamos durante meses y se genera mucha ansiedad que hay que administrar. Lo mejor que te puede pasar es que el proyecto sea acertado para el contexto y que tenga impacto, ya que con eso se producen devoluciones muy enriquecedoras. En las ferias solemos hacer solo shows o dúos y pensamos las propuestas como si fuesen exhibiciones. Eso nos permite trabajar a largo plazo y con un sentido. De hecho cuando son «solo shows», intentamos pensar con los artistas un statement. A la larga todas las ferias funcionan y tienen su rebote porque las incluimos dentro de todo el plan estratégico que desarrollamos. Conocer a colegas y compartir experiencias también es muy importante porque aprendes que no es fácil tener una galería en ninguna parte del mundo. A veces cometemos el error de victimizarnos desde Argentina y algo bueno de viajar por trabajo es valorar nuestro contexto.

¿Cómo definirían su rol como galeristas?

RB: Sin dudas es un rol con múltiples capas, pero lo que más nos interesa y donde sentimos que podemos aportar es dándole un contexto a un artista y a su obra. Desde ahí pensamos el proyecto.

En cuanto a la identidad de la galería y la selección de artistas: ¿hay momentos en los que no se ponen de acuerdo?

SG: diría que más bien nos complementamos, ya que hay aspectos de la visión de uno que quizás el otro no tiene y por eso somos muy receptivos. A su vez, representamos a un grupo de artistas que defendemos y con los que entablamos diálogos de mucho afecto, por lo que trabajamos muy bien juntos.

Hablemos del presente de Piedras y los grandes logros conseguidos. La sensación que me da es que ustedes, al igual que otras galerías de esta nueva generación, se animan a asumir riesgos para recuperar ciertas costumbres de gestión que se habían perdido.

SG: no es casualidad que muchos de esos espacios están dirigidos por artistas y creo que es muy bueno que ese trabajo se pueda sostener. La escena de Buenos Aires es única y alucinante, donde pasan cosas que no se repiten en otras partes del mundo. Defender esa efervescencia y el deseo de hacer sin importar las limitaciones, nos motiva a seguir apostando.

Para cerrar me gustaría que me cuenten acerca de la Bienal de Venecia. Ustedes acompañaron a Mónica Heller, la artista que representó a Argentina, con una propuesta novedosa que expande las perspectivas de la escena actual que mencionaban antes. ¿Cómo fue esa experiencia?

Cuando se anunció que Mónica había sido seleccionada, acababa de inaugurar su tercera muestra en la galería, lo que fue una linda coincidencia. A partir de ese momento empezamos un arduo trabajo como equipo para que ella pudiera realizar los video en sólo tres meses. Alquilamos una oficina cerca de Retiro, donde iba a trabajar, pero eran tantas horas que directamente dormía ahí. Nosotros nos ocupamos de conseguir los fondos para terminar de financiar el proyecto. Más allá del apoyo de Cancillería, contamos con la gran ayuda de la Fundación Ama Amoedo, lo que nos permitió hacer un segundo viaje a Venecia y recibir a coleccionistas y comités de museos de todo el mundo. En paralelo participamos de ferias en México DF, Basilea y Nueva York, viajamos a París para presentar al Pabellón, fuimos a Kassel y a Madrid, por lo que fue un año de mucho movimiento. Mónica tuvo muy buena recepción y recibió propuestas para participar en varias muestras internacionales. Así que estamos muy felices por eso y por todo lo que vendrá.

Fotos: Azul Zorraquin.

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Sobre Melisa Boratyn: es Licenciada en Curaduría y Gestión de Arte. Desde el 2011 hasta el 2018 trabajó en diferentes galerías. Hace casi diez años que escribe sobre arte y cultura. Y en MALEVA, desde 2014. Tiene un proyecto que se llama «Homenajes urbanos» junto al artista Ale Giorgga, con el que presentaron propuestas en Malba, MAMBA, CCK, La Bienal Sur y Del Infinito por nombrar a algunas instituciones. Su otro proyecto es una tienda de objetos y obras de arte en San Telmo que se llama Quorum junto al también artista Santiago Carrera. Ocasionalmente edita libros entre los que se encuentran Andrés Sobrino: y Femininjas de Fatima Pecci Carou. Este año realizó la curaduría de la muestra «Lo que cuento con mi cuerpo. Artistas argentinas en acción» en Usina del arte.

Foto: Sol Di Vito – Maleva.

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