Fuente: TN ~ Marta Minujin es inteligente y mordaz. Cada una de sus obras contiene una idea demoledora: trabaja desde siempre con colchones -reales, imaginarios, inventados por ella- porque pasamos la mitad de nuestras vidas en ellos. Si bien los instaló en el Instituto Di Tella con La Menesunda, hoy presenta otros 54 colchones en su muestra Implosión, junto con una pieza de arte inmersivo: un cubo con una obra proyectada por seis proyectores que giran y una música especial, de donde la gente, según ella, “después de tres minutos sale trastornada”.
Todas sus obras tienen como base una idea formidable. Es famosa su tendencia a satirizar o “acostar” los principales íconos de cada país. La serie se llama La Caída de los Mitos Universales. El primero fue el Obelisco de pan dulce que presentó en la Bienal de San Pablo; luego hizo la Torre Eiffel de pan baguette (acostada) en París; La Torre de Pan de James Joyce en Dublín; Carlos Gardel de Fuego en Medellín; la Estatua de la Libertad con hamburguesas; y los Leones Marinos de Mar del Plata con alfajores, aunque a estos no los acostó.
Celebró la llegada de la democracia en 1983 con un Partenón de Libros, que años más tarde volvió a construir esta vez en una Torre de Babel con libros que habían sido prohibidos. En una suerte de instalación le propuso a Andy Warhol pagar la deuda externa con mazorcas de maíz y en dos ocasiones cortó la avenida 9 de Julio: la Operación perfume, en 1987, con palomas que perfumaron la zona durante 24 horas, y Rayuelarte, en 2009, como un homenaje a Julio Cortázar, cuando llenó las calles con rayuelas que permitían a la gente jugar.
En la actualidad dirige por teléfono -pandemia mediante- otra pieza de la serie de los Mitos Urbanos. Esta vez es el Big Ben acostado, pero instalado en Manchester y no en Londres, como una forma de provocación. El Big Ben, de 48 metros de altura, en este caso de largo, está cubierto de libros políticos: el público puede recorrerlo por dentro mientras el sonido reproduce el clamor de las manifestaciones populares. Y como en piezas anteriores, la gente también pueden llevarse algún ejemplar.
La pandemia la encerró pero no la paralizó. “Si no trabajo me muero”, declaró. Durante todo el 2020, desde el minuto uno del aislamiento Minujin comenzó una obra de 2 metros por 2,60 en la que día a día, mes a mes, fue pegando sobre un lienzo blanco 26.000 tiritas mínimas de paño teñido, blancas, negras y diversos tonos de gris. El video sobre su construcción no solo muestra la paciencia, la minuciosidad y la pericia del trabajo, también logra por momentos transmitir en forma perturbadora la naturaleza última del virus.
Este año inició una nueva obra del mismo estilo, pero esta vez en azules, dedicada a los médicos, enfermeros y en el general el territorio de la salud. Minujin es una artista de talento superlativo, con gran sentido del humor y un exquisito buen gusto personal. A ella solo le interesa el arte que según dice no tiene sexo y mucho menos edad.