Fuente: Télam ~ Jason Allen ganó un concurso de arte en la Feria Estatal de Colorado, en Estados Unidos, usando MidJourney, un programa de IA capaz de generar imágenes hiperrealistas. De inmediato se alzaron voces señalando que hizo trampa. Aquí, Santiago Erausquin -artista, historiador y docente- considera que la Inteligencia Artificial es “una herramienta más”. para el arte.
La Inteligencia Artificial sigue abriendo un abanico de fascinación, inquietud y polémica, que no solo se ve retratado en las producciones de ciencia ficción que exploran sus contradicciones. En julio de este año, este software volvió a acaparar los titulares del mundo cuando un empleado de Google fue despedido por haber alegado que uno de los programas de IA de la empresa había demostrado tener sentimientos.
Este mes, volvió a estar en el centro de la controversia cuando el artista Jason Allen ganó un concurso de arte en la Feria Estatal de Colorado, en Estados Unidos, usando MidJourney, un programa de IA capaz de generar imágenes hiperrealistas a través de instrucciones textuales que uno ingresa en el sistema. El caos estaba servido: el tuit que lo anunció como ganador inmediatamente enfureció a una horda de tuiteros, que reclamaron que Jason hizo trampa y exigieron que devuelva su distinción.
Este problema se hizo viral abriendo, una vez más, un debate que tiene sus orígenes en la historia de las vanguardias: ¿el uso de esta herramienta digital nos está llevando a la muerte del arte? ¿Se puede un artista adjudicar la autoría de una obra creada con este programa?
“Las absurdas discusiones actuales de que la inteligencia artificial ‘está acabando con el verdadero arte’ o ‘es el fin de la pintura’, me recuerdan a cuando en 1859 Baudelaire escribía que la fotografía era la enemiga mortal del arte”, sostuvo la cuenta de divulgación artística @Obrasdeartecomentadas, en Instagram. “Yéndonos muy para atrás, también me hacen pensar en la discusión platónica-socrática de cómo la escritura (una invención técnica) era el fin de la memoria de las personas”, expresó la creadora de contenido de este perfil.
“Creo que hay una idea errada de la tecnología: se piensa que tecnología sólo es ‘lo último’: el último iPhone, la última súper computadora, el último Smart TV. Pero si pensamos que los artefactos -es decir, aquellos dispositivos creados con un fin- son la clave de la tecnología, vamos a ver que brochas de pintor, teclas de un piano, papel y lápiz son también tecnología”, afirma el doctor en Filosofía Tomás Balmaceda.
Para Alejandra Portela, historiadora de arte y Decana de la Facultad de Artes de la Universidad del Museo Social Argentino, “la IA puede abrir otras posibilidades además de la sensibilidad”. “A veces el arte implica algo más que sensibilidad, el arte hoy es investigación, es trabajo con conceptualizaciones científicas, sociales, políticas. Si me preguntás si un robot hace arte, te digo que no, pero un dispositivo robótico puede ser usado para decir cosas, hablar del mundo, instalar preguntas, incluso generar algún tipo de belleza”.
Santiago Erausquin es artista plástico, historiador de arte y docente en el Museo Nacional de Bellas Artes. Para él “hay un motor, un impulso, un deseo, algo que vibra y se transmite a la tecnología y la tecnología está al servicio del sujeto creador”. En ese sentido, considera que la Inteligencia Artificial es “una herramienta más”.
-Santiago, ¿creés que la IA puede generar arte?
-No, no lo creo. Puede crear imágenes, puede crear objetos o una cantidad sinfin de productos, pero es el sujeto que está enfrente de ese producto quien unge a esa obra de obra artística. Pasa exactamente lo mismo con los animales: los animales no hacen obras de arte. Ahora, yo puedo deleitarme con la forma de un panal, de un hormiguero o con las Cataratas del Iguazú, pero soy yo como sujeto que le doy la categoría de obra de arte a lo que está enfrente mío. Entonces una licuadora, un celular, una calculadora, cualquier producto puede ser visto como una obra de arte. La puedo desplazar de su función y entenderla como obra. Aquí la diferencia es que la inteligencia artificial produce, valga la redundancia, un producto que tiene como finalidad ser visto como una obra de arte. Pero la obra de arte es patrimonio de los seres humanos.
-¿Cuál es la diferencia de usar IA para hacer un cuadro con el uso que se le puede dar a un programa de edición digital, como Photoshop, por ejemplo?
-La gran diferencia con la inteligencia artificial es que estas tecnologías permiten una cantidad de combinaciones que asombran. Millones de combinaciones que le das a la máquina para que opere, pero que siempre van a ser limitadas. La diferencia con el Ilustrator, el Photoshop, el Corel o arte di programa de diseño es que vos tenés una cantidad limitada de operaciones para hacer, que incluso se van haciendo a la par de la operación. Es decir, mientras vos estás con el mouse, se va haciendo la imagen. La diferencia con la inteligencia artificial es que vos le das una cantidad de indicaciones, la máquina hace una cantidad de combinaciones y te ofrece una imagen resuelta. Una en un montón de posibilidades, pero siempre van a ser limitadas.
-¿Por qué creés que la gente se enfureció con el premio que recibió el artista que hizo su obra con IA?
-La gente se enloqueció tanto porque creemos que hay una posibilidad de delegar a una máquina la posibilidad de hacer arte. Que no es tanto el problema, para mí, ese, porque vos podés encontrar arte tanto en lo que hacen los animales, como en lo que hace una máquina. El problema es quién legitima que eso es una obra de arte. Vos podés agarrar, no sé, un vaso de yogur y pensar que es una obra de arte, en definitiva. Puede ser hasta lo mismo. El problema es justamente que acá hay una máquina que está haciendo algo que antes otras no hacían. Lo que me parece que pasa con la inteligencia artificial es que se han limitado casi al extremo las operaciones por parte del ser humano y se le delega casi todo a un software.
-¿La IA puede democratizar la forma de hacer arte?
-Desde que alguien dijo “yo puedo hacer arte con un mingitorio porque soy sensible a ciertos objetos que no son del mundo del arte”, se democratizó el arte. Si querés, un poquito antes. Desde Van Gogh, desde que el arte dejó de ser una tarea para aquellos que eran virtuosos y tenían que reproducir la realidad tal cual la veían, se democratiza el arte. Porque el arte, la idea de poder hacer objetos artísticos, no depende del talento o de la capacidad, -si es ese el talento-, del virtuosismo del artista por copiar, por hacer una mímesis de la realidad. Desde que alguien dijo: “opongámonos a este gusto burgués de que el arte tiene que ser una fiel copia de la realidad”. Desde ahí se democratiza el arte, se amplía. Igual que con la música. Ahora para ser músico no necesitás ser Chopin o un experto en clavicordio como Mozart. Hoy podés hacer música con texturas electrónicas, con un teclado digital, con sintetizadores. Es exactamente lo mismo. Eso es lo que se democratiza.