Fuente: Clarín ~ Inquieta, femenina y pop, Fátima Pecci Carou (1984) combina rasgos de la it-girl. En apariencia. Dentro del panorama de artistas contemporáneos, adoptó la pintura para pensar el rol de las imágenes en la construcción del poder y transmisión de ideas, con herramientas académicas y un repertorio de recursos que incluye las noticias policiales, el animé japonés, la música y su propia biografía. Aunque pareciera inevitable leer su obra en clave feminista (es militante en Nosotras Proponemos y su serie más famosa retrata a las víctimas de feminicidios), dedicó su proyecto más reciente a Eva Perón, un personaje transitado, denso en contenido, lejos del feminismo histórico y agitador de grietas. Sin embargo, desde que la artista ganó el Premio en Obra en Barrio Joven (arteBA 2018), hay avidez en coleccionistas y no tan enterados por sus pinturas coloridas. A través de personajes femeninos de pose sexy, propone que la historia también es ficción. En una charla por zoom, después de visitar la muestra Banderas y banderines en el Museo Evita, hoy cerrado por las medidas sanitarias, revela cómo es que su pintura vibra.
-¿Por qué meterse con Eva Perón, un personaje con tanta carga y relecturas?
-Es verdad, vimos su imagen reproducida en cantidad de fotos y videos, pero a mí me interesó como aparecía en las banderas de las marchas, en la remera de muchas pibas y pibes, como símbolo. Y me imaginé cómo abordarlo desde la pintura, porque no hay tantos artistas que han tomado su figura. Están Daniel Santoro y aquella escultura de Sesóstris Vitullo en la universidad Di Tella, una Evita indígena. También para abrir un capítulo dentro de la pintura contemporánea que tome un icono político pero desde la pintura histórica. De eso se trató el proyecto de 2019 Las otras en los pliegues de historia, en colaboración con una politóloga, donde pinto en el espacio una especie de historieta desplegada en forma de biombo. Ahí representé a la líder aimará Bartolina Sisa, a Alfonsina Storni y otras líderes latinoamericanas. Incluí a esta Evita medio ninja. A partir del comentario informal de una trabajadora del museo, nació el proyecto pictórico.
-La serie nació en la calle y se expone en la sala como estandartes, ¿querías sacarla del museo?
-Ella misma dice “Llevarán mi nombre como bandera”. Hay un juego ahí entre la textualidad de los discursos de Evita y lo que después empieza a pasar con su imagen en las banderas de las manifestaciones, que se va sintetizando cada vez más. Como un esténcil, reproduce la información mínima (algo que pasa con Maradona también). Bueno, a mí me gustaba esa idea de abrir y expandir la imagen en lugar de sintetizarla, pensando en la historia como una ficción, un relato que aprendemos en la escuela, pero también en la universidad con otra parte de la historia. En esta ficcionalidad de la imagen de Evita entra perfecto la idea del manga, del cómic, de pensar la historia también como capítulos, con personajes, y cómo la pintura cuenta un hecho histórico que no sabemos si fue así…
Evita ninja. Ataviada con kimono y escudo peronista, Eva Perón retratada por Pecci Carou lucha contra los aviones bombarderos del 55.
-La referencia al Cosplay se puede leer como un cuestionamiento a la identidad, pero hay algo de machismo en el manga.
-Sí, el manga tiene personajes con cuerpos súper idealizados, muy exuberantes, que juegan con la idea de la sumisión de la mujer. Me interesa tomar el lenguaje pero resignificándolo o señalando ese machismo. Ahí se da la intersección con mi práctica de militante feminista. ¿Cuáles son las imágenes que consumimos desde chicas? No soy experta en sagas pero un montón de chiques se sienten interpelados y es un buen recurso para ampliar el público del mundo del arte, tan cerrado.
-Aunque Evita no es una figura identificada con el feminismo, hay un debate al respecto.
-Ella no se reconocía para nada como feminista. Tenía incluso cierto rechazo porque eran ideas extranjerizantes, algo muy de clase alta. No lo digo yo, sino las historiadoras de este campo sostienen que ella era una feminista de hecho. En sus acciones era feminista. Ella, siendo una actriz, se puso a hacer política y ahí hay algo de creatividad que sigue sumando a la idea de un personaje. Algo que me viene bárbaro para pensarlo desde la pintura y el manga.
-Y más allá del personaje, ¿qué lectura haces desde la historia?
-Estudié muchos años Historia el arte y aprendí no solo a a mirar la imagen sino a entender cómo se construyeron las imágenes, cómo han servido para la difusión de ciertas ideas. De esto el peronismo no escapa, sino al contrario, es una gran máquina productora de imágenes. Todo para mí es insumo. No pinto solo con una paleta, pinto con todo lo que miro…
-Quizás tu obra más conocida es la serie de retratos de víctimas de feminicidios; ¿cómo te resuena ahora que no han cambiado mucho sus condiciones de producción?
-Totalmente, no ha cambiado nada. Quizás sí cambió la concientización pero los números, los casos, están igual o peor. Esa obra empezó en 2014, cuando hacía clínica con Ana Gallardo, a partir de las fotos de allanamientos de prostíbulos en las noticias policiales. A través del problema de la trata llegué a los feminicidios, que en ese momento se les decía crímenes pasionales, cualquier cosa… Guardo noticias y las empiezo a pintar, al principio toda la escena, hasta que fui recortando hasta llegar al rostro. Hasta hoy sigo pintando, esta semana subí un retrato de Vicky Nievas, la chica trans que asesinaron hace poco en Tucumán. También mis pinturas van a las marchas, como cartel de protesta, para que esto se haga público y que la pintura salga del museo.
La artista junto a los retratos de víctimas de feminicidios. (Foto: Julio Juárez)
-Otra serie muy diferente, la de los interiores, muy atractiva, también nació de esas escenas de allanamientos…
-En esos prostíbulos me llama mucho la atención la decoración, en una atmósfera como los cuadros de naturalezas muertas densas con la sexualidad, cierta estética en los estampados de la ropa… Y después viene el engolosinamiento con la pintura, que los transforma en lugares aristocráticos. Después le inserto estos personajes y de pronto ya ves vibrar la pintura.
-También en la calle viviste una situación policial personal, pintando…
-En 2017 salimos seis militantes a hacer pintadas por el paro de mujeres y unos varones nos comenzaron a seguir, a insultar… Llamaron a la policía, pasamos la noche en la comisaría. Y se nos abrió una causa judicial. No fue fácil pero para mí fue como una performance de pintura, porque la causa decía “pintadas”. Es extraño cómo pintar puede ser usado para una muestra, para generar conciencia y, al mismo tiempo, estar en una causa. La pintura no es inocente.
Animé con trofeo. Obra de Fátima Pecci Carou, de Kosupure/Cosplay.
-Esa experiencia se transformó en una pieza de biodrama, con Lola Arias.
-Fue un delirio, pero a la vez una manera de procesar la angustia. Hicimos como si fuese el juicio en vivo. Fue muy extraño haberme visto en un expediente.
-¿Fue después de esta experiencia que decidiste publicar tu acta de divorcio en una exposición en la galería Selvanegra?
-Ese año fue una locura. Si bien cambié el nombre de mi exmarido por cuestiones legales, me interesaba exhibir ese documento como una pieza de mi propia vida privada, en un momento de ruptura: todo lo que el feminismo me transformó.
-¿Y que te cambió el premio de arteBA?
-Hasta el año anterior no tenía ni entradas para arteBA; no conocía a nadie. Mi galería, Piedras, me propone con las Femininjas y fue premiada. Para mí fue pasar de ser una pintora anónima a mucha exposición. Sí creo que tuvo que ver el impulso que tuvieron los feminismos ese año. Mirá, en ese momento tenía una hipoteca de divorciada y gracias a ese premio, la cancelé. La chica del banco me decía “¡pero qué rápido!” Bueno, gracias al arte pude acomodar mis cuentas y tiene que ver con la insistencia. Me paso que me trollearon también; decían que soy una acomodada, que era un varón… Cosas rarísimas. Hay mucha fantasía por lo que pasa con los artistas.