Fuente: Ámbito ~ “Marea modular” es un emprendimiento conjunto del Pabellón de Bellas Artes de la UCA y el Espacio Pla.
En 1963, cuando ni los autores de ciencia ficción imaginaban la existencia de la “realidad aumentad”, el “metaverso” o la “criptocultura”, Julio Cortázar publicó su antinovela “Rayuela”, en la que proponía al lector diversas formas de leerla: o bien de la forma tradicional, capítulo tras capítulo, o bien de manera aleatoria. Más de 60 años después, ese mismo espíritu lúdico sobrevive y se potencia en la exposición virtual “Marea Modular. Oráculo de la imagen en potencia”, emprendimiento conjunto del Espacio Pla y el Pabellón de Bellas Artes de la UCA, en la que el visitante puede realizar, con su mouse, una infinidad de aproximaciones en las que se funden lo visual, lo sonoro y lo literario.
A la muestra se accede en https://uca.edu.ar/es/pabellon-de-bellas-artes/marea-modular, y en ella, con la curaduría de Malena Souto Arena y Merlina Rañi, conviven el arte de Aldana Bit, Constanza Castagnet, Daira, Dano Marello, Prifma, QOA, Renee Carmichael y Vicky Lamas. Son 32 obras visuales, 16 piezas sonoras, 7 poemas y un sitio web. “Cada vez que se entra la experiencia es diferente”, dice a este diario Celina Pla, titular del Espacio Pla, y organizadora junto con Cecilia Cavanagh, de la Universidad Católica Argentina, de la exposición.
“Yo trabajo en arte digital electrónico desde 2014”, continúa. “En 2015 participamos de una Bienal internacional de arte digital donde tuvimos que armar un sitio web como espacio expositivo. Y allí comenzó todo, la idea empezó a gestarse. Más tarde, la pandemia llevó a algunos a utilizar internet como espacio no presencial, pero lo que hacemos no tiene nada que ver con eso. Esto es, yo siempre estuve vinculada con la digital, y la pandemia, en todo caso, nos permitió la posibilidad de acercar el medio, sobre todo al contemplador de arte, no habituado a hacerlo online.”
Pla explica el alcance del concepto de lo lúdico, del juego en cada visita a la muestra: “Lo que buscaron las curadoras fue componer una imagen mental a partir de la fusión de lo visual, lo poético y lo sonoro. En cada entrada aleatoria al sitio, el espectador, con su propio bagaje cultural, termina de construir una imagen también propia. Con el mouse se le pide al ‘Oráculo’ que arroje una frase, y esa respuesta maneja una variable de un cuadro, un poema, una música. Y cuando digo ‘lúdico’, lo hago en el sentido de calma, de placer, por completo opuesto a lo que se suele entender por ‘game’ en internet. Citando a la crítica Guadalupe Baliño, ‘las salas de la exposición son olas, y el desplazamiento es a través de imágenes visuales, sonoras y textuales, buscando generar una imagen inaprensible. Un excedente sensorial que se da en la conjunción azarosa de los elementos desplegados’”.
Esta es la cuarta muestra que realizan en conjunto el Espacio Pla con la UCA: “Eduardo Pla, que era mi tío, fue un gran artista digital. Yo continué con su legado. Él ya había hecho algunas exposiciones, hizo una escultura flotante en el canal, frente a la UCA, y después de su muerte doné dos obras suyas a la Universidad. De allí quedó el vínculo. Cuando vino la pandemia, Cecilia Cavanagh fue bastante audaz en su propuesta de hacer la primera muestra, porque no eran muchas las instituciones culturales que ofrecieron contenido en esos dos años. A mediados de 2020 inauguramos la primera, ‘La faz de la tierra’, inspirada en una obra de Eduardo. Ahí tratamos el tema de la globalización. La segunda fue una muestra en 3D, con cuatro esculturas, que se llamó ‘Ergo Proxy’: el visitante podía circular por esas esculturas y meterse dentro. Y la tercera, el año pasado, ‘Signar la complejidad’, que hablaba de la complejidad en sí, y más en el mundo de realidad virtual.”
Es inevitable que surja el concepto de “metaverso”, que va a permitir hacer esos recorridos con lentes especiales o el casco de realidad virtual. ”Exacto”, continúa Celina Pla. “Yo creo que el metaverso viene a darle un soporte especial al arte digital, porque antes no existía, o no era tenido en cuenta. A la obra digital había que sacarla de su medio para ser exhibida, pero ahora vive en su propio medio, para el cual fue creada”.
“Lo que también nos propusimos en esa muestra”, prosigue “fue romper los límites del sitio en sí: el final de la pantalla ya no es el límite; con el mouse uno puede desplazarse hacia otras zonas. Desde ya, hay que decir que la escritora del código, Renee Carmichael, no sólo es programadora sino también artista y una de las partícipes de la muestra. Es decir, no está hecha desde la mirada del programador sino del artista”.
Finalmente, concluye: “Queríamos hacer una muestra de artistas mujeres porque, por lo general, en la estética digital, hay una femineidad en la elección de los colores, los rosas, los lilas, amaneceres y atardeceres. Esto es, hay una delicadeza en las artistas mujeres que no se percibe tanto en las obras de los varones, que va más a lo figurativo, o a las imágenes oscuras, densas. Por supuesto que esto es una generalización, pero se da. Y esa calma es la quisimos transmitir”.