Fuente: Copyright Clarín by Débora Campos ~ Además de pintor, muralista y gestor cultural, Luis Seoane fundó una fábrica de vajilla en Magdalena, que fue laboratorio para un plan dinamizador para una de sus patrias.
Primero, hay que pasar por las ilustraciones y cuadros de los años 30 y 40. Luego, los murales. La segunda sala del Museo Larreta exhibe las producciones de los años 50, desde las publicidades comerciales a los afiches de la galería Bonino. Y finalmente, al cerrar el recorrido de la muestra Materiales Seoane. Entre Galicia y Argentina, es que aparecen –en medio de un universo de objetos, que van desde los libros desplegables a los tapices o portadas de discos– dos jarras-cabezas en una vitrina. Una está dedicada al escritor y filósofo español Miguel de Unamuno. La otra al prócer gallego Daniel Alfonso Castelao. En ellas se concentra una revolución cultural nacida en un pueblo bonaerense que reinventó la cultura de Galicia.
A la izquierda, la jarra-cabeza de Unamuno y a la derecha, la de Castelao en la exposición del Museo Larreta hasta noviembre. Foto German Garcia Adrasti.
«Magdalena fue una estación extraña en nuestra vida; no sé que se nos perdía allí, en el fin del mundo«. Era 2008 y así recordaba el intelectual galleguista, pintor, ceramista, editor y empresario Isaac Díaz Pardo (1920-2012) la mayor aventura de su vida, que compartió al otro lado del Atlántico y en territorio bonaerense junto a su amigo Luis Seoane (1910-1979). Había dos diferencias entre ellos y ninguna era creativa o artística.
Seoane había nacido en Buenos Aires, había ido a estudiar a España y, tras el golpe de Estado de 1936 y la posterior Guerra Civil, se había exiliado en su país natal. El recorrido de Díaz Pardo había sido opuesto: su padre había sido fusilado apenas iniciada la guerra y eso lo condenó al exilio interior. En los últimos años 30 y primeros 40, estudió artes en Madrid y luego se instaló en Barcelona. Pero su interés por la cerámica lo transformaron en destacado empresario del rubro, tras experimentar con técnicas antiguas y modernas que generaron piezas de exquisita calidad.
Una fábrica bonaerense
Para los años 50, Seoane era un artista y activista cultural reconocido en la Argentina, mientras que Díaz Pardo era un incipiente empresario en España. Esos recorridos, formaciones e ideas confluyeron en Buenos Aires donde ambos se reencontraron (habían coincidido en los años 30 ocasionalmente). Entonces, arribaron a un diagnóstico común: el franquismo había anulado la memoria de las naciones históricas de España (País Vasco, Catalunya y Galicia) y silenciado su pensamiento y, pese a que la dictadura continuaba, las artes podían permitir una recuperación de ese patrimonio.
Seoane, Díaz Pardo, Geno Díaz con sus esposas y colaboradores en la Fábrica Magdalena.
Esas reflexiones compartidas derivaron en un proyecto común, tan insólito como creativo y audaz. Lo cuenta a Ñ la historiadora del Arte Inmaculada Real López: «Idearon en 1963 el denominado Laboratorio de Formas en la Argentina, una empresa diseñada por gallegos desterrados con el fin de recuperar en Galicia parcelas de la memoria histórica que se perdieron».
Así nació en Magdalena, a orillas del Río de la Plata, más al sur de Punta Indio y a 106 kilómetros de Buenos Aires, una fábrica de cerámicas que cambiaría la historia. Porque no se trataba (solo) de fabricar platos y juegos de té, sino de reinventar un país.
«Fue una entidad instrumental de contenido teórico y comparable a experiencias como la Bauhaus«, explicaban los curadores lucenses Teresa Pena y Fernando Arribas en abril de este año al presentar un catálogo titulado A vangarda das formas. Obra cerámica de Isaac Díaz Pardo, producto de una muestra itinerante iniciada en 2013.
Tan claro era el propósito del Laboratorio de Formas y de la fábrica bonaerense Celtia S.A. (y la marca Porcelana Magdalena) que en 1970, Seoane y Díaz Pardo (a quienes se había sumado como socio Fernando Arranz, divulgador y fundador de escuelas de cerámica en el país) publican un manifiesto en el que explican: «Los diseños (de la planta fabril) serán fruto de una profunda reflexión intelectual previa que persigue un equilibrio entre vanguardia y tradición, logrado mediante una mutua reinterpretación de ambas».
De esa manera, las colecciones (delicadamente pintadas a mano) abrevaban en la tradición de la antigua fábrica de loza que había fundado en el siglo XIX el marqués de Sargadelos en Galicia y en los orígenes gallegos y los elementos que identificaban su iconografía y simbología. Pero a eso sumaban nuevas perspectivas: «Las investigaciones con los distintos materiales y la experimentación de nuevas posibilidades técnicas serán llevadas a los diseños, creando formas totalmente innovadoras que suponen verdaderos alardes técnicos: diseños modulares y apilables, figuras articuladas, en cuya composición se llegan a emplear hasta cuarenta elementos», abundan los curadores.
Luis Seoane posa junto a su colección de jarras-cabeza diseñadas a inicios de los 70.
Jarras-cabezas
“Queremos ayudar a enriquecer al mundo con nuestra diferencia. Tratamos que nuestro diseño sea tan económico como el de Ulm y tan de acuerdo con nuestro tiempo, pero que recuerde más al pueblo donde se creó”, anotó en su correspondencia Seoane para sintetizar las búsquedas estéticas y políticas de ese proyecto.
Con esas directrices, de la Fábrica Magdalena salían a la venta vajillas y juegos de café diseñados por Díaz Pardo, que se popularizaron rápidamente entre las familias de clase media, que las descubrían en los almacenes más concurridos del centro porteño: Harrods, Gaty-Chaves o La Piedad. A esas colecciones, se sumaron las creaciones de artistas plásticos: Seoane y su “Gaucho a caballo”, Geno Díaz y sus figuras de la serie “Tango”, la “María Magdalena” de Díaz Pardo; y los trazos del argentino Carlos Torrallardona y del gallego Laxeiro.
Los trabajos de Seoane incluyen además un puñado de jarras dedicadas a personajes medievales y a personajes de la historia reciente. Así lo recuerda en una de sus cartas de 1971: “Hice una cabeza-jarra de Rosalía, otra de Pablo Casals y algunas otras piezas para Sargadelos».
Aunque las piezas eran múltiples, la firma de cerámica Sargadelos (continuadora en Galicia del proyecto cultural iniciado en la costa bonaerense) solo puso a la venta 50 unidades selladas y numeradas y el resto aún circula entre remates y compras más o menos notorias.
La última vez que fueron noticia fue en octubre del año pasado cuando el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía se hizo de dos de esas colecciones: una de diez figuras contemporáneas y otra de dieciocho jarras sobre vicios.
Juego de máscaras entre Isaac Díaz Pardo y Luis Seoane.
El Laboratorio de Formas se trasladó a España cinco años después de su fundación en la Argentina, en 1968. «A grandes rasgos, el proyecto consiguió recuperar del discurso de la vanguardia histórica gallega, la refundación de instituciones y centros de estudios que habían sido desmantelados, la puesta en marcha de un proyecto museístico, la recuperación de una parte del arte gallego en el exilio y la recuperación de la cerámica de Sargadelos que era un símbolo en Galicia durante el siglo XIX», retoma la historiadora del Arte Inmaculada Real López.
Todo eso comenzó en una fábrica a orillas del Río de la Plata. «Fue en la Argentina donde se trabajaron las ideas pioneras que dieron lugar a este gran proyecto. También gracias a los vínculos y contactos que allí tenían los exiliados gallegos con las instituciones y universidades», valora la historiadora.
Una de las colecciones completa (la de personajes medievales), fotografiadas para una subasta.
“Magdalena fue una estación extraña en nuestra vida; no sé qué se nos perdía allí, en el fin del mundo, a más de cien kilómetros de Buenos Aires, al lado del río más ancho de la tierra, de aguas barrosas, en una inmensa llanura verde donde soñábamos y esperábamos no sé qué”, recordaba el intelectual, pintor, ceramista y empresario Isaac Díaz Pardo (1920-2012) al hablar de la mayor aventura de su vida. Dos extrañas jarras, protegidas en una vitrina del Museo Larreta, dan testimonio de aquella osadía.