El mercado global del arte perdió audacia y se vuelve conservador

Fuente: Ámbito – El furor por los NFT, el criptoarte digital que estalló hace 3 años como un fenómeno arrasador, se pinchó como una burbuja de jabón. La primera obra se vendió en casi u$s 70 millones en 2021, hoy no hay ni una que cotice por encima de los 6000 dólares.

Durante la década del 80 del siglo pasado, el mercado del arte experimentó una explosiva burbuja especulativa con la entrada, en el coleccionismo, de jugadores nuevos, en su gran parte procedentes de Asia. Ese fenómeno no se prolongó demasiado en el tiempo, pero sí lo suficiente como para provocar distorsiones de las que costó cierto esfuerzo salir y regresar al equilibrio previo.

Entre las alteraciones, la más significativa fueron los precios exorbitantes que se pagaron por algunas obras, en especial de artistas como Picasso y Van Gogh; la manipulación, por parte de fuerzas interesadas, de algunos creadores emergentes cuya importancia no persistió con los años (y provocó fuertes perjuicios a los compradores), y finalmente el paso al costado de la parte «seria» del mercado, del coleccionista racional, el conocedor que equilibró siempre gusto con inversión, y que no podía operar en un mercado enloquecido. Debieron desensillar hasta que aclarara, como finalmente ocurrió.

Algunos ramalazos de ese fenómeno suelen producirse periódicamente, como la venta de obras de grandes maestros cuya autenticidad está puesta en tela de juicio por más de un experto, como ocurrió con “Salvator Mundi” de Leonardo da Vinci, vendida en 2017 a u$s450 millones, cifra que continúa ostentando el récord de la obra de arte de mayor precio en la historia (y algunos especialistas aún continúan dudando de que sea realmente del maestro del Renacimiento). Pero, como se decía antes, estos chispazos no provocan en el mercado las distorsiones de la burbuja de los 80. Otras sí.

Después de la pandemia, aunque algún tiempo antes también, el sector empezó a experimentar cambios profundos, y no exactamente para bien. El aislamiento por coronavirus los acentuó, con una tendencia que al principio se creyó persistiría, aunque finalmente, de regreso a la normalidad, se empezó a comprobar que se trataba de un espejismo.

Como la suspensión de las subastas presenciales, y la venta de la misma forma en galerías se cancelaron como resultado del temor al contagio, empezaron a proliferar los remates online, una modalidad a la que siempre fueron reacios los compradores tradicionales. Eso provocó que se verificara un cambio de paradigma: jugadores más jóvenes se integraron al mercado, los cuales, si bien tenían mayor práctica y confianza en este tipo de transacciones, carecían en cambio del expertise del coleccionista. Una vez terminada la pandemia, las cosas se reacomodaron. El fenómeno había sido pasajero y muy pocos de esos nuevos compradores, que buscaban rédito rápido antes que satisfacción estética, permanecieron activos.

Sin embargo, se produjo otro fenómeno más marcado, y que parecía que iba a devorar en sus fauces al mercado tradicional: la venta de NFT (non fungible tokens), piezas digitales “únicas”, vinculadas, aunque no asimilables a las criptomonedas, por las que empezaron a pagarse fortunas en el mercado del arte. La primera fue, hace exactamente tres años, “Everydays. The first 5000 days”, del artista conocido como Beeple, que Christie’s subastó en casi 70 millones de dólares. A dicho trabajo continuaron otros, que alcanzaban, de igual modo, precios inéditos. Las galerías y coleccionistas tradicionales volvieron a temer por el futuro, al igual que en los 80.

Sin embargo, y aunque hoy ese mercado sigue en pie, su caída fue notable. En la Encuesta Global de Coleccionismo 2023 (The Survey of Global Collecting), presentada a fines del año pasado en la feria Art Basel, el arte digital saltó del 9% de las ventas totales del mercado en 2021 al 15% en 2022, y cayó al 8% en 2023. Hacia junio de 2023, las ventas de NFT relacionados con obras de arte cayeron al nivel más bajo desde enero de 2021, y el número de compradores únicos de este formato se redujo de poco más de 40,000 a unos 2000 en el mismo lapso.

El mismo relevamiento señaló que la pintura continuaba siendo la forma de arte más comprada por los coleccionistas, con un 36%, seguida por la escultura (13%), y mucho después la fotografía y otros objetos. Simultáneamente, los primeros compradores de NFT leían, no sin pavor, la noticia de que 95 % de estos «token no fungibles» ya no valían casi nada, según el estudio realizado por DappGambl, según el cual en agosto de 2021 ese sector “revolucionario” facturaba al mes 2.800 millones de dólares, pero ya en julio del año pasado apenas llegaba a los 80 millones, un 3% de lo que representaba cuando empezó.

De acuerdo con los datos de DappGambl, el futuro de los NFT es cada vez más sombrío. Casi 23 millones de personas poseen un NFT hoy sin valor. Apenas 1% de ellos tendría un precio superior a los 6.000 dólares. El estudio añade que 33% de los compradores no sabe qué hacer con ellos, y un 36 % contempla la opción de venderlas. No es lo mismo que poseer un Van Gogh, desde ya.

La publicación especializada ArtNews entrevistó al econosmista del arte Magnus Resch, una de las mayores autoridades mundiales en la materia, quien en 2017 publicó datos de las principales galerías de arte de todo el mundo, y cuyas cifras demostraban que la mayoría se enfrentaba a problemas financieros debido al no crecimiento de los ingresos y a la falta de nuevos compradores. Resch acaba de publicar el libro “How to Collect Art”, y asegura que el problema se ha mantenido. «A pesar de que el número global de millonarios se ha duplicado en la última década y de que la asistencia a acontecimientos artísticos ha batido récords, el valor del mercado del arte sólo se ha mantenido estable«, le dijo a la revista. Sólo una cuarta parte de las galerías de Estados Unidos, Alemania y el Reino Unido logra ingresos anuales superiores al millón de dólares. «Hoy las galerías dependen en gran medida de unos pocos coleccionistas que hacen compras sustanciales».

Resch no oculta que a veces se compra arte “creyendo en su potencial como inversión. Sin embargo, el arte como inversión suele ser eficaz sólo para un grupo selecto de artistas”. Y añade: “Adquirir arte no es sólo una transacción financiera sino también un gesto filantrópico. En lugar de verlo como una inversión, lo considero una donación, reconociendo que no es probable que revenda la obra. Al hacer esta compra, estoy apoyando al artista, permitiéndole seguir creando arte, inspirando así a la comunidad artística en general. La cantante Alicia Keys y su marido, Swizz Beatz, son coleccionistas activos. Su Colección Dean se centra en apoyar principalmente a artistas afroamericanos, como Kehinde Wiley y Mickalene Thomas”.

La investigación global de Resch indica que 30% de las galerías del mundo opera en rojo, y sólo 18% tiene un margen de beneficio de más de 20%. En el caso de las galerías más pequeñas, casi 45% de sus ventas suele provenir de un solo artista importante. Otros datos: la proporción de coleccionistas que de manera habitual adquiere arte con un valor superior al millón de dólares cayó de 12% en 2021 al 4% en 2022, y en la primera mitad del año pasado se recuperó ligeramente a 9%. Además, hay un decrecimiento interanual de 3% en el coleccionismo de obra de artistas emergentes, mientras que ese mismo 3% fue el crecimiento del interés por los artistas consagrados, sobre todo en Estados Unidos y China.

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