Fuente: Clarín – A raíz de una nota publicada en la sección Cultura de este sábado, el Ministerio de Desregulación y Transformación del Estado, a cargo de Federico Sturzenegger, negó este domingo que la desregulación de la venta de bienes culturales pueda afectar al patrimonio nacional y sostuvo que este seguirá protegidos legalmente.
«Desde la sanción de la ley 24.633 ha persistido en nuestro país una confusión sobre el mercado del arte. El arte es una actividad más, donde nuestro país tiene extraordinarias ventajas competitivas. Sin embargo, nuestro mercado de arte ha estado aislado del resto del mundo por barreras reglamentarias que es necesario eliminar», sostiene la cartera en un comunicado.
Cabe recordar que el arte contemporáneo argentino ha experimentado en los últimos años un salto virtuoso en su internacionalización, tanto en Europa como en los Estados Unidos; lo atestiguan los premios conseguidos por sus artífices, la atención recibida en las ferias extranjeras y la compra de obras. Sin ir más lejos, el Museo Reina Sofía de Madrid tiene pautadas tres grandes muestras de artistas argentinas para los dos próximos año. Su director, Manuel Segade, está llegando en una semana a arteBA, junto con la directora del Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona y un destacado curador del Museo Guggenheim. En las tres colecciones hay obra de argentinos.
Esta marcada inserción reciente ha estado motivada por diversos factores, entre ellos, además del talento, su precio exiguo si se lo compara con el resto de la región, y gracias a la eficaz tracción de al menos una docena de respetados curadores e investigadores emigrados en la última década y hoy con puestos clave tanto en el sistema del arte como en instituciones extranjeras.
«La confusión ocurre cuando se confunde arte con patrimonio cultural –continúa la aclaración–. Todo país tiene un patrimonio cultural que incluye un importante abanico de producciones que se manifiestan en su arqueología, su arquitectura, su arte y hasta su diseño. Estos bienes están protegidos por la ley 25.197. Dichos bienes de interés patrimonial, religioso, histórico o por incunables tienen una protección especial y no pueden ser comerciados libremente. De hecho, existe la Convención sobre el comercio de bienes culturales de la Unesco de 1970 que brinda esta protección en el mundo entero. No se puede salir del país con una momia andina, de Egipto con una escultura de 4000 años, ni de Rusia con un icono medieval«, agrega el texto. Sin embargo, no precisa –y esta es una de las cuestiones que está en juego– si se refiere a bienes institucionales (por ejemplo, la colección de artefactos de la sala precolombina del MNBA) o a piezas propiedad de varias importantes colecciones particulares, que justamente entrarían en la ley que su Ministerio se propone eliminar. Hoy día estas pueden ser vendidas de un particular a otro pero deben permanecer en el país.
A diferencia de una momia egipcia
La alerta sonó el miércoles pasado, cuando Federico Sturzenegger indicó que la ley no sería enmendada sino eliminada, lo que pondría en riesgo bienes culturales menos obvios –y más transportables– que una momia andina, obras consideradas emblemáticas para el país y cuyo creador murió más de medio siglo atrás. Por otra parte, el problema de la conservación de acervos nacionales, sujetos al expolio sistemático en el siglo XIX, época en que se consolidan y amplían los museos europeos en base a patrimonios de las colonias y producto de las expediciones de hallazgo, es uno de renglones virulentos del debate público acerca de las instituciones del arte.
Dijo el Ministro Sturzenegger en el Consejo de las Américas: «El objetivo no es simplificar trámites, sino eliminarlos” y que él consideraba que esto evitará «compras compulsivas» de parte el Estado. El viernes Cultura supo que la Secretaría de Cultura trabaja en detalles del nuevo régimen de manera conjunta con el equipo de Sturzenegger. Asimismo, la circulación libre de obras de arte está garantizada en la nueva Constitución de 1994.
La aclaración del Gobierno fue enviada tras la publicación del artículo «Peligros y trampas detrás de la Desregulación de la venta de bienes culturales», en el que se anticipó que el Secretario de Cultura, Leonardo Cifelli, podría anunciar esta semana que en el país ya se podrá vender arte sin regulación estatal de ningún tipo, eliminando de plano la consulta al consejo especializado de la Secretaría de Cultura. Esto plantea el riesgo de que alcance también a obras que el Estado podría juzgar esenciales. También provocó estupor que la Secretaría cultural ya no tendría autoridad para ese dictamen especializado, y que el criterio quedaría en la esfera generalista y poco entendida de la Aduana.
El texto enviado por el ministerio que dirige Sturzenegger plantea que es «increíble» que la 24.633 incluyera toda la producción artística del país bajo el paraguas conceptual de la protección del patrimonio cultural. «Entonces la obra de arte de un pintor novel, que buscar hacerse un lugar en el mundo del arte, se somete a un esquema de certificación que la Unesco pensó para una momia egipcia», asegura.
El artículo publicado el sábado, sin embargo, señalaba que fue durante el último período de Cristina Fernández que se dio la distorsión delirante y aislacionista. Las trabas a la venta de arte contemporáneo fueron flexibilizadas por completo en el gobierno de Mauricio Macri y el siguiente período kirchnerista aprendió la lección. Desde 2015 el arte contemporáneo –de creadores activos o fallecidos hace menos de 50 años– ha salido del país con fluidez y con el simple trámite de un formulario online.
La cartera atribuye la unificación entre obra reciente y piezas históricas a un «Estado bobo que, como un elefante en un bazar, es indolente al daño que causa, en este caso al desarrollo de la actividad artística en el país. El Estado tiene que hacer sus funciones de protección patrimonial, plenamente preservadas y respetadas, sin obligar a los artistas a desfilar por delante de un escritorio ahorrándole el trabajo al funcionario de turno a identificar el patrimonio a proteger».
Finalmente, en cuanto al artículo publicado, asegura que «si queremos que nuestro arte y nuestros artistas salgan a conquistar el mundo, tenemos que distinguir que son dos universos distintos. Y no cargarlos con un peso que no merecen».