Fuente: Télam ~ En una época signada por internet, jóvenes nacidas y criadas con las redes, gestan su perfil artístico en Instagram, lo moldean como negocio y bucean en el feminismo, temas de actualidad e intereses a través de memes, stickers y GIFs.
Sumergidas en una época signada por el uso de internet, las artistas jóvenes nacidas y criadas bajo el manto de las redes sociales gestan su perfil artístico en Instagram, lo moldean como negocio y bucean en el mundo del feminismo, los temas de actualidad y sus propios focos de interés a través de memes, stickers y GIFs.
Télam habló con Silvana Baylac, ilustradora y animadora, @seelvana en Instagram, que tiene 14 mil seguidores. También con Florencia Meije, ilustradora y ceramista, en Instagram @flomeije, que llega a los 120 mil seguidores. Y con Abril Carissimo, estudiante de artes visuales, ilustradora y militante marrón, @bbywacha en redes, donde supera los 8 mil seguidores.
Algunas de ellas todavía participan en ferias, espacios de arte y encuentros con colegas. Sin embargo, las artistas de entre 25 y 40 años ya no conciben estos espacios como primordiales para difundir y comercializar sus obras. Hoy gran parte de su éxito reside en incrementar el volumen de seguidores, subirse a la ola del tema del día y crear una ilustración con la idea de convertirla en meme viral en Twitter.
Mientras conversa con Télam, Seelvana pinta unos cuadros petit de 6 x 6 centímetros con la imagen icónica de las hermanas Wanda y Zaira Nara en televisión, que se miran con complicidad mientras se acusan, la una a la otra, de ser infieles. En unos minutos lo va a publicar en Instagram, «y me gustaría que dos hermanas se lo lleven», dice.
¿Cómo conviven el arte en las plataformas digitales y el arte en la vida presencial post-pandemia? ¿Cómo se cruzan el arte, los memes y las batallas del feminismo en un posteo de redes sociales? Hay una nueva generación de artistas a la que ya no le interesa figurar en museos sino poder vender su arte mediante una computadora, crear y fortalecer una comunidad.
El meme como arte, el arte como meme
Si se piensa en la vida útil de un meme, la fugacidad es el signo que define estas nuevas formas de registrar y editorializar los acontecimentos: algunos duran apenas unas horas y otros persisten días. Aunque los más originales o virales pueden quedar «forever» y con apenas una frase («yo perrito grande, vos perrito chiquito») evocar la imagen mental del meme en un instante.
Estas creaciones que son originarias de las redes sociales, especialmente de Twitter, llegaron para viralizarse y ocupar espacios impensados: charlas entre amigos y amigas, chats grupales, primeras citas, obras de arte e incluso trabajos de colegios o facultades.
Los memes no tienen dueño. Se viralizan, se sumergen en la deep web y se pierde el rastro de su origen. Después se hacen stickers. Se vuelven imagen impresa, se encuadran. Se cuelgan en paredes, se ilustran, se hacen pegatinas y hasta posters. Se intervienen e intervienen las calles, la vía pública.
«Yo uso memes en mi arte pero creo que los memes están por encima del arte. Creo que me cuelgo de los memes. Al igual que los stickers, los memes son de dominio de todes, son creaciones colectivas. Creo que se instalaron de un modo muy pregnante por la capacidad sintética que tienen. Sepas leer o no, hables en diferente idioma, seas de otra cultura, tienen una universalidad que los vuelve fácil de interpretar a todos», explica Seelvana.
La ilustradora no tomó la decisión consciente de incluir los memes en su arte, fue una jugada azarosa que le salió bien y desde entonces, nunca abandonó. Antes de la pandemia, solía pintar miniaturas para una compañía de viajes, pero cuando ya no se pudo viajar, dejó ese trabajo. Un día de su aislamiento, pintó una viejita con un gato, encerrados, que se quedaban en casa. Era una viejita pero también era un poco ella misma, encerrada. Ella fue su propio meme hecho arte.
«Mi obra es sobre la racialización, sobre ser marrón y sobre ser del conurbano. Con estos temas no hay referencias en el arte, porque la mayoría de las personas que hacen arte en museos, galerías, cine o televisión son gente blanca y bajo una mirada hegemónica. Entonces mis referencias son influencers, youtubers, memes. Memes de Varela, el turro lelé, madeinjosecpaz, bardo salteño, por nombrar algunos. Hay memes que son racistas, memes que se ríen del otro y memes que se identifican con cierta experiencia racializada. Encuentro ahí una identificación. Internet y los espacios de identidad marrón autogestionados son una vía de escape a toda esa mirada hegemónica tan condicionante», agrega @bbywacha.
¿El humor del meme es un modo de llegar a un público más joven? Todas ellas lo usan en sus stories de Instagram pero también los intervienen con sus ilustraciones, le agregan mensajes, hacen del meme una obra y de su obra un meme. Abren el posteo al debate de sus seguidores.
«El humor del meme me parece espectacular como elemento artístico. El meme es un arte conceptual y digital, humor rápido que va al punto. Es tan específico que asusta y por eso me divierte incorporarlo a las ilustraciones. Es para reírse de algo que después vas a hablar en terapia», completa @flomeije.
«Creo que es fundamental capitalizar la identidad y manejarme, por un lado, de manera institucional, y por otro en redes para llegar a diferentes públicos. Tener al mismo tiempo la obra de arte y el sticker o el GIF: ese proceso va formando mi trabajo y mi obra. Son changas, kioscos, la cosa de estar compartimentando partes de mí que conforman un producto final», reflexiona @bbywacha.
Internet, libertad y feminismo
Si hubiera posibilidad de pensar en algunos aspectos positivos que dejó la pandemia es, en el caso del mundo de les artistas centennials, el fortalecimiento de una comunidad virtual que no solo resistió el aislamiento a través de las redes sociales sino que además se afianzó y creció enormemente en esa dinámica.
«La virtualidad convive con la presencialidad en el mundo del arte. Hace muy poco participé en una feria que ocurría de manera presencial, a la que fui con un puesto, y también ocurría en la virtualidad, las personas podían comprar en ese mismo en las redes. Creo que ese es un valor enorme para quienes trabajamos y vivimos del arte hoy», explica @seelvana.
Todas coinciden en una idea pregnante e inicial del comienzo de sus carreras, en donde se suponía que para constituirse como una «artista exitosa» era necesario forjar un estilo artístico serio o formal, dentro de los cánones clásicos, para poder acceder a espacios como galerías de arte o museos.
También comparten la percepción de que hay un esquema impuesto por el sistema cultural dominante en donde el artista digital está devaluado y además deslegitimado, frente al artista legitimado que pertenece a museos o galerías de arte.
«Antes creía que debía cerrar mi estética y mis temáticas a algo más serio. Básicamente, nada de lo que es mi obra hoy. Mi obra es femenina, linda, cotidiana. En el arte que hago en redes sociales estoy menos condicionada, lo hago libremente. Yo hablo de personas feminizadas, racializadas y gordas desde una mirada en la que no todo el mundo empatiza, y eso hace muy difícil llegar a todo tipo de público», explica @bbywacha.
Esta libertad en el uso del internet también se topa con las cuestiones de agenda que atraviesan el feminismo: el 8M, el aborto legal o las marchas en las calles exigiendo políticas públicas son algunos de los temas en los que las artistas han tomado un posicionamiento público a través de su arte.
«Me parece fundamental el equilibrio. Hacer uso de la herramienta, la red social, y mantener la línea de lo que una necesita expresar con su arte. Hay cierta exigencia con nosotras de que nos posicionemos ante ciertos temas, seguir cierta agenda. Pero si mi arte solo aparece cuando hay un tema de agenda, termina siendo raro, no me resulta positivo. Me gusta expresarme a favor del aborto, pero también a veces simplemente prefiero hablar de las cosas que me pasan a mí», agrega @flomeije.
«La presencialidad me da espacios en colectivos. Los de identidad marrón, por ejemplo: reuniones, encuentros, eventos. También formo parte de un colectivo de artistas de pegatinas. De esos espacios y de las reflexiones que me brindan esos espacios yo me llevo ideas para mi arte, por eso no puedo pensar la dimensión digital sin la presencial y la presencial sin la digital», concluye @bbywacha.
Las artistas digitales y ¿la tiranía? de los seguidores
Con las tres artistas consultadas Télam habló de la relación que tienen con los seguidores de sus redes sociales, la diferencia que encuentran entre los seguidores y los espectadores de cualquier obra o galería de arte y el modo en que los pedidos o exigencias de sus audiencias influyen sobre su producción artística.
Abril Carissimo: “Los seguidores son para mí una versión más directa de lo que son los espectadores en una galería de arte. Están mucho más presentes. En las redes sociales las personas te pueden criticar o halagar más directamente y eso es algo bueno. Diría que algo que me complica a mí en este sentido es que todavía tengo ciertos lugares digitales de legitimización -o que yo jerarquizo- o ciertos usuarios que yo espero que les guste mi obra, y eso es una idea que estoy intentando desarmar”.
Silvana Baylac: “Tengo una relación bastante relajada con mis seguidores, nunca estoy muy atenta a tener una tienda o a vender por Instagram, aunque sé que debería hacerlo. Me contactan en general por mensaje directo o me piden un presupuesto. Es, en líneas generales, una relación bastante armoniosa”.
Florencia Meije: “Mi producción de ilustraciones o piezas de cerámicas de repente se va ajustando a los pedidos de las personas que me siguen. No puedo no escuchar, porque esas son las personas que me van a comprar. A veces intento conservar mi línea y otras cedo un poco más a lo que piden, y eso te enriquece a veces a nivel personal o profesional y otras veces a nivel económica. Es ir encontrando ese equilibrio”.