Fuente: La Voz – Es una de las más reconocidas y polémicas artistas argentinas. Le disparó con escopeta al Cucú de Carlos Paz. Sembró soja frente a la plaza España. Puso a discutir al país con su muestra de tres salas vacías en el museo Caraffa.
– Por qué te gusta tanto hacer lío, Dolores?
–No hago lío. Yo lo que hago es arte. Mi obra es siempre una reflexión. Parece que en la mesa de negociación de época no estoy en los planes de nadie: cuestiono, provoco, salgo de lo dado. Es mi resistencia.
–¿Cómo nació tu vocación callejera, de elegir siempre espacios públicos para tu obra?
–Se llama arte público. Empecé con los túneles de los subterráneos de Buenos Aires. Fue una metáfora del pasaje del final de siglo hacia el siglo 21. Experimenté con la velocidad y el movimiento. Más tarde, se convirtió en una manera de ampliar el público del arte hacia la ciudad entera. Además, el arte público tiene esa gran exposición en los medios que potencian la obra, la desnudan, la vuelven polémica, en algunos casos.
–La leyenda urbana dice que al gobernador Schiaretti casi le da un ACV cuando se enteró de que te dejaron plantar soja en el jardín del museo Caraffa, en 2008. Era como una crítica al campo, que él defendía.
–Mi obra no es un panfleto. Toma posición, no partido. El arte no está para tranquilizar, sino para renovar la inquietud y el asombro del mundo, para impedir que las significaciones sociales se estanquen y se apague la magia del sobresalto, la sorpresa, y aun de la alarma y de la maravilla de lo que no tiene una sola respuesta ni una sola lectura. Lo que se afirma más allá de cualquier dogma. Eso escribió Ticio Escobar cuando sembré soja en Brasil.
–¿Cómo sigue hoy tu vocación agrícola? ¿Dónde seguirás arando?
–Soy artista y no tengo otra vocación. El proyecto Que Soy tiene compromiso social y medioambiental. Sembré y coseché soja en los jardines del Caraffa y en los jardines del museo Oscar Niemeyer, en Curitiba, Brasil. Trasladé las semillas desde el Puerto de Rosario hacia el Gran Canal en Venecia para la tercera Bienal de Performance de Buenos Aires en el marco de la Bienal de Venecia. Ahora voy a seguir el camino de la seda. Dejo Occidente para ingresar a Oriente. El país que sigue es Turquía, y por el mar Rojo iré a Arabia Saudita, India, Singapur hasta llegar a Hong Kong y, finalmente, Shanghái, en China.
–Fuiste la artista “más odiada” de Argentina en 2015. En una exhibición dejaste vacías tres salas del Museo Caraffa.
–Decir que fui la artista más odiada reafirma la intolerancia con la que fui tratada. Soy disidente y Las Salas Vacías fue una obra inmaterial que reflexionó sobre el entorno y sus significados. Fue una obra desafiante, abierta, contextual y transitiva que utilizó el vacío como herramienta y se conectó con el espacio virtual a través del hashtag que permitió que la discusión continuara en las redes, convirtiéndose en un fenómeno de comunicación. Me pregunto si poner de relieve cortocircuitos entre las expectativas de un público anestesiado, enunciar los usos de lo estatal y los espacios de exhibición no son acciones que merecen respeto. Fue una máquina de guerra conceptual, es verdad, pero también generó un enorme debate y fue tapa de todos los medios de comunicación del país. Fue elegida como una de las 10 exposiciones más importantes de 2015, un año electoral y complejo, con campañas políticas muy agresivas. Yo trabajo con la realidad y sus temas. Durante semanas, todos los medios locales y nacionales tomaron la exposición de manera obsesiva. Las actitudes reaccionarias y de tanta hostilidad manifestaron que no terminamos de entender cuándo una acción es arte y cuándo no lo es. Ahí es donde quiero comportarme como un experimentador, un analista o un activista.
–¡Y, además, hubo que pagarte por eso!
–¿Les pagan a los artistas por exponer en Córdoba? ¡Qué novedad me estás dando!
–¿No tenías formas más honestas de ganarte la vida, Dolores?
–Las Salas Vacías como proyecto tuvo impacto nacional e internacional. Nunca una exposición de un museo de provincia llegó tan lejos. Aun hoy, años más tarde, la obra puede ser pensada una y otra vez. Al eliminar certezas, hubo quienes se sintieron incómodos o interpelados. Para hablar sobre la muestra, La Voz utilizó la palabra “escatológico” en un texto de crítica de arte. #SinLimite567 fue un gesto de honestidad y las reacciones tuvieron la misma intensidad e incomprensión que la idea de grado cero.
–A casi 10 años de aquella obra en blanco, te pido un breve mensaje para los miles que te putearon a granel en redes sociales y en los medios.
–Me queda una pregunta. ¿Qué nervio toqué para semejante reacción? Con esa obra, fui capaz de contradecir los aparatos del Estado. El museo y la institución, que son aparatos del Estado, no pueden prescindir de conceptos como colección u obra maestra, y asumen un rol legitimador. Una exposición puede ser un dispositivo que rompe ese poder desde su potencia, y lo hice. Renuncié a todas las expectativas y me atreví a caminar por el borde de un abismo. Fue difícil en lo personal porque hasta llegaron a hackear mis cuentas en las redes. Hoy es obra de investigación. Me escriben desde Chile, España, EE. UU. El catálogo, también vacío, ingresó a los archivos del Moma de Nueva York.
–Ya has puesto neones en el cementerio de Recoleta, hiciste fogatas frente al canal de Beagle, marchaste por La Habana enfundada en un vestido de luto, has desaparecido monumentos en ciudades argentinas, participaste en muestras por todo el mundo… ¿para dónde van tus futuros proyectos?
–Quiero hacer una muestra en el Museo Nacional de Bellas Artes. Quiero escribir y publicar un libro con mis trabajos. Quiero pensar, mirar la sociedad desde una distancia crítica, seguir haciendo obras en el espacio público. Apelar siempre a la participación del que mira. También quiero construir un jardín.
–Me gustó cuando le disparaste con una escopeta al Cucú de Carlos Paz, creo que ese artefacto se lo merece. ¿Tenés planeados más atentados de ese tipo?
–Lo mejor de esa performance fue la participación de la Brigada de Explosivos de la Provincia. Ellos llevaron bombas para que los disparos parecieran verdaderos. Tuve que avisar a la Policía de Carlos Paz que mi acción era un simulacro. Si no, seguramente, terminaba presa.
–Seguís en rebelión. ¿No querés madurar, Dolores?
–Mi trabajo no tiene que ver con caprichos ni ocurrencias. No es pueril. Quien lo ve así tiene un problema grave de comprensión del arte contemporáneo. Y yo te pregunto a vos, ¿rebelión es antónimo de madurez?
–Te autodenominás “Dolores de Argentina”. ¿Sos como la Marianne francesa en versión local?
–Dolores de Argentina es un cuerpo de obra con el que comencé a elaborar la tragedia de terrorismo de Estado que sufrió mi familia durante la dictadura. Ese fue el punto de partida. Yo crecí en uno de los momentos más trágicos del país y, como muchas otras familias, la mía vivió la tragedia de aquellos años. Recién en el 2000, usando mi nombre y mi cuerpo como soporte de obra, pude elaborar mi dolor. Borges sentencia que “sólo una cosa no hay, es el olvido”. En ese desenterrar y recordar, utilicé el lenguaje de la memoria no como instrumento para inspeccionar el pasado, sino como el medio por el que esa inspección acontece. Actualmente estoy tramitando la legalidad del cambio de nombre, utilizando la denominación como un derecho y una acción de arte.
–Leí críticas de arte en la que te llaman “narcisista”.
–Las únicas críticas que me enriquecen son aquellas que refieren a la obra. Las críticas personales ni me interesan.
–¿Por qué un artista cordobés se quedaría en Córdoba, existiendo Turismo City? 🙂
–¿Por qué un artista cordobés tiene que sentir que es expulsado de Córdoba?
–¿Cómo se rompe la lógica de satélite con respecto a Buenos Aires?
–Empieza a gustarme ser periférica y trabajar desde la periferia.
–¿Uno se puede enamorar también de las periferias y los rincones?
–Siempre existe el remordimiento de estar en el error, de ser señalado por no haber hecho lo suficiente.
–Tres palabras que definan quién sos como artista.
–DOLORES DE ARGENTINA.
–Tu biografía dice que naciste en una “familia tradicional de Córdoba”. ¡Qué horror!
–Mi familia está formada por intelectuales: sociólogos, abogados, periodistas, publicistas, fotógrafos. Esa estructura me mostró el lugar desde donde salir y volverme libre hasta donde pude serlo. (Toda mi adolescencia y primera juventud transcurrieron durante la dictadura). Conocí a grandes personalidades del mundo del arte, de la moda, directores de cine, artistas de todo el mundo. Ahora, a la distancia, pienso que no estuvo mal y siento muchísimo orgullo de mi familia.
–No sabía que eras abogada. O sea que ya antes buscabas formas non sanctas de vivir. 🙂
–Fue tan rápido mi paso por la Facultad de Derecho que casi no le di importancia porque simultáneamente estudiaba literatura en la Facultad de Filosofía de la UNC. Todo el día entre una universidad y otra. Nunca me interesó ejercer, solo me demoró en mi verdadera vocación, que es el arte en cualquiera de sus formas. Fue imposible romper el mandato familiar.
–Destruiste toda la obra que hiciste mientras estudiaste Artes en la UNC. ¿Qué pasó?
–Era un fracaso. No encontraba mi verdadera imagen y no me alcanzaba la pintura como lenguaje. No me gustó la Academia ni la forma de pensar para impartir nociones de arte.
–Tus obras en las que cubrís monumentos para invisibilizarlos y después volver a mostrarlos. ¿Qué sentido último guardan?
–Todo comenzó con la pregunta: ¿qué hacer con el pasado en un presente como este?, y cubrí las musas de la plaza Colón. Dos meses después, propuse invisibilizar el monumento de la plaza San Martin de Buenos Aires. Bajo la denominación La Estrategia del Eclipse y la curaduría de Guillermo Alonso, volví extraño el monumento que se había naturalizado y quedó cubierto por una tela negra durante tres días. Al descubrirse, recuperó su presencia, y traigo con este gesto la acción de visibilizar los valores simbólicos de heroicidad, libertad, gloria, valor y padre de la patria que buscamos en quienes nos dirigen desde los espacios de poder. La intervención se realizó en homenaje a los 40 años ininterrumpidos de la democracia y funcionó como un señalamiento y una protección al héroe enfrentado a este tiempo. Fue un mapa poético y conceptual de la decadencia, como un grito de malestar de época del año 2023.
–¿A cuáles figuras públicas argentinas cubrirías para que no tengamos que verlas?
–Si Hitler fuera argentino, lo taparía para siempre. Con el resto, puedo sobrevivir civilizadamente. De eso se trata.
–Al ser tu obra principalmente conceptual, no dejás “mercancía artística”,
–Algunos gestos son efímeros, pero los archivos y la documentación son de gran valor para los museos y el coleccionismo internacional. El Malba, por ejemplo, compró las fotografías de la acción en Venecia, de Nicolás García Uriburu. Pero aclaro, no todo el arte conceptual y posconceptual es efímero.
–No habrá obras de Dolores de Argentina para poner en el living y mostrar a las visitas.
–Mi obra forma parte de grandes colecciones y estoy trabajando en este momento en reforzar ese aspecto que nunca me preocupó demasiado. Puse mucha energía en la producción. Ahora estoy buscando ese rumbo.
–Cuando murió tu amigo Antonio Seguí, les agregaste lágrimas a las esculturas de la Familia Urbana. ¿Qué habría que hacer cuando mueras?
–Esa acción fue un homenaje a un querido amigo que provocó que la ciudad se movilizara frente a la muerte de uno de sus mejores artistas. Yo tampoco.
–¿Te interesa “dejar un mensaje”?
–El Arte es un mensaje que se transmite como un secreto entre conspiradores, dijo Marcel Duchamp. El mensaje es mi obra. El arte es hacer, y yo quiero dejar obras.
–Artísticamente hablando, ¿qué es lo mejor y lo peor que tiene Córdoba?
–Los cordobeses y las peleas de todos contra todos. Su aislamiento.
–Te llama el papa Francisco y te pide una obra para el Vaticano. ¿Qué le hacés?
–Le pediría que me regale un Fra Angélico, que es uno de mis pintores preferidos.
–¿Qué gesto hacés cuando te dicen que sos la Marta Minujín cordobesa?
–Nadie me llama así, ¿o si? Si lo hicieran, no haría ningún gesto. La conozco bien a Marta. Viajamos juntas a NYC hace años y me mostró la rama del árbol en la que vivió junto a una comunidad hippie en el Central Park. Ella es de una genialidad irrepetible.
–¿Alguna vez pasaste hambre?
–Seguramente sí. Y sed también.
–¿El arte que no molesta es arte?
–El buen arte nunca molesta.
–¿Qué descubriste en la pandemia?
–Descubrí con certeza que pueden parar el mundo.
–¿Cuál es el sentido de la vida?
–La libertad de vivirla.
–¿Estamos solos en el universo?
–Es difícil pensar que estamos solos.
–¿Qué es lo último que va a sobrevivir en el mundo?
–Una idea.
Custodiada por un perro de raza y 39 cipreses
La artista plástica Dolores Cáceres vive en la ciudad de Villa Allende en compañía de “39 cipreses y un perro de raza” que la cuida. Además, tiene dos hijos “maravillosos” y cinco nietos también “maravillosos”. Dice que su mamá, con alzhéimer, vive “entre lo finito y lo infinito”. Ella y toda su familia son nacidos en Córdoba capital. Actualmente, está leyendo al filósofo surcoreano Byung–Chul Han y cuenta que su director de cine favorito es Sorrentino, pero “después de Godard”.