Fuente: La Nación – Este sábado se festeja la primera década del centro de arte contemporáneo que se inauguró con la participación de Marta Minujín; los principales hitos y las muestras actuales.
MAR DEL PLATA.- No solo no está mal sino que es común verlos llegar en bermudas y musculosa, a veces hasta con la reposera a cuestas. De la playa casi sin escalas a recorrer muestras con pinturas, esculturas o instalaciones. Popularidad explícita respira y propone este Museo de Arte Contemporáneo (MAR), imponente desde su edificio, holgado pero por sobre todo amigable en extremo con esas puertas abiertas y acceso gratuito para quedar cara a cara con obras que a veces por renombre de autores, otras por características y otras tantas por todo eso y mucho más, garantizan la capacidad de sorprender.
Así fue, y en constante crecimiento, este fenómeno a lo largo de la primera década que celebra la propuesta cultural más innovadora que tuvo esta ciudad en los últimos tiempos. Y que poco tardó en convertirse en hito y referencia en el universo de los escenarios del arte argentino.
Tuvo una presentación espectacular allá por diciembre de 2013, con una obra que Marta Minujín desarrolló con estructura metálica para un lobo de mar revestido a modo de piel con 50.000 envases de los alfajores más tradicionales de Mar del Plata, reemplazados y replicados poco después por placas de aluminio que aseguraban perdurabilidad y resistencia frente al hostil clima marino.
“Los recuerdos de esos días son increíbles, con muchísimo trabajo pero también muchas satisfacciones”, recuerda Rodrigo Alonso, curador de aquella muestra inicial bautizada El espíritu Pop. Dice a LA NACION que hoy ve el MAR a distancia como “un visitante esporádico” pero aclara que no pierde capacidad de emocionarse “tanto por esa historia como el presente de este gran museo, que es uno de los más importantes que tiene nuestro país”.
El MAR resultó una disrupción absoluta para la cartelera artística de Mar del Plata que primero vio crecer esta construcción en cemento distribuida en cubos de casi 20 metros de altura, en el pujante extremo norte de primera línea del mar, y luego celebró un contenido innovador de punta a punta. Aquel debut recibía desde el hall central con una Moria Casán de más de 15 metros, obra de Edgardo Giménez, rodeada por aviones de colores que pendían del techo.
Impactar, incluso a partir de esos primeros pasos dentro del MAR, se convirtió en una constante. Cómo no recordar ese lugar central de bienvenida que luego encontró durante más de dos años la obra Vortex, de Martín Huberman, realizada con 70.000 coloridos broches de los que se usan para sostener la ropa en cordeles, también suspendida en forma de cono sobre la planta baja.
Por este espacio público, que está bajo la órbita del Instituto Cultural de la Provincia de Buenos Aires, pasaron en estos diez años más de medio centenar de muestras hasta estas actuales que proponen “EXTRA/Ordinario”, la escala marplatense de la BienalSur que tiene presencia simultánea en 27 países, y “Visión quebrada”, de Luis Felipe Noé.
“La razón de ser de este museo es esa convivencia entre figuras emergentes y otras consolidadas y consagradas, vinculadas siempre por el arte contemporáneo y ahora con apertura hacia diversidades artísticas”, explica Ezequiel Pérez Sáenz, director del MAR desde hace un año y medio.
Aquella inauguración y presentación en sociedad del museo fue fuerte e inolvidable. Significó, también, una expectativa y objetivo para muchos de los grandes nombres del arte argentino, aspirantes a encontrar en esas salas un lugar de privilegio para exponer sus obras.
Alonso fue curador además de El museo de los mundos imaginarios, que trajo hasta una obra de Eduardo Basualdo que generaba una laguna artificial en torno al espectador que quedaba en medio y aislado, sobre una piedra; y de Horizontes de Deseo, segunda y tercera muestras de esta historia. Fueron épocas de gloria en términos de recursos y de figuras.
“Pensamos en un programa de gran calidad, que incluyera a grandes artistas y su producción, y qué pudiera ser valorada tanto por el espectador ocasional como por el especialista en arte”, cuenta a LA NACION de un trabajo que se pensó en diferentes niveles, ya sea por edades, conocedores del ambiente y, como sigue ocurriendo, quienes entran a un museo de arte por primera vez. “Fue impactante ver la respuesta de la gente, como incorporó el museo a sus actividades y ni hablar del acierto de convocar a Marta Minujín y la creación del Lobo de Mar de Alfajores”, precisó.
Por esas salas se pudieron ver algunas expresiones fantásticas, potenciadas por las dimensiones cómodas que propone esta construcción, muy elogiada por los propios artistas. En mayoría de casos con experiencias compartidas. En otras con muestras individuales de nombres de la talla del Colectivo Mondongo y Milo Locket. También, León Ferrari y la sorprendente Ataraxia, de Eugenio Cuttica.
Convivieron cada vez más con otros pares locales o de cercanías, expresión clara de la apertura que este museo siempre tuvo y asegura mantener para los artistas de la ciudad y la provincia. “Es el rol del Estado ayudarlos”, recalca Pérez Sáenz, que puntualiza esta etapa más reciente en la que el MAR reforzó esa idea fuerza que es “trabajar desde la identidad bonaerense y que se refleje en el arte”.
Otro hito fue la pandemia, que obligó a mantener cerrado el museo. Entonces se habilitó una programación original online, con artistas marplatenses, de la provincia y algunos del resto del país. Un canal más para llegar al público y con producción original. Luego hubo una etapa de actividades puertas afuera del museo, con su playón consolidado como punto de encuentro, y reapertura con la primera muestra que allí se hizo solo con artistas marplatenses.
Los tiempos actuales del país y la economía no son los mejores. Tampoco los de los recursos públicos, que se mueven priorizan al ritmo de las urgencias. Frente a la coyuntura asoma la necesidad de fortalecer desde lo administrativo un producto que el combustible natural del arte: la creatividad.
La conducción del MAR avanza desde hace algún tiempo en un diseño de desarrollo que busca ir más allá de los tradicional y hacer lugar en esas salas pero también en su entorno exterior a otras variantes artísticas.
Un resumen de los que es y se viene en este museo es la celebración de diez años que se vivirá este sábado, con un programa que tiene una recorrida por la obra de Noe´, cine con un obra de Fernando Pino Solanas, espectáculos infantiles, la denominada fiesta “Sigilosa experiencia multisensorial” y la “Hora Mágica” que propone el Colectivo Campo. En otras jornadas se pueden cruzar sets de DJ’s, performances, jazz o un espectáculo de milonga, como se vivió anoche.
Marzo será la próxima renovación de programa. Para esta etapa que viene aparece fundamental el aporte que pueda realizar el Museo Provincial de Bellas Artes Emilio Pettoruti con sus obras propias. De esa colección se dará forma a “Primeros contemporáneos” y “Mar del Plata 150 años”, “Identidad bonaerense: escena contemporánea” y “Salones bonaerenses”.
El actual director ratifica esta búsqueda orientada hacia “la gente de a pie” en este mercado cultural, apuntada a que no encuentre algo estático sino que en la variedad de actividades “tenga una excusa para entrar al museo, conocerlo si no es que estuvo antes y entonces vea las exposiciones”.