Dando vueltas: Daniel Santoro y una particular exhibición (casi) circular y un homenaje al Aleph de Borges

Fuente: Clarín – «Panorama. El teatro de la memoria» se llama la distopía de más de 30 metros de largo con que el artista ha desembarcado por primera vez en el Museo de Bellas Artes. Puede verse con entrada gratuita hasta fines de octubre.

El edificio de la CGT se desploma junto a lo que parece ser la facultad de derecho de la UBA. No muy lejos, en una especie de bosque, las cabezas de Lenin, Mao y Evita han sido talladas en los troncos de tres árboles. Un poco más allá, una casa pende de la cima de una montaña, mientras que dos hombres en riña sobre un islote se tapan la cara con la mano mutuamente.

En el medio el agua es un gran vacío que parece tragarlo todo, para poder después devolver algo a la superficie. Panorama. El teatro de la memoria se llama la distopía de más de 30 metros de largo con que el artista Daniel Santoro ha desembarcado por primera vez en el Museo Nacional de Bellas Artes. Cualquier semejanza con la realidad no será mera coincidencia.

A fines del siglo XIX el panorama fue un espectáculo de gran atractivo visual, que consistió en el montaje de grandes imágenes dispuestas de forma circular en las que se representaba algún hecho histórico memorable, la mayoría batallas o desastres naturales.

Las dimensiones del espacio y la oscuridad de la sala (además del desarrollo progresivo de un relato) lo convirtieron en un antecedente del cine. Instalado en medio del ambiente, el espectador giraba 360 grados para seguir la historia. Se exhibe también una selección de trabajos en tinta sobre papel, bocetos y cuadernos de notas. Foto: Ariel GrinbergSe exhibe también una selección de trabajos en tinta sobre papel, bocetos y cuadernos de notas. Foto: Ariel Grinberg

Más de cien años después de aquella edad dorada, de la irrupción del cine 3D y 4D, de las instalaciones inmersivas y la realidad virtual, Santoro recupera aquel noble dispositivo decimonónico para montar este larguísimo dibujo hecho en grafito. “Una línea de tiempo quebrada por una sucesión de indicios de crisis y colapsos que anuncian los posibles finales de este tiempo en que los humanos estuvieron a cargo de los asuntos del planeta”, define.

A lo largo de los muros se despliega entonces la obra, en el segundo piso del Museo Nacional de Bellas Artes. En ese tiempo fuera del tiempo que Santoro inventa (bastante inspirado por el devenir de algunas cosas) el artista plasma el universo visual que ya es su marca registrada: imágenes que evocan ilustraciones de otra época, personajes históricos, niñas de guardapolvo tableado que ahora andan por el bosque como pequeñas ninfas. "Una línea de tiempo quebrada por crisis", define Santoro parte de su obra. «Una línea de tiempo quebrada por crisis», define Santoro parte de su obra.

Los árboles son una de las figuras más importantes de esta historia: mientras en sus ramas más altas los cuervos quedan atrapados irremediablemente, sobre sus troncos y raíces parece encontrar cobijo lo que queda de una civilización que se apaga.

Hay lugar para escenas extrañas, como el petróleo brotando desde un tronco cortado, el avión suspendido (homenaje a Civilización occidental y cristiana, la obra censurada en 1965 en la que León Ferrari crucificó a Cristo en un avión de guerra); o el esfuerzo mancomunado de algunos hombres por bajar con una escalera la manzana de la discordia de una rama, y así, tal vez, precipitar la huida del paraíso.

No faltan tampoco (como en ninguna distopía) los seres mutantes: abejas solitarias, querubines con cara de viejo, lobos con piernas de humano. “En una especie de sucesión de islas o episodios Santoro desarrolla un complejo sistema de pensamientos, posiciones, advertencias y pronósticos con su conocido y singular modo de representación, en el que conviven una gran erudición teórica e histórica y rasgos de ironía y crítica”, señala Andrés Duprat, director del museo.El artista Daniel Santoro. Foto: Julio Juarez/ Archivo ClarínEl artista Daniel Santoro. Foto: Julio Juarez/ Archivo Clarín

Promovida en buena medida por el efecto sepia de la combinación de agua y grafito, en toda la obra sobrevuela la desconcertante sensación de estar frente a las imágenes de un futuro añejo.

Tal como su nombre lo indica, el panorama de Santoro se completa con el teatro de la memoria, montado por una serie de objetos e imágenes en la sala contigua. Un esquema dibujado a lápiz sobre la pared presenta el funcionamiento de la memoria como si fuera la estructura de una célula; un fichero helicoidal en el que se disponen bocetos del panorama evoca la idea del tiempo como un espiral y no una línea, mientras que señala que las imágenes de la historia, como los buenos sueños y las buenas pesadillas, vuelven reiteradamente; por último, una serie de acuarelas y cuadernos de artista dan cuenta del trabajo diario y progresivo que implica el desarrollo de la obra, así como de la historia y la memoria.La obra se despliega en forma casi circular. La obra se despliega en forma casi circular.

“Tomé esa idea de las cosmogonías hindúes que hablan de las redes de maia que alrededor del universo atrapan la memoria y garantizan el cumplimiento del karma”, explica el artista. Entre filosofías orientales y occidentales y referencias a distintas religiones no falta tampoco la literatura de Borges. De todo eso se ha nutrido Santoro para pensar la memoria como un oxímoron, una suerte de capa densa hecha de velos livianos, un mastodonte evanescente, un Aleph que al mismo tiempo que nos atrapa permite liberarnos.

En medio de la violencia y la miseria de todos los días, entre fervores electorales, corridas cambiarias y amenazas de pasados que regresan (todo eso que queda afuera, y no, de la sala de un museo) la obra de Santoro permanece mesiánica, tal vez incluso a pesar de sí misma. Sabe Santoro que por más apocalíptico que pueda ponerse, el arte sirve para despertar. Y (probablemente) confía en que todavía estemos a tiempo.

Ficha

Panorama. El teatro de la memoria, de Daniel Santoro

Dónde: Museo de Bellas Artes, avenida Del Libertador 1473.

Cuándo: martes a viernes, de 11 a 20; sábados y domingos, de 10 a 20. Lunes, cerrado.

Entrada: gratis.

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