Cinco artistas y un hilo conductor

Fuente: Clarín – Las argentinas Mónica Millán, Nora Correas, Anahí Cáceres, Florencia Sadir y la peruana Chonon Bensho abordan temas de la ecología mediante un tratamiento onírico. Hasta el 26 de enero en la nueva Galería W, en San Telmo.

Bordados con saberes ancestrales y anclados en la naturaleza. Arriba, Inventario de una isla rodeada de tierra, 2023, Mónica Millán. Telas de Ao po’i bordadas en su propio hilo, guardas bordadas a mano, 227 x 252 cm.

Principalmente en torno a la tierra y las amenazas que la acechan, los saberes ancestrales y el mundo distópico, giran las cinco muestras que corresponden a la programación semestral de la flamante sede de la galería W, en San Telmo. Desplegadas en las tres plantas del edificio construido con el propósito de albergar a la colección Helft en la década del 80, y también en el exterior, cuyo jardín escalonado fue diseñado por Gonzalo Etchegorry.

Al recorrer el espacio, una vinculación posible surge entre Anahí Cáceres y Nora Correas, quienes comparten referencia epocal, con piezas situadas hace más de treinta años. Y si con Árbol de Agua, la primera de ellas, curada por Sebastián Vidal Mackinson, retoma el estudio lingüístico y antropológico que llevó a cabo en Temuco, Chile, extensivo a su interés por los rituales, mediante el arte digital del que fue pionera en Argentina, Correas –bajo la curaduría de Florencia Qualina– hace lo propio con Lentos presentimientos, claras alucinaciones, donde el conjunto de obras Cota, Capa, Casa, Cosa, confeccionado con vidrios, hierros, juncos y maderas, se encarga de la pregunta por el devenir, luego revisitada en los corsets realizados en cemento y arena.Chonon Bensho, Kene Joni, 2022.Chonon Bensho, Kene Joni, 2022.

Se suma Geometría de Humo, la instalación a cielo abierto de la salteña Florencia Sadir, curada por Andrei Fernández. Un hábitat edificado a partir de módulos de cerámica cocida, intervenidos con escrituras y otros rasgos, que conforman una poética donde la conversación se da entre ese armado, el paisaje actual y el que la artista trae aparejado.

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Sobresalen las obras de Chonon Bensho, que se está presentando con una muestra homónima, la misma que puede ser relacionada con Barroco Ao po’i, las creaciones de la misionera Mónica Millán. Ambas artistas coinciden en privilegiar las piezas bordadas, visibilizar los conocimientos transmitidos de generación en generación –hibridados con la educación formal académica– y observar a la naturaleza como tema, ya sea desde la contemplación, en la relectura de otras representaciones o mediante un abordaje onírico. A eso se agrega la alusión al tiempo relativo al hacer y al que trasciende a través del rescate de los saberes de antaño, como respuesta artesanal a la presente catástrofe ecológica y por qué no al futuro más cercano.

Hilos que sueñan

Es por los terrenos de lo real, lo soñado y lo imaginado que transitan los motivos de las piezas de Bensho en la exposición curada por Ana Luiza De Abreu Claudio. La multifacética artista de 31 años. perteneciente a la nación shipibo-konibo de la Amazonía peruana, se apropia y reinterpreta las técnicas del arte occidental para expresar los conocimientos de sus ancestros. Refiere a los poderes de curación a través de plantas, ríos y entidades amazónicas.C.  Bensho, Meraya Noyanii, 2023, Bordado. C. Bensho, Meraya Noyanii, 2023, Bordado.

Esa decisión de retomar y asimilar lo heredado responde a la coyuntura en un doble sentido: al sostener los modos de decir de su pueblo ante los imperativos de la escuela de arte donde fue alumna y al recuperar lo aprendido de sus abuelos y sobre todo de sus abuelas. Resulta que en la comunidad shipibo-konibo son las mujeres artistas y curanderas las que adquieren centralidad en la transmisión de saberes.

Su labor –tal cual lo expresa la curadora– puede ser pensada además en un mapa expansivo con indígenas de otras regiones que enfrentan las realidades actuales y el futuro desesperanzador. Cuyo énfasis está en revisar las prácticas coloniales, desafiar las narrativas históricas y estimular las reflexiones sobre el rol del arte. Dice De Abreu Claudio que esto último incluso puede tener que ver con repatriar los artefactos indígenas y estudios artísticos de archivos iconográficos de los siglos XVIII y XIX.

De Bensho se destacan los bordados que aluden a los ecosistemas habitados por seres que protagonizan los sueños y las visiones de la propia artista. Es que, en su cultura, son esos pasajes oníricos los que se vuelven usina de sentidos para interpelar el mundo y obtener conocimientos. Al mismo tiempo, las pinturas al óleo hacen foco en los vínculos con el reino animal y espiritual, conexión que se relaciona con la sabiduría de la medicina ancestral. También se exhiben ilustraciones en tinta, marcadores y lápices de colores referidas a viajes y retratos.M. Millán, Inventario...2023. Telas de  Ao po’i.M. Millán, Inventario…2023. Telas de Ao po’i.

Se trata de una puesta no-lineal signada por el kené, expresión artística de su tierra, que va aún más allá de los patrones geométricos plasmados en cada una de sus obras. Trazos que se encuentran como estampado en la vestimenta de los personajes, como corteza de los árboles o como plumaje de las aves, reconfirmando de esta manera que en su obra no hay escisión; por el contrario, persiste el continúo entre lo humano, lo animal y las criaturas imaginadas.

En el caso de Mónica Millán –curada por Carla Barbero–, la artista retoma o, mejor dicho, le da continuidad al trabajo que viene realizando desde el 2002, cuando viajó a la comunidad de Yataity del Guairá, Paraguay, sitio cumbre del ao po’i, el textil de fibra natural cuya historia data de los guaraníes del siglo XVI. ¿El propósito? Considerar cuál es la relación entre el tejido popular y el contemporáneo, siendo ese primer acercamiento etnográfico donde Millán hizo hincapié en la tradición doméstica que comprende el saber, a diferencia de ahora que –según Barbero– pone el ojo en la creación colaborativa.

Y si al momento de la inauguración de la muestra, contó con la serie Inventar la piel, la misma que atañe al vestir paraguayo, de acuerdo a las imágenes provistas por la historiadora Milda Rivarola, creadora de la Imagoteca Paraguaya, al ser vendido, este conjunto de obras fue reemplazado por Inventario de una isla rodeada de tierra, en base a grabados antiguos que ilustran la flora y la fauna del lugar.Chonon Bensho, Jiwi Jonibo (The Spiritual Beings of the Medicine-Tree), 2022, Bordado sobre algodón natural, 228 x 130 cm  smallChonon Bensho, Jiwi Jonibo (The Spiritual Beings of the Medicine-Tree), 2022, Bordado sobre algodón natural, 228 x 130 cm small

Confeccionadas con textiles obsequiados por las tejedoras y otros adquiridos por la artista, las piezas dan cuenta de algo sustancial para comprender el valor del ao po’i, al estar realizado no con hilos de bordar sino con los de la misma tela, por ende, puede ser pensado como soporte y como material tal cual esgrime la curadora. Incluso desde una instancia anticipadora, como si esta tradición se hubiese adelantado centenares de años a la preocupación por el ambiente que hoy aqueja a la industria de la indumentaria y deriva en la necesidad de reciclar viejas telas para crear otras nuevas.

Retratos es la otra serie, de encajes ju, donde la hacedora Petrona Martínez representa a sus colegas más longevas, algunas de las cuales también aparecen mencionadas por su nombre y apellido en la malla del tejido. Esto pone literalmente en escena a las creadoras, quienes en definitiva son las que portan los saberes heredados.

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Y es Tela Eusebia la pieza que se vuelve paradigmática, tanto por la materialidad como la ancestralidad. Realizada con algodón natural, sembrado e hilado por las mismas tejedoras que luego lo bordan, cuyo motivo data de 50 años atrás, conocido por la artista a través de la Cooperativa Ao po’i.

  • M.Millán, A. Cáceres, N. Correas, F. Sadir y Chonon Bensho
  • Lugar: Galería W, Defensa 1369
  • Horario: mar a sáb de 12 a 18
  • Fecha: hasta el 26 de enero de 2024
  • Entrada: gratuita

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