Fuente: Clarín ~ Una nueva valoración de los saberes ancestrales, junto a los debates de género y el alerta ambiental confluyen en un auge de este lenguaje entre los contemporáneos. Museos, ferias y galerías les dan espacios centrales.
El arte textil vive un auge. Ya sea como técnica, estrategia o lenguaje, en museos, ferias y galerías de todo el mundo adquirió nueva preponderancia. Son cada vez más frecuentes las exposiciones que suelen coincidir en la revalorización de los saberes ancestrales y el impulso que los debates de género experimentaron en los últimos años. Se impone, por fin, como central, una reescritura de la historia del arte en proceso desde mediados del siglo pasado, que tiende a reevaluar el papel de las mujeres, tradiciones no occidentales y géneros (como el textil) tildados de menores.
Una primera aproximación del boom textil como descubrimiento remite a las destrezas compartidas que durante décadas estuvieron relegadas al ámbito doméstico. Si el textil históricamente toma relieve con el surgimiento del feminismo, hoy además pone en escena las expresiones que en su génesis o en la representación que hacen se vinculan con el entorno cultural y natural. Este es el caso de la imponente exposición Tejer en las piedras, de la artista peruana Ana Teresa Barboza, inaugurada en Malba, con la curaduría de Verónica Rossi. Aunque, el dato que trasciende es cómo, en este contexto, las obras de arte textil sobrevienen en tanto manifiesto contemporáneo de la lucha de las mujeres y diversidades. En un diálogo constante, por momentos fragmentado entre el adentro y el afuera, lo hogareño y lo institucional, artistas de diferentes edades y regiones tejen una trama expansiva que se apodera del presente en las salas de exhibición y en el espacio público.
Atribuciones: las voces acalladas
“Lo vinculo con la mirada y el lugar que se le está dando a las disidencias y a las minorías”, señala la artista tucumana Alejandra Mizrahi. Y refiere a las prácticas que estuvieron asociadas a las artes menores, aplicadas, y a los oficios ligados a construcciones históricas de la mujer. “Me parece que este boom viene desde hace un tiempo, pero ahora coincide con la apertura de ciertos discursos desde las instituciones, con darles voz a quienes no la tuvieron”, agrega. Mizrahi participa de Las olas del deseo. Feminismos, Diversidades y Cultura Visual 2010-2020+, la exposición colectiva inaugurada el 8M en la Casa del Bicentenario.
Su pieza “Motivo” (2013) está desarrollada a partir de un vestido de la marca Lanvin que perteneció a su abuela y que ella reinterpreta a partir de la labor de tres modistas. Así creó la instalación que cuenta con la prenda original y sus traducciones, además del relato de cada una de las hacedoras. Expresión que forma parte de la sección Coser, tejer, bordar, que contiene producciones afines a las demandas de los feminismos, que se valen de estas técnicas “femeninas” para sumarse a una causa vista como una red de trabajo e ideales compartidos. “Estas piezas son, en sus diferentes maneras, espacios de resistencia y voces alzadas para decir lo que debe ser dicho”, señala Eva Grinstein, una de las curadoras.
Mónica Millán en su taller, con una serie de esculturas blandas que componen una instalación. (Foto Lucía Merle)
A propósito de estas voces, sobresale “Flores sumisas en florero” (2018- 2019) de Mónica Millán, realizada a partir de una manta, lanas, seda y cuentas de plástico. Y es la artista nacida en Misiones una de las más prolíficas y con mayor presencia en este panorama de texturas emergente, ya que otras obras de su autoría actualmente forman parte de Paisaje Peregrino en el Museo de Arte Moderno y Aó. Episodios textiles de las artes visuales en el Paraguay, en el Malba. Siendo la primera muestra, curada por Carla Barbero, aquella que hace hincapié en la comprensión de lo local, el medioambiente y al mismo tiempo en el vínculo –más o menos explícito– de los artistas con determinados sitios y aprendizajes, donde la referencia al paisaje no solo es a la naturaleza sino a lo social, imaginario, incluso fantástico. ¿Qué singularidad tienen sus obras? “Más allá de las series en cuyas investigaciones diversifica recursos y poéticas –esgrime Barbero sobre Millán– hay un tratamiento del color análogo al que realizó en sus pinturas”. Y alude a que la elección del textil tiene más que ver con la experiencia abigarrada que la autora tiene de la selva, y con una posible traducción a un volumen blando y lleno de capas. “Además de honrar, con esas técnicas, los legados y saberes que fue heredando tanto en el entorno familiar, como en las comunidades específicas con las trabajó; Yataity en Paraguay, por ejemplo”, añade.
Cuestión que Millán vuelve a hacer visible en Aó. Episodios textiles…, donde presenta tres objetos tridimensionales realizados en encaje ju (aguja) y crochet inspirados en las elevaciones y en los grandes hormigueros que desestructuran la planicie de Guairá, vinculados con otro grupo de obra en el que el mantel llamado “Rosa Guillermina” (sí, los manteles tienen nombre) dialoga con una fotografía capturada durante el tiempo compartido con las tejedoras de esa región. El arte relacional que ejerce en contacto con comunidades vincula su obra con “El gran manto”, de Ricardo Migliorisi confeccionado con gobelinos industriales típicos del ideal aspiracional burgués, ahora unidos mediante la técnica del patchwork e intervenidos por trabajadoras de los talleres de confección. En Malba no podían estar ausentes las emblemáticas frazadas de diseños geométricos, pieles de animales y juegos informalistas que Feliciano Centurión creó en los 90, y las colchas de Félix Cardozo para la denominada serie “Pire” (piel en guaraní), bordadas con las plegarias de las artesanas de Carapeguá.
Irreverente, “El gran manto”, del artista paraguayo Ricardo Migliorisi, con gobelinos y poesía.
“Hay una diferencia en el léxico, porque cuando en la Argentina se dice arte textil, se habla de lo que para nosotros serían operaciones textiles de arte”, señala Lía Colombino, curadora de la exposición en Malba. “Para nosotros el arte textil es el ñandutí, el ao poí –tela confeccionada en telar de cintura, lo que le brinda el nombre “tela angosta”–. Estas manifestaciones del arte textil son las que el pensamiento de Ticio Escobar –histórico director del Museo del Barro– sistematizó a partir de reconocer en lenguajes y formas de ver el mundo diferentes prácticas poéticas que se escapan de lo que en occidente se consideraría arte. Mónica Millán se reconoce en estas operaciones textiles desde el diálogo con el arte contemporáneo, en su proyecto El vértigo de lo lento.
En la instalación “Sí, quería”, el artista Joaquín Sánchez se entromete en la vestimenta con un corazón al frente tejido en ñandutí, y “Apyte ao”, compuesta por vestidos de lienzo dispuestos en círculo, a partir de los cuales Claudia Casarino problematiza dos cuestiones propias de esa región: la tradición textil y la representación de las mujeres en Paraguay.
En esta última relevancia, también está Cardinales, camino a la ternura. Poéticas visuales en el territorio nacional en la CNB. Producida y exhibida originalmente en el Museo Nacional Terry de Jujuy, la muestra profundiza en los lazos territoriales y en las tensiones entre arte y artesanía, mediante obras textiles de mujeres del NOA realizadas en chaguar, fibra vegetal obtenida del Monte Salteño y ligada a la comunidad Wichí, y en el fieltro de lana de camélidos y ovinos de la zona andina, como los confeccionados por Milagro Tejerina.
“Árbol de la vida”, 1963. Una de las obras de Violeta Parra elegidas para la Bienal de Venecia.
Artivismos: tirar del hilo
A su vez y tratándose de referencias históricas, la labor de Cecilia Vicuña –que llega de recibir el León de Oro a la Trayectoria en la Bienal de Venecia y fue elegida para instalar su “Quipu Womb”, pieza monumental confeccionada con hebras de lana en el Turbine Hall de la Tate Modern– confirma el valor de la tradición textil chilena que comprende “El circo”, “Combate Naval” y “El árbol de la vida”, las tres arpilleras confeccionadas por Violeta Parra, y exhibidas también en la 59ª Biennale. Obras que constituyeron un hito en la carrera de la artista cuando fueron presentadas por primera vez en el Museo de Artes Decorativas de París (1964) y que ahora, 58 años más tarde, confirman su idea anticipada de la interdisciplinariedad en el arte.
Y es el verso “como en el muro, la hiedra”, de la canción “Volver a los diecisiete” también de Parra, el que dio título a la exhibición Giro Gráfico que inaugura el 18 de mayo en el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía de Madrid, donde la rotación conceptual incluirá los pañuelos bordados como protesta ante los femicidios en México, en el contexto más amplio de iniciativas gráficas que –desde los 60 y hasta ahora– se organizan, repiensan y proponen nuevos modos para confrontar en escenarios opresivos. Es este caso, el de las nuevas temporalidades; en la inmediatez de las manifestaciones callejeras, por un lado, y el tiempo desacelerado que puede tener un tejido o un bordado, por el otro.
“Bomba corpiño”, del Co.Co.Pi (Comando corpiño piquetero) fundado por la artista Jessica Morillo.
También en respuesta a la violencia hacia las mujeres y disidencias está Fuegas, el programa de procesos creativos, conformado por artistas y activistas latinoamericanas, que entre sus fundadoras cuenta con la joyera textil argentina Jessica Morillo, quien lleva ocho años en Proyecto Corpiño. La iniciativa que puso en jaque la convención del vestido como soporte y al utilizar una prenda íntima, rompió la barrera entre lo público y lo privado. “La oferta del día” fue su primera obra en 2013, a la que siguieron los piquetes textiles para pronunciarse por la libertad de Belén (joven presa por un aborto espontáneo en Tucumán), por el 8M y la denuncia por Paulina Lebbos, muerta por femicidio hace dieciséis años. Morillo continúa activando en Comando Corpiño Piquetero (Co.Co.Pi), a partir del cual –con una base de plástico y cartapesta a la que luego le suma las piezas de tela– construyó la “Metracorpiño Matilde” en homenaje a su propia madre. “Para disparar contra aquello que nos domestica y maltrata”, destaca.
En el arte contemporáneo el bordado es subversivo. Aquella candidez y sumisión que inflamaba los espíritus ha cambiado de signo, al ser esta técnica una de las elegidas por los artistas para sus consignas radicalizadas. Basta citar los “Bordados policiales” en que la rosarina Claudia del Río reproducía los titulares de los diarios locales hace más de una década, cuando comenzó a escalar la violencia en la ciudad: “Se cumple un año del crimen de la maestra jardinera”, se lee en el pespunte rojo.
Obra de la serie Bordados Policiales, de Claudia del Río (2009/2019).
De cadencia meditada y realizado íntegramente por la mano del hombre, el textil funcionó como recurso y soporte creativo en el periodo que ya lleva la pandemia de covid. Al menos así lo demuestran algunos de los treinta y cuatro artistas que participan de Adentro no hay más una morada en el Moderno. De acuerdo al parafraseo del verso de Olga Orozco y con la idea de abordar la cuestión indivisible entre los conceptos de existir y habitar, con su obra “Almanaque abstracto”, Lucrecia Lionti da cuenta del ritmo inédito del tiempo durante el aislamiento, materializado a partir de lana, óleo y tela. El correntino Blas Aparecido se involucra con el textil como lenguaje a través los credos, con sus “Altares portables” montados sobre camperas en denim atiborradas de canutillos y lentejuelas para rendir culto al Gauchito Gil o la Virgen de Itatí. Mientras que Gala Berger se vale de piezas inspiradas en la técnica del quilting (superponer y unir retazos) para dar por tierra con el orden heteropatriarcal, y propone un gabinete conformado por “Ministrx de Medio Ambiente y Energía” y “Ministrx de Comercio Exterior”, entre otras. Y es nuevamente Alejandra Mizrahi quien hace lo propio con “Fantasía aplicada”: cálidos bordados plasmados en textiles teñidos con hueso de palta, comprendidos en bastidores clásicos y otros de formas osadas.
Sostenida en el tiempo, la apuesta activista de Leo Chiachio y Daniel Giannone responde al antiguo método del quilting, y la remisión se inscribe en el registro del proyecto NAMES Project AIDS Memorial Quilt, acción popular con la que Cleve Jones instó a coser una manta para nombrar y recordar a las víctimas del sida en 1987.
Manifiesto textil de los Chiachio & Giannone para celebrar la diversidad en Bourges, Francia.
Ahora, con “La esperanza nunca será silenciada” (frase del activista Harvey Milk) la dupla concluye la reinterpretación textil y afectiva que comenzó en 2018 con la bandera del orgullo conformada por mosaicos de telas multicolores, que tuvo un segundo tramo en el Museo de Arte Latinoamericano (MOLAA) de California, y acaba de finalizar con la residencia en Transpalette – Centre d’art contemporain de Bourges, al sur de París, donde a partir del trabajo con la comunidad de artistas del lugar, la tela se transforma en texto colectivo y por sobre todo en archivo de las luchas LGBTQIA+, feministas, antirracistas y decoloniales.
Una trama que se remonta al 60
Históricamente vinculado con las artesanías, el arte textil en la Argentina tuvo un recorrido más difícil pero una existencia poderosa y de avanzada. La galería porteña Walden inaugura en los primeros días de mayo En carne viva, una muestra antológica de la argentina Nora Correas, una precursora del arte textil en tres dimensiones en América latina. La muestra, con un texto de Llilian Llanes, y reivindica el recorrido que el textil tuvo en América latina a partir de la segunda mitad del siglo XX, con un 90 por ciento de obras textiles.
El tapiz de Yente que adquirió la Colección Malba.
“Tiene otro tipo de preponderancia en las ferias, cambió mucho la manera en que se ve en exhibiciones pero hay también un interés de los museos en hacer investigaciones”, apunta Ricardo Ocampo, director de la galería. “Ante la evolución absoluta que hay de medios de producción –arriesga– la producción ciento por ciento manual adquiere otro valor: el arte vuelve a la mano del hombre, a esa fuente de producción primaria que muchas veces ha estado invisible”.
Fue el comienzo de una pesquisa que para fin de año reunirá en la galería de la calle Viamonte a tres artistas latinoamericanas del mismo período con trabajos destacados en textil. Entre ellas, Nora Correas y Marta Palau. Walden llevó cuatro paradigmáticas obras de la española naturalizada mexicana a la última ARCOmadrid (y premiada como el mejor stand de la sección Solo/DUO). Sus piezas textiles de dimensión escultórica que datan de la década del 70, están confeccionadas en lana y yute, entre otros materiales, en línea con las tradiciones mesoamericanas.
Los museos incorporan estas piezas con avidez. Tal es el caso del tapiz de Yente que el Malba sumó a su colección, y la pieza con que el Museo Sívori incorporó a su colección a Guido Yannito, artista que trabaja con comunidades de mujeres tejedoras del chaco salteño con quienes elabora piezas de grandes dimensiones y pulso contemporáneo.
Mapa textil:
Aó Episodios textiles d… – Tejer las piedras
Lugar: Malba, Av. Figueroa Alcorta 3415.
Horario: jueves a lunes de 9 a 20; miércoles hasta las 21; martes cerrado. Fecha: hasta el 2 de agosto.
Entrada: $700.
Paisaje Peregrino – Adentro no hay más que una morada
Lugar: Museo de Arte Moderno, Av. San Juan 350.
Horario: lunes a viernes de 11 a 19; fin de semana y feriados de 11 a 20. Martes cerrado.
Fecha: hasta el 23 de mayo.
Entrada: $50.
Las olas del deseo… – Cardinales, camino a la ternura
Lugar: Casa del Bicentenario, Riobamba 985.
Horario: miércoles a sábados de 15 a 20; domingos de 15 a 20:30.
Fecha: hasta el 11 de septiembre (Las olas…) / hasta el 31 de julio (Cardinales…).
Entrada: libre y gratuita.