Fuente: Ámbito – «El oro de lo sueños» es el título de la nueva y magnífica exposición del artista misionero, que puede visitarse hasta fines del mes próximo en la Torre Macro que diseñó César Pelli.
Sobre la Avenida Madero, en la imponente Torre Macro, el artista Andrés Paredes presenta la muestra antológica “El oro de los sueños”. Allí, en el luminoso edificio corporativo que lleva la firma de César Pelli, Paredes vuelve a desplegar el encanto de la naturaleza inspirado en el territorio donde nació, el pueblo de Apóstoles en la provincia de Misiones.
En su propio paraíso tropical surgieron sus árboles calados y los bosques en papeles recortados con las formas onduladas de la jungla. Ahora, en medio de la exposición, Paredes observa: “Decidí vivir en Buenos Aires y desde entonces cambió mi obra. Cuando me instalé en La Boca, por primera vez, pensé y trabajé en medio del rigor de la selva urbana, en un taller con la puerta abierta a la calle. El contexto que hoy me rodea determinó cambios en mi producción. Ya no trabajo mirando la naturaleza, no me despiertan los pájaros ni escucho el sonido de la selva. Ahora realizo mis obras a partir de recuerdos más bien lejanos que alimentan mi imaginación”.
El título de la muestra, “El oro de los sueños”, coincide con el de una obra de gran formato realizada en un papel profusamente recortado y pintado en dorado, que se asemeja al oro entretejido. “Nunca le había dedicado tanto tiempo a una obra”, reconoce Paredes, mientras mira las sombras onduladas y los colores del revés del papel que se proyectan sobre la pared.
El artista señala que si bien el quehacer manual, tanto el de los recortes como el modelado en cerámica, son tareas que definen el resultado de las obras, “El oro de los sueños” está ligada a la búsqueda de la felicidad a través de la belleza.
“Se mezclan en ella la capacidad de transformación de las mariposas, cuando llegan a la fase última llamada imago y pueden reproducirse, con la leyenda que dice que al final del arco iris hay un recipiente lleno de oro. Esta obra habla de encontrarse con uno mismo, del deseo de sentirse realmente realizado y la ambición de encontrar la felicidad al final del arco iris. Creo que la felicidad se alcanza a través de la belleza. Hay muchas líneas curvas y también geométricas en perfecta armonía, la técnica del papel calado a mano la aprendí en las clases de una profesora alemana en Oberá, allá en Misiones”, agrega Paredes.
La experiencia del artista suscita el recuerdo de Charles Baudelaire, que, en “El pintor de la vida moderna” asegura que Stendhal se acerca a la verdad más que muchos otros al decir que “lo bello no es sino la promesa de la felicidad”.
Se trata de un fenómeno que sencillamente “ocurre”, como señala Borges cuando se refiere a “la emoción singular llamada belleza, ese misterio hermoso que no descifran ni la psicología ni la retórica”.
Desde el siglo XIX el “síndrome de Stendhal” es el paradigma del síntoma -más o menos intenso- que puede deparar una determinada experiencia estética. El síndrome ganó fama cuando Stendhal contó que estaba en Florencia y abismado ante la belleza del arte, el éxtasis le provocó un vahído.
Hoy, mientras los ideales de belleza caen en el olvido o simplemente, ya no provocan admiración, artistas como Paredes afianzan la conciencia histórica del goce que desde los comienzos de la humanidad depara lo bello. Frente a una obra como “El oro de los sueños”, el ojo del espectador parece estar más atento, su mirada se vuelve más incisiva y la percepción más afinada. En suma, el hombre se ha vuelto más apto para adivinar y detectar las alteraciones sutiles o profundas que lo afectan a través de la belleza.
Por otra parte, en medio de la arquitectura de Pelli (acaso demasiado tabicada en algunas áreas), una mariposa gigantesca y oscura se recorta entre los haces de luz que ingresan por la cúpula vidriada. El crecimiento prodigioso de esta mariposa se percibe como algo extraño. La gracia de sus formas excesivas resulta finalmente inquietante. Acaso un impulso atávico determina el deseo de volver a ese territorio con la tierra colorada y una selva húmeda, dónde bulle la vida.
Consultado el artista sobre qué cambios formales determinó la vida en la ciudad, dado que en la muestra actual hay mariposas, insectos y una vegetación tan enmarañada como la de antaño, responde: “Para comenzar, el color pasó a ser un agente activo, contribuye a crear el clima de la muestra. Busqué voluntariamente la teatralidad, el efecto escenográfico de un jardín donde el tiempo se ha detenido, trato de provocar cierta emoción estética”. En efecto, la irrealidad se percibe en las mariposas gigantescas que vuelan en medio del espacio de una sala, la de bronce bruñido y también las de colores radiantes, rojas, amarillas, naranjas. “Es un jardín artificial, idealizado, imaginado, soñado, ajeno a la realidad”, confirma el artista.
“Toda mi producción gira en torno a la naturaleza y la transformación como eje central”, comentó finalmente Paredes. La muestra curada por Patricia Rizzo estará abierta hasta el 27 de septiembre, de lunes a viernes de 10 a 18.