Fuente: Ámbito ~ Se trata de “El tercer ojo”, en el Malba, compuesta por 120 obras su colección y otras tantas del acervo privado de su fundador, Eduardo Costantini.
La muestra “El tercer ojo”, que reúne alrededor de 120 obras de la colección del Museo Malba y otras tantas pertenecientes al acervo privado de su fundador, Eduardo Costantini, configura la exhibición más exhaustiva y reveladora sobre el arte latinoamericano que se haya presentado en la Argentina. La curadora del Malba, Marita García, elude el relato cronológico y divide las 240 obras de la megamuestra en dos grandes núcleos temáticos: Habitar y Transformar.
Habitar el límite, abre la exhibición con dos obras formidables. Las figuras blancas de Maria Martins que tienden a distanciarse y a abrazarse a la vez, exhiben una tensión extrema y sus formas se recortan sobre las sonrisas elastizadas del “Rompecabezas” de Jorge de la Vega. Frente al afán de expresividad que inspira a estos dos artistas se desvanecen, casi imperceptibles, las formas de la pintura de Armando Reverón. El “Cuadro escrito” de León Ferrari se transforma en puras palabras, y Pettoruti rompe el límite de la representación en 1914 con sus dibujos plenamente abstractos. “Artistas y obras cuestionaron entonces el propio estatuto del lenguaje visual”, señala la curadora.
Luego, en el capítulo “Habitar la tierra” aparece “Abaporú”, la figura de Tarsila do Amaral que, con sus enormes pies le brinda forma al concepto de Antropofagia acuñado en 1928 por Oswald de Andrade. La investigación y el criterio de montaje de la muestra otorgan tanta importancia a la afinidad ideológica como a la semejanza visual y de estilo. Basta ver la pintura de un pequeño oso hormiguero de Vicente Do Rego Monteiro, para recordar la imagen de Tarsila. Figura la elaboración de la cultura europea de Xul Solar y entre quienes recuperan lo arcaico, lo sagrado y el origen precolombino, está presente Gambartes. A ellos se suma el vínculo con la naturaleza. Si los mensajes ecologistas de las coloraciones de Nicolás García Uriburu se hubieran tomado en cuenta, otro sería el destino del mundo. Con la misma potencia, Víctor Grippo presenta la papa como alimento americano generador de energía. Los videos de las geniales Ana Mendieta y Marta Minujín marcan una nueva afinidad con el cuerpo como territorio. Los dibujos de los indígenas del Orinoco completan esta serie.
La perfección de su estructura geométrica y los símbolos elocuentes de la pintura “Composición simétrica universal en blanco y negro” de Joaquín Torres García, abren el episodio Habitar la ciudad. Allí mismo se divisa, caótica, Nueva York, también de Torres García. El surrealismo de Antonio Berni y Juan O’Gorman, junto a unas extrañas fotos de Horacio Coppola previas a la Bauhaus, escolta la colección de pinturas de Xul Solar que posee el Malba.
Habitantes es un capítulo donde el espectador se detiene, porque las imágenes cuentan historias. Una inmensa pintura inconclusa que De la Vega pintó por encargo, llama la atención por los colores vibrantes y una parte inferior a la derecha de la superficie del cuadro, con la tela en blanco.
Una obra cumbre, “La gran tentación” de Antonio Berni, condensa la viva imagen de la belleza femenina unida a la seducción, la riqueza y la capacidad de suscitar el deseo, cualidades que el artista confronta con la fealdad, la pobreza y la culpa, inscrita en la propia carne de la prostituta y los pobres.
Los exilios y desplazamientos, las guerras, están presentes en el “Retrato de Ramón Gómez de la Serna” de Diego Rivera, pintado durante su estancia en Europa. “Tres noches” de Guillermo Kuitca posee el clima angustioso y teatral que caracteriza la década del 80, y alberga su leitmotiv, una camita en un escenario con un cielo estrellado. Rafael Barradas trae el recuerdo de la gran muestra que le dedicó el Malba al vanguardista uruguayo que conquistó al público europeo. En esta sala se encuentran los artistas que salieron a recorrer el mundo y algunos, como Alice Rahon o Carlos Mérida que pintó el retrato de Berta Singerman, contribuyeron a abrir las puertas de instituciones o galerías extranjeras. Rosa Rolanda, una artista escasamente conocida que vivía en Nueva York y cuando se casó con Covarrubias llegó a México, frecuentó el grupo de Frida Kahlo y como ella se retrató vestida como “Tehuana”.
Las cuestiones políticas ingresan con la obra de José Bedia, y este es el lugar de la música, para comenzar está el “El cantor del pueblo” de Pettoruti, el primer cuadro que compró Costantini en una subasta. Además de “George Gershwin. Un americano en París”, de Covarrubias y los músicos de Pablo Curatella Manes. Las pinturas de Cándido Portinari, Agustín Lazo, Pedro Figari y la dulzura de una mulata de Di Cavalcanti concluyen este núcleo.
Transformar
Transformar es un concepto “muy asociado a los desarrollos modernos”. Transformar lo social, pone en escena la procesión política de “Manifestación” de Berni. (El cuadro está en plena investigación con rayos ultravioletas y radiografías que revelan la superposición de capas de materia) Alipio Jaramillo, José Clemente Orozco, Rufino Tamayo, José Restrepo, Claudio Tozzi, Mildred Burton, Antonio Dias, Oscar Muñoz, Cildo Meireles, Fernando Bryce, Pablo Suárez, Eugenio Dittborn y Víctor Grippo, son los artistas empeñados en Transformar la desigualdad social.
Para Transformar la realidad, García investiga “el empleo de la retícula como recurso compositivo clave para el arte moderno que no solo aparece en obras de artistas abstractos como Lidy Prati y Hélio Oiticica”, sino también en Juan Batlle Planas, y Grete Stern, figuras pioneras del surrealismo local”. En Transformar el dispositivo se despliegan las atractivas obras colgantes de Gego, León Ferrari, Daniel Joglar, Mira Schendel, Tomás Saraceno, Rubén Santantonín; los “bichos” de Lygia Clark y el oro de Mathias Goeritz. Allí está el movimiento en la obra de Julio Le Parc, y frente al marco recortado de Carmelo Arden Quin, el tajo de Lucio Fontana, la gota de agua de Kosice y la geometría de Juan Melé, se exhiben las obras de sus descendientes. Aparecen entonces las onduladas maderas de Jorge Gumier Maier, el ornamento de Omar Schiliro y Fernanda Laguna y, entre otros, un diseño de Lucio Dorr.
Para Transformar el cuerpo están las bellísimas esculturas de Victor Brecheret, con un estilo afín a la placidez de un desnudo de Alfredo Guttero y la calma de las mujeres de la terraza de Spilimbergo. Liliana Maresca ocupa un lugar especial con sus obras y la instalación dedicada al trabajo sexual: “Espacio disponible”, el cartel donde añade “Apto todo destino”, su nombre y el teléfono. Los dibujos de Emilio Renart, el retrato de Batato Barea de Marcia Schvartz, los bordados de Feliciano Centurión, y las obras de Wifredo Lam culminan esta serie. Pero el final lo impone con humor el retrato performance del uruguayo Carlos Federico Sáez en 1900, travestido como una mujer y con la cabeza envuelta en un madroño color rojo.
Para Transformar la palabra están las instalaciones de Amalia Pica, Mariela Scafati, Rivane Neuenschwander, Margarita Paksa, Claudia Fontes. Finalmente Frida Kahlo llega para Transformar la vida y la muerte.