Fuente: La Nación ~ Se subastó por 2,9 millones de euros la Mona Lisa de Hekking, una réplica de la célebre pintura de Leonardo da Vinci.
Su aura hipnótica y misteriosa alcanzó dimensiones estratosféricas. Tan potente devino el retrato que Leonardo da Vinci hizo de Lisa Gherardini, una mujer joven, madre de cinco hijos y esposa del rico comerciante de seda florentino Francesco del Giocondo, que otros artistas se lanzaron a pintarla. Son
Gioconda que desatan todo tipo de estudios y elucubraciones, no menos apasionados que el original, como la Mona Lisa de Raymond Hekking, réplica que se quiso hacer pasar por original y que subastó ayer Christie’s por 2,9 millones de euros, una cifra muy superior a los 300.000 euros previstos.
Después de que Da Vinci se llevó a Francia el icónico retrato que comenzó a pintar en 1503, la obra probablemente integró la colección de Francisco I. Mientras permaneció en la Colección Real, durante varios siglos, se realizaron muchas réplicas de la dama.
Lagioconda del Museo del Prado pasó siglos con el fondo ennegrecido hasta que el Museo del Louvre la pidió para que integrara la exhibición La última obra maestra de
Leonardo da Vinci, Santa Ana. Contra reloj, entre 2011 y 2012, antes de enviar la obra al museo parisino, el equipo de restauradores del Prado trabajó en la limpieza del fondo de la pintura. Fue tan impresionante el impacto que experimentaron al ver qué había debajo del negro azabache que no lograron salir de la fascinación: hallaron el mismo paisaje de la Gioconda.
Pero una segunda revelación dejó a todos aún más atónitos. Con luz infrarroja que permite visualizar las capas escondidas debajo de los pigmentos de pintura, descubrieron que la obra tenía exactamente las mismas correcciones que la pintura de Da Vinci. Dedujeron que ambas se habían hecho al mismo tiempo, en el mismo sitio y usando la misma modelo: se trata, entonces, de una copia creada en el taller del genio florentino en simultáneo al cuadro original. Y hasta quizás, se ilusionaron algunos, tenía alguna pincelada del maestro. Si bien es cierto que estamos frente a la copia de la Gioconda más temprana conocida hasta ahora, falta la clave del espíritu leonardesco: el sfumato. Aunque no se sabe con certeza cómo llegó a España, la Gioconda del Prado figura en el inventario desde la apertura del museo, ya hace 200 años.
Ese espacio brumoso del sfumato de Da Vinci requiere una destreza que pocos poseen. La Mona
Lisa realizada en el siglo XVII, que Sotheby’s de París sacó a remate en 2019 con una base que no superaba los 90.000 euros y que finalmente se vendió en 552.000, carece de la sutil técnica. La colección de The Walters Art Museum, en Baltimore, EE.UU., posee otra copia de la
Gioconda, pintada entre 1635-1660, en la que tampoco se logró el efecto del sfumato.
Como en la pintura de Da Vinci se ve parte de las bases de dos columnas a cada lado de la figura, los copistas pintaron columnas completas suponiendo que, de este modo, se acercaban al supuesto original. Sin embargo, desde Walters Art Museum niegan esta versión: “Extensos exámenes técnicos del panel del Louvre y de la pintura a lo largo de sus bordes han demostrado de forma concluyente que el cuadro no fue recortado y, por tanto, nunca hubo columnas en los bordes laterales”.
También en la juvenil Mona Lisa de Isleworth, que hoy pertenece a la Fundación Mona Lisa, se incluyeron las columnas. Pintada sobre un lienzo, la obra estuvo guardada en un estudio en el suburbio londinense de Isleworth antes de ser enviada a los Estados Unidos para protegerla durante la Primera Guerra Mundial.
John Myatt (Staffordshire, Reino Unido, 1945), uno de los más conocidos falsificadores de arte, pintó Mona Lisa: el secreto en el ojo después de cumplir su condena por falsificar pinturas de Picasso y Matisse, entre otros maestros del siglo XX. Hoy Myatt hace “falsificaciones genuinas” (pinturas al estilo de artistas famosos), además participa en programas de tevé y asesora a la policía de su país sobre obras apócrifas.
Su réplica de la Gioconda tiene inserta en el ojo izquierdo una miniatura del cuadro (de menos de un milímetro cuadrado) hecha por el reconocido microescultor británico Willard Migan, capaz de hacer piezas que caben literalmente en la cabeza de un alfiler. Para hacer la imagen de la Gioconda en miniatura, que lleva un marco en oro de 24 quilates, Migan usó un sofisticado microscopio y herramientas que fabricó él mismo, como un fragmento de diamante atado al extremo de un alfiler. ¿Qué hubiera pensado Leonardo?