Un artista argentino y anarquista en España

Fuente: Página12 ~ A poca distancia de Rosario, en Funes, hay un atelier artístico donde el tiempo parece detenido: tiene la magia de los estudios de aquellos artistas que soñaban y creaban, entre óleos y trementina, en esos barrios, en los días que París era una fiesta.

Es la casa, hoy museo, de Gustavo Cochet

Allí vivió sus últimos años el polifacético artista: pintor, grabador y escritor.

A la hora de señalar su origen, Gustavo respondía: Rosario. En realidad, había nacido en la pequeña localidad de Carlos Pellegrini en 1894, donde su padre, un inmigrante francés, fue el primer maestro de la escuela rural de la zona.

Tal vez el afán de ver mundo sumado al anhelo de consagrar su vocación artística fueron determinantes en su mudanza a Barcelona en 1915, adonde llegó con apenas 5 pesetas.

Después de sobrevivir trabajando en distintos oficios, al fin entró al taller del reconocido Joseph Dalmau.

Cochet creció como pintor y grabador, a la par que en la ciudad condal adhirió al anarquismo vinculándose con la CNT.

También fue en Barcelona donde encontró a quien se convertiría en su compañera de vida, Francisca Alfonso, con quién tendría dos hijos.

Por esos años, trabajó con alternancia en París y Barcelona.

En 1936, en Barcelona junto a su familia, lo encuentra el golpe de estado

«El 19 de julio de 1936 cerré las puertas de mi taller en Barcelona ¿En qué podían servir mis pinturas al pueblo en armas en su magna lucha? Me consideré un miliciano más y si nunca tiré un solo tiro fue porque para eso sobraban valientes, sino también lo habría hecho; pero no rehuí ningún peligro haciendo lo que estaba a mi alcance y con las mismas esperanzas para alcanzar el triunfo final», escribió en Diario de un pintor, publicado por Editorial Conducta, en Buenos Aires, en 1940 .

En los casi tres años que duró la guerra de España, Cochet se puso al servicio de aquella revolución que iba a la par del combate al fascismo.

Ese nuevo mundo que asomaba, debía ser comprendido por las mayorías.

Por ello, los pinceles cedieron su lugar a la gubia del grabado y a la pluma. Son numerosos sus aportes en la prensa anarquista, sobre todo a Tierra y Libertad.

Aunque quizás su labor más trascendente es haberse puesto al servicio de la difusión de los ideales por los que se luchaba. Caminando la retaguardia con muestras de arte y obras de teatro. Gustavo fue un miliciano de la Cultura, en la tradición de la Barraca en la retaguardia republicana.

Cochet fue grande en lo suyo.

Sus obras pueblan paredes de museos nacionales y sus grabados de inspiración goyesca también se exhiben en Barcelona. Son los Caprichos, en donde refleja la atrocidad de la guerra española

Con la derrota, la familia emprendió el camino de miles en la Retirada.

Su condición de argentino-francés, lo libró de los campos. En Collioure, donde llegaron cruzando los Pirineos, fue uno de los pocos que estuvo al lado de Antonio Machado en sus últimas horas.

«En Collioure, en un pequeño hotel la dueña una señora cuarentona todavía guapa, lloraba con sincera aflicción…Respirábase una paz absoluta, las ventanas tras las cortinas bordadas, dejaban ver las montañas. El poeta Machado parecía dormir plácidamente, pero su sueño era el de la eternidad; enfermo, vencido, subiendo y bajando esas montañas, había llegado hasta allí para morir lejos de su suelo patrio, al que con tanto amor le había cantado. El entierro: un refugiado, un extranjero, un rojo. A los pescadores de Colliure, gentes humildes y buenas, no les preocupaba tal cosa, sabían que era un poeta, un hombre en desgracia, perdido y derrotado. Eso era más que suficiente para que se conmovieran… y lo acompañaran con profunda pena. El alcalde y el pueblo que había acudido al duelo; al que solo faltaron el cura y los potentados; lo despidió con sentidas y emocionantes palabras… Y en mi pecho se ahogó una pena muy honda», sigue el relato en su diario.

Cochet, su esposa Francisca y el hijo de ambos, Fernando de 17 años entonces, fueron repatriados en el Belle Isle el 18 de junio de 1939.

Radicado en Santa Fe, luego en Rosario y finalmente en el entonces pueblo de Funes, Cochet -luego de alternar unos años la enseñanza con su actividad artística-, finalmente abandonó toda otra ocupación para dedicarse al arte por el resto de su vida.

Hasta que nos dijo adiós el 27 de julio de 1979.

Dejaba el legado de su obra, el ejemplo de un hombre fiel hasta el final a sus ideas y una propuesta para las Bellas Artes: el arte proletario no sólo debía reemplazar protagonistas, debía educar y preparar al pueblo para un mundo nuevo.

Museo Gustavo Cochet, una visita obligada para los rosarinos.

¡Gracias Silvia Cochet por compartir la memoria de tu abuelo!

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