Fuente: La Nación ~ Para el gobierno porteño se trata de un “ejemplo perfecto” en el plan para reconvertir el microcentro en una ciudad de 15 minutos.
Un edificio con una obra de arte frente a la entrada principal; que es de oficinas pero también es centro cultural. Con salas de exposición de arte y un auditorio para conciertos y obras teatrales -sin butacas- y espacios gastronómicos que incluyen un café de autor -cuyo “decorado” son las mismas obras de arte- y un rooftop con una vista soñada a la cúpula de la catedral y la Plaza de Mayo. Todo esto se fusiona en ARThaus, un proyecto disruptivo que le cambió la cara a un edificio que hasta ahora sólo albergaba una entidad bancaria. Por todo esto, referentes del espacio urbano dentro del gobierno porteño lo califican como el “ejemplo perfecto” de hacia dónde debe girar la reconversión del microcentro, para consolidar el tejido urbano y convertir la zona que quedó cuasi desértica por la pandemia en una ciudad de 15 minutos.
La gran pregunta es ¿cómo lograr que la gente quiera mudarse al microcentro? Más allá de apostar a proyectos que contribuyan a la adaptación de edificios enteros en residenciales, la inversión económica y el otorgamiento de créditos y facilidades para tentar a inversores y futuros residentes, el cambio debe contemplar otras cuestiones clave como el acceso a servicios, espacios gastronómicos y atracciones.
El arte, en ese sentido, tiene un rol fundamental en la reconversión de las ciudades. Desde el Soho en Nueva York o el barrio Wynwood, en Miami, hay un montón de ciudades en las que el arte modificó el contenido, “las humanizó”. Así lo piensa Andres Buhar, compositor de música y desarrollador inmobiliario que comenzó con la creación de ARThaus. Con una inversión total de casi US$3 millones -entre los espacios de arte, los gastronómicos y la refacción del edificio-, nace este nuevo espacio interdisciplinario en el edificio ubicado en la calle Bartolomé Mitre 434, a pocas cuadras de Plaza de Mayo, donde hasta hace poco funcionaba el Banco Supervielle.
“Más que generar un distrito de arte lo pienso bajo este concepto de ciudad de 15 minutos. ARThaus se trata de apostar a la mixtura y no que sea todo una sola cosa”. Con tecnología moderna, incluye dos salas de exposición (de aproximadamente 300 metros cada una), laboratorios de creación, auditorio multidisciplinario de conciertos –para eso convocaron al especialista Gustavo Basso, responsable de la acústica de las salas más importantes, como la del Teatro Colón y la Ballena Azul del CCK-, cine, artes escénicas y performance. y un auditorio de primer nivel.
Por qué es un “caso ancla”
Con el arte y la cultura como elementos claves que se complementan en este edificio, desde el gobierno porteño ya lo referencian como “un caso ancla” en la campaña que invita a “mudarse al microcentro”. “Consideramos que se trata de un proyecto muy importante. Es uno de de los primeros casos testigo (sino el primero) en dirección hacia la política que queremos llevar al área central, como un lugar con mayor mixtura de usos y más equilibrada, frente al anterior paradigma en el cual más del 72% de las parcelas eran destinadas a oficinas. Por eso, todos los edificios de oficinas que puedan transformarse a usos de viviendas o tendientes a usos complementarios a la vivienda lo celebramos”, señaló a LA NACION Álvaro García Resta, Secretario de Desarrollo Urbano de la Ciudad de Buenos Aires. El funcionario remarcó que ARThaus “representa una mixtura de usos en sí mismo”, y además, “marca tendencia” en una calle como Bartolomé Mitre en la que hay muchos bancos y muestra el potencial transformador.
Es en este sentido, que para reforzar este concepto abierto y flexible a la identidad de ARThaus, se agrega una propuesta gastronómica novedosa. Se trata de un doble espacio: en la planta baja del edificio, un bar que convive con la estética abierta y las obras de arte que se exhiben y arriba un rooftop en la terraza, que también apunta a tener sus propia exhibiciones artísticas y teatrales.
El arte se derrama desde la fachada del edificio. Además de la obra de Gabriel Chaile, Mamá luchona -una estructura de hierro, adobe, huevos, alambre y yeso de cuatro metros de altura, un homenaje que el artista le dedica a las madres solteras-, que se exhibe frente a la entrada principal, también diseñan un grafiti de una lagartija de 100 metros para pintar en el exterior lateral. La elección del dibujo no es aleatoria. Tiene que ver con la reproducción de esta especie por las elevadas temperaturas y su relación con el cambio climático. “Representa esto de generar situaciones que modifiquen la relación con el entorno. Este sigue siendo un edificio de oficinas pero también es un espacio de arte, de encuentro”.
Buhar reconoce en su identidad una “historia dual” entre el mundo del arte y el real estate. “Mi viejo tenía una empresa familiar industrial y estaba en el tema de los desarrollos inmobiliarios. Cuando empecé con el mundo de la música iba y venia entre las dos cosas. Con este proyecto encontré la forma de fusionar mis dos gustos. Más que ponerme a componer o hacer algo artístico me enfoqué en poner en marcha esta cosa de gestión. La noche de los museos, por ejemplo, es una idea brillante de cómo generar interés. La convocatoria llega a gente que en todo el año jamás pisa un museo. Tenés el Cabildo abierto todo el año pero y hay personas que sólo van ese día. ¿Por qué se da esto? Porque van por la experiencia”. De eso se trata ARThaus: sacar el arte de la rutina, de lo normativo, lo obligatorio. Un espacio que invita a vivir una experiencia diferente. “En general la cultura está muy ligada a la educación, y muchas veces ligada a la obligación. Se trata de devolverle la frescura al arte”.
Cómo nace el proyecto
A pesar de que el timing parece perfecto, este emprendimiento nació antes de los planes de reconversión del microcentro del gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. Inicialmente, Buhar lo pensó más orientado a la música por sus propias raíces como compositor. Pero el empresario quería un proyecto que no se limitara a un nicho. “La idea no es apuntar a que vengan sólo los especialistas en música contemporánea, por ejemplo. Sino apuntar a la mezcla de disciplinas como una cuestión de apertura. Creo que esto se logra ya desde la puerta con la obra de Mamá luchona y tiene que ver con todo lo que ofrece; el teatro sin butacas, las exposiciones itinerantes. En las exposiciones de artes visuales suele suceder que el día de inauguración va todo el mundo y después quedan los salones vacíos. Entonces pienso, ¿cómo logramos que haya circulación? Ahí surgió esta idea que me pareció muy enriquecedora de pensar todo junto. La mezcla de las artes”.
Originalmente, cuenta que la idea era sumar este espacio en un proyecto de un edificio que el desarrollador planea construir en Puerto Madero. Pero, cuando explotó la pandemia del coronavirus, Buhar vio una oportunidad en esta desertización que se apropió de la zona céntrica con el cierre de oficinas y locales, producto del aislamiento obligatorio. “Me pareció interesante que se haga acá porque me parecía que el espacio tomó cierta actualidad. Ya sea para negarlo, desde el vacío que se forma. Creo que en todo vacío hay un espacio interesante que se abre. Como en esto del vacío y lo lleno, el arte tiene mucho que decir”.
Lo interesante, dice, está precisamente en “ubicar algo en un lugar donde no esperás que esté”. “Sería el último lugar donde lo pondría y esa idea le dio una fuerza que fue surgiendo. Cuando lo pensamos no estaba aún el plan de reconversión del microcentro. Pero cuando se dio a conocer, me pareció que cuadraba perfecto. Y en un concepto que apunta a sumar más viviendas residenciales en la zona, toma aún más fuerza”.
Aunque la inauguración oficial del espacio está prevista para marzo de 2023, ya hay varias experiencias que se pueden vivir a la par de las obras del edificio. El 16 y 17 de noviembre se realizó un pre- estreno de una obra de teatro, llamada Revoluciones por minuto, que se pensó en esa dinámica del espacio sin butacas ni escenario, donde el público rodea a los protagonistas de la obra y se genera una sinergia entre concurrentes y actores. La obra va a estar tres meses a partir de diciembre en el salón con una capacidad para entre 100 y 120 personas.
“Queremos lograr una sinergia entre disciplinas. Un lugar que es teatro y a la vez es música y artes visuales. Está pasando mucho que las fronteras entre las disciplinas están cada vez más difusas. Por eso buscamos experiencias que tengan que ver con eso. Está todo esta entrelazado y vamos en contra del nicho. Por ahí viene un amante de la música contemporánea y se llevas además otra cosa. Por ejemplo, vamos a hacer un desfile de una diseñadora de Catamarca que hace prendas que son objetos de arte, y nos planteó que el evento tenga música contemporánea. Entonces, capaz viene alguien a ver el desfile que jamás escucharía esa música o viceversa, y se lleva una sorpresa con lo que se encuentra, como ir a una reunión y entablar conversación con alguien que no conocés y la pasas muy bien con esa experiencia nueva”.
Cómo será el espacio gastronómico
El espacio apunta a ofrecer algo más que un almuerzo o cena, con las vistas a la Ciudad y el arte entrelazado a comida gourmet. El restaurante que aún no tiene nombre estará en la terraza del edificio y abrirá en octubre de 2023.
¿Cómo está pensado el espacio? El ascensor y escaleras centrales dividen la terraza en dos: por un lado estará el restaurante y, por el otro, una terraza a cielo abierto pensada para eventos que tendrá, además, una exposición de arte permanente.
“Venís a comer y tenés una obra de teatro en la planta baja. Pero, además, pensamos la idea de contar con artistas en la terraza.” El proyecto gastronómico apunta a cambiar el rol que tienen hoy los restaurantes y bares de los museos, que suelen estar “al costado”. Como una especie de actor de reparto. “La gente visita el museo y quizás toma un café o come algo pero sin buscar esa experiencia en sí. Esto viene ligado a una cultura en la que el arte es arte con mayúscula y la comida está ligada a la diversión. Visitar un museo es más parecido a recorrer una iglesia. Por eso nos apartamos de este camino y proponemos una sinergia: un encuentro que genere que el público quiera volver”.
El diseño moderno, que busca aprovechar las vistas a la cúpula de la Catedral y la Plaza de Mayo, estará a cargo del arquitecto y artista Mauro Bernardini. En cuanto a la comida, ofrecerá cocina contemporánea, con una barra que ocupará un lugar importante para “potenciar la experiencia”.
En el otro lado de la terraza a cielo abierto estará en exhibición el Baptisterio del colectivo de artistas Mondongo, que integran Juliana Laffitte y Manuel Mendanha, que estuvo en la galería Barro de La Boca. No será solamente la mudanza de esa capilla multicolor formada por más de cuatro mil bloques de plastilina, sino que ampliarán y acondicionarán la obra para que pueda funcionar en un espacio abierto y de estas características. “Es un espacio en el que se podrán realizar desde eventos corporativos y sociales hasta conciertos”, añade Buhar.