Fuente: Perfil ~ Tiene 37 años, nació en Estambul pero reside en Los Ángeles. Refik está calificado como el artista digital más influyente del momento y una de sus “máquinas de alucinaciones” se exhibirá en nuestro país con una puesta inmersiva e interactiva. Para esta obra, cuyo debut fue en la Art Basel 2021 de Miami, el artista procesó casi dos millones de fotos.
Refik Anadol es un caso que conjuga innovación e inteligencia artificial, en una investigación que ya lleva algunos años y que lo posicionó como uno de los artistas digitales más influyentes del mundo. Nacido en Estambul (Turquía) en 1985, actualmente reside en Los Ángeles donde dirige Refik Anadol Studio y RAS LAB, desde las que investiga y desarrolla enfoques innovadores para las narrativas de datos y la inteligencia artificial. Refik es profesor del Departamento de Artes de Medios de Diseño de Universidad de California (UCLA), donde él mismo logró su segunda maestría en Bellas Artes. Su obra Machine Hallucinations: Coral (máquinas de alucinación: coral), podrá verse por primera vez en Argentina –de manera gratuita–el lunes 3 de octubre en el Teatro Colón junto a la Orquesta Académica del Instituto Superior de Arte del Teatro, dirigida el maestro Pablo Bocchimuzzi. El evento forma parte de la Semana del Arte que comenzó el 27 de septiembre y lo organiza Artbag, compañía de soluciones blockchain y NFTs, y el Ministerio de Cultura porteño. Las “máquinas de alucinación” de este artista pueden sonar, para quien no esté al tanto del avance de las exploraciones y las herramientas digitales, a un delirio propio de novelas de ciencia ficción.
En 2019 Rufik diseñó la primera máquina de este tipo, en ArtecHouse, un espacio dedicado al arte digital de Nueva York. Para la misma procesó unas trescientas millones de fotos de esa ciudad, luego borró los rastros humanos de ese voluminoso material, y se quedó con diez millones de fotos y alimentó con ellas a un algoritmo que genera asociaciones visuales. El ejemplo con la Estatua de la Libertad, en ese sentido, es muy ilustrativo: al ver las múltiples fotos sacadas desde diferentes ángulos, el algoritmo genera una imagen en movimiento que representa a la figura en su entorno. Respecto a este resultado, Rufik comentaba: “La máquina ve esa información como un humano. Pero el resultado se parece más a recuerdos colectivos que a recuerdos personales, porque un edificio en Nueva York puede ser explorado desde miles de perspectivas, últiples ángulos y en diferentes épocas del año. Es un ‘recuerdo honesto’ de una máquina, aunque más totalitario: siente todo y a todos en simultáneo”.
Estas obras de Refik, además de ser NFTs, son complejos entramados conceptuales que plantean problemáticas acerca del vínculo del hombre con la tecnología y, por añadidura, con su entorno. Él se presenta como un media artist y director, y dice que halla su inspiración en una suerte de toma de conciencia que definía así: “No me inspira la recuperación de datos, sino en hacer que la audiencia se de cuenta de que existen estos datos que olvidamos. Cómo estas máquinas, las redes sociales, todo lo que nos rodea está registrado datos. Pero ¿somos conscientes de eso?”.
ADN digital. Un NFT (non fungible token, por sus siglas en inglés) es un token no fungible. Hay poetas que dicen que los sinónimos no existen, pero si se acude al a veces necesario diccionario de sinónimos, fungible es “agotable”. A su vez, un token es la representación digital de algo que tiene valor dentro de la blockchain. Es decir, de un registro electrónico público que se puede compartir abiertamente entre usuarios, creando así uno nuevo, inmutable de las transacciones que hacen. Los NFTs, entonces, son activos digitales certificados sólo dentro de la blockchain, y su criptografía los hace únicos y no se pueden intercambiar entre sí. Esto, obviamente, no quiere decir que no pueden hacerse trueques, sino que uno no puede reemplazar a otro. De este modo, se puede acreditar que la persona que compra un NFT es su único propietario.
Este lenguaje digital es una nueva variante en el mercado del arte. Y, si bien el arte digital constituye una esfera en sí misma, hay cada vez artistas que ingresan y por eso, obras de este tipo comenzaron a sumarse en la oferta que tienen galerías, bienales y exhibiciones.
De la playa al Colón. La propuesta Machine Hallucinations: Coral es considerada una de las obras más importantes de la historia del arte digital. La primera vez que se expuso fue en la playa del Faena Hotel durante la Art Basel Week 2021, en Miami. Ximena Caminos es argentina, co-fundadora de Aorist –entidad que comisionó este primer proyecto artístico público de Refik–, y fue la curadora de dicha obra. “Refik es uno de los artistas digitales más interesantes de su era”, explica a PERFIL Caminos, desde Miami. “Y creo que es uno de los pocos que va a pasar a la historia. Es un genio, es brillante y trabaja con técnicas increíbles, innovativas y por eso, es un pionero en este campo. Lo que hizo con la colección del MoMA (Museo de Arte Moderno de Nueva York), en la NASA…Refik tiene una estética muy definida. Con Machine Hallucinations sumó sustentabilidad, esto es, con la venta de la obra, se donó una parte para el cuidado de los océanos”.
Para esta obra, Refik y su equipo reunieron 1.742.772 de imágenes de corales que son de uso público en la redes sociales. Luego procesó y clasificó para arribar a esta propuesta de casi cuatro metros de altura. “Machine… se centra en lo esencial que es para nosotros conservar nuestros océanos”, explicó en 2021 Refik. “Y demuestra que cuando existe una colaboración armoniosa entre la máquina, el hombre y la naturaleza, el resultado puede ser poético, hermoso y con suerte, inspirar el cambio. En los últimos cinco años, nuestra exploración de Machine Hallucinations se ha inspirado en los millones de fotos de naturaleza, desde paisajes terrestres y acuáticos, hasta planetas y estrellas denuestra galaxia y más allá. Espero que estas reflexiones sobre la naturaleza hayan llamado la atención sobre la importancia de preservarla”. Esta obra se vendió en 2021 en 851.130 mil dólares y su comprador David García –CEO de Borderless Capital– donó 180 mil dólares para proteger los corales de La Florida.