Fuente: La Nación ~ En un aguafuerte de Rembrandt de 1638 titulada Adán y Eva en el Paraíso, aparecen dos símbolos del bien y el mal. Mientras la pareja contempla la manzana emponzoñada, un dragón sobrevuela ominosamente la escena, como imagen de la tentación. Y en el fondo, un pequeño y contundente elefante retozando al sol, signo de la castidad y de la gracia divina. El significado de esos símbolos, aunque hoy nos sean lejanos, debía resultar muy reconocible en la Europa del siglo XVII.
El dragón era fruto de su imaginación, pero el elefante parece sorprendentemente realista. ¿Cómo hizo Rembrandt, que nunca puso un pie fuera de los Países Bajos, para saber cómo era un elefante? La respuesta a esa pregunta llega en la forma de una exhibición, Hansken, la elefanta de Rembrandt, en el Museo Casa de Rembrandt en la ciudad de Ámsterdam. La muestra, que podrá verse hasta el 29 de agosto, cuenta la historia de una elefanta asiática que fue llevada a los Países Bajos en el siglo XVII, pasó el resto de su vida en Europa y se convirtió en un objeto de atracción famoso y muy popular.
La vida de esa elefanta ha sido una extraña obsesión durante casi dos décadas para el naturalista e historiador del arte holandés Michiel Roscam Abbing. En 2006, Abbing publicó un primer libro breve sobre Hansken, pero durante los siguientes 15 años siguió investigando en busca de documentación adicional sobre el derrotero y la biografía de la elefanta, trabajó que reunió en un nuevo libro y que condujo a la actual exhibición en la Casa Rembrandt.
Y lo que Abbing descubrió es que durante su corta vida de apenas unos 25 años, Hansken tuvo una enorme importancia en el arte, el entretenimiento popular y la ciencia de su época: Rembrandt la representó al menos tres veces, la elefanta viajó a los países bálticos en barco, y a pie hasta Dinamarca y de ahí hasta Italia, y se convirtió en el primer ejemplar de elefante asiático descrito por la ciencia occidental.
“La historia de Hansken es muy trágica y a la vez fascinante”, dice Leonore van Sloten, curadora de la Casa Rembrandt. “Es increíble descubrir que se ha conservado tanta información sobre un animal. Fue trasplantada a un mundo al que no pertenecía -agrega-, pero hoy se ha convertido en una especie de ventana a cómo era la vida en ese momento”.
Hansken nació en 1630 en la isla de Ceilán, actualmente Sri Lanka. La Compañía Holandesa de las Indias Orientales estaba comerciando con la isla, y el gobernante de los Países Bajos, el príncipe Federico Enrique de Orange-Nassau, le pidió a sus funcionarios que le enviaran un elefante joven como curiosidad. Antes de la era moderna, los elefantes eran una verdadera rareza en Europa. “En el siglo XV, en Europa había un elefante”, dice Abbing. “Y sabemos que en el siglo XVI había dos o tres, al igual que en el siglo XVII.”
El viaje desde Ceilán duró unos siete meses y la elefanta Hansken llegó a los Países Bajos en 1633. El príncipe Federico Enrique la mantuvo en sus establos reales, junto a sus otros animales exóticos. Pero, tal vez debido al costo y la dificultad de su mantenimiento, más tarde se la entregó a un pariente, el conde Juan Mauricio de Nassau.
Hansken cambió de manos al menos dos veces más hasta que Cornelis van Groenevelt, un aspirante a artista del espectáculo, la compró por 20.000 florines (el equivalente a medio millón de dólares de la actualidad); con él pasó el resto de su vida y fue quien la llevó de pueblo en pueblo de Europa como atracción. Van Groenevelt le enseñó a hacer trucos —a cargar una balde con la trompa, a acostarse, empuñar una espada y hasta a disparar un arma de fuego— que fueron representados en grabados del artista suizo Jeremias Glaser, y en dibujos y grabados de artistas desconocidos, a veces como publicidad del espectáculo ambulante de la elefanta.
Una de las primeras paradas de Hansken fue en Ámsterdam, en 1637, y probablemente esa haya sido la primera vez que Rembrandt la vio. Ese mismo año, el artista hizo un boceto detallado del animal, capturando con especial detalle la texturas y pliegues de su piel y la curvatura de su lomo. El dibujo probablemente sirvió como estudio para el grabado posterior de Adán y Eva.
“A Rembrandt le interesaba el animal como tal y no los trucos que sabía hacer”, dice Abbing. “Los demás artistas se enfocaron en Hansken disparando un arma o cargando un balde con agua, pero Rembrandt no, quería era captar al elefante en sí.”
Abbing logró documentar fehacientemente la llegada de Hansken a por los menos 136 ciudades y pueblos de Europa. La elefanta visitó Ámsterdam cuatro veces durante su vida y Rembrandt pudo haberla visto en dos o tres de esas oportunidades. Hacia 1641, la volvió a dibujar en tres versiones, representándola desde varios ángulos y en diferentes poses: comiendo, reclinada y caminando.
Después de años de giras y actuaciones, probablemente descuidada y mal alimentada —los europeos sabían poco y nada sobre el cuidado de un animal así—, Hansken se derrumbó en la Piazza della Signoria, en pleno centro de la ciudad de Florencia, Italia, el 9 de noviembre de 1655. Tenía alrededor de 25 años. Sus momentos finales fueron capturados en tres dibujos por un artista italiano, Stefano della Bella, que casualmente se encontraba en el lugar.
Tras años de giras y actuaciones, probablemente descuidada y mal alimentada, Hansken se derrumbó en la Piazza della Signoria, en pleno centro de la ciudad de Florencia, Italia, el 9 de noviembre de 1655.
“Al principio no quedaba claro lo que había sucedido, y algunos pensaban que había sido envenenada”, dice van Sloten. Después de un examen médico, se determinó que había muerto de fiebre a causa de una infección: tenía graves abscesos en las patas.
Van Groenevelt le vendió el cuerpo de Hansken al gran duque de Toscana, Fernando II de Médici, un hombre muy interesado en las ciencias naturales. El gran duque hizo que el cuerpo de Hansken fuera estudiado y descrito extensamente en la literatura científica. Más tarde, tanto su cuero como su esqueleto se exhibieron en la Galería de los Uffizi.
La piel de Hansken se deterioró y en el siglo XIX fue desechada, pero el esqueleto de la elefanta sobrevivió y hoy forma parte de la colección permanente del Museo della Specola de la Universidad de Florencia. Su cráneo fue cedido en préstamo a la Casa Rembrandt y forma parte de la exposición actual. “No hay huesos que puedan verse de ningún otro contemporáneo de Rembrandt, ni siquiera los huesos del propio Rembrandt”, dice van Sloten. “Así que la sola idea de estar frente a los restos de Hansken es totalmente increíble.”