La deriva en espiral de Antoni Tàpies

Fuente: Clarín – Hay abstracción, hay enfermedad, hay color, hay transparencias, hay monumentalidad, hay política, hay dolor, hay órganos sexuales. La mayor cantidad de obras de Antoni Tàpies reunidas hasta ahora impactan en un espectro de emociones que requiere transitar con detenimiento. O dejarse llevar por las salas con la intuición como única guía. Leer los títulos a golpe de vista y dejar que el rodeo y el rumor hagan su parte. Una entrega a lo que las imágenes puedan despertar. La práctica del arte, la gran retrospectiva del artista y escultor organizada por la fundación que lleva su nombre, en homenaje por el centenario, permite reubicar la obra de Tàpies en la historia del arte más reciente. Pero es el acercamiento afectivo, a través de los vínculos entre la vida y la obra del artista que se plantean en la exposición, los que ponen cuerpo a una trayectoria descomunal –Tàpies llegó a producir 9000 piezas, en diferentes registros, lenguajes, en casi 70 años–. Siempre con una búsqueda marcada por lo inasible de la condición humana.

“Intento que mi pintura sea útil… La pintura es mi terapia. Es mi forma de aprender a vivir conmigo mismo, de entenderme a mí mismo, de entender el mundo que me rodea y también de ayudar a los demás. Sin embargo, no puedo evitar sentirme abrumado por las tragedias que tienen lugar en el mundo y que parecen empeorar cada vez más… Y, guerras aparte, no puedo ignorar el hecho de que nuestra denominada sociedad del bienestar es, por encima de todo, una sociedad de consumo que hunde sus raíces en la destrucción de la naturaleza, en injusticias incontables y en un sufrimiento generalizado. Tiene una importancia vital que la gente se dé cuenta de ello”. Se lo dijo el artista a Manuel J. Borja-Villel, uno de los mayores expertos en su obra y esta vez el curador de la monumental retrospectiva. También dirigió el museo del artista en Barcelona entre los años 1990 y 1998, donde hoy se exhibe la muestra hasta enero de 2025. Antes, pudo apreciarse en el BOZAR-Palais des Beaux-Arts, en Bruselas, y más tarde pasó por el Museo de Arte Reina Sofía de Madrid, donde las instalaciones del Edificio Sabatini habilitaron la mayor cantidad de piezas, unas 220 llegadas de colecciones de todas partes del mundo.Evolución de elementos en la obra de Antoni Tàpies. Terra Negra, 2003, con incrustaciones estilo collage.Evolución de elementos en la obra de Antoni Tàpies. Terra Negra, 2003, con incrustaciones estilo collage.

Abarcar una vida-obra así implica cierto sistema. “La evolución no se fundamenta en una progresión, en un quemar etapas, en un desarrollo lineal; sino en las superposiciones, repeticiones y ritornelos”, destaca en el catálogo el curador. El paso del tiempo, que para Tàpies transcurre en espiral, se advierte por las mutaciones que marcan su obra desde las materias de los años cincuenta a los barnices de los ochenta. Las salas se suceden con un marcado sentido político y, a la vez, poético.

Antoni Tàpies (1923-2013) fue un auténtico autodidacta, que se acercó al arte a través de la enfermedad. Postrado en la cama a los 18 años, con tisis, se replanteó su vocación hasta decidirse a ser artista. Esa afección pulmonar lo mantuvo además convaleciente entre 1942 y 1943, período que aprovechó para copiar dibujos y pinturas de Van Gogh y Picasso. Ambos maestros interfirieron en su su lenguaje plástico, que también incluyó símbolos como la cruz, caligrafías autorreferenciales, incisiones, paisajes y la ambigüedad del cuerpo y la sexualidad. En cama comenzó a hacer autorretratos, el primer recurso de experimentación para muchos artistas, pero el trabajar a partir de sí mismo se extendió a la repetición de su propio lenguaje en los muros, con la cruz/T tanto de su apellido como del nombre de su esposa (Teresa Barba) o con las burbujas, en un acto de situarse en el mundo y entender las relaciones con los demás y con el entorno, con algo de humor. Aunque llegó a enojarse cuando le preguntaban si era figurativo o abstracto: era las dos cosas a la vez.Y el barniz, que otorgaba transparencia e incertidumbre, en Antoni Tàpies, Vernís i insectes, 1991. Y el barniz, que otorgaba transparencia e incertidumbre, en Antoni Tàpies, Vernís i insectes, 1991.

Representante distinguido del informalismo de la posguerra en Europa, en 1948, junto a otros pintores, poetas y teóricos fundó el grupo de vanguardia Dau al Set, clave en la renovación artística tras la Guerra Civil. Fue la época del lirismo en los títulos, los elementos geométricos y el color. Tras conocer a las vanguardias internacionales en París, comenzó a impregnar sus creaciones de carácter político y literario. Entonces llegó la experimentación con la materia que no abandonaría hasta el final; antes tuvo gran reconocmiento internacional.

Con 38 años, realizó una gran antológica en el Museo Guggenheim de Nueva York, fue fichado por importantes galerías como Martha Jackson en Nueva York o la Galerie Maeght de París, y tras la invitación a participar en documenta III de Kasel, donde los curadores le pidieron obras en un formato más grande, comenzó a trabajar en las monumentales obras que hoy están en las principales colecciones públicas .Autorretrato de Antoni Tàpies, 1945-1947. Autorretrato de Antoni Tàpies, 1945-1947.

Sus dibujos, collages, pinturas, objetos y esculturas, compuestos por papel, cartón, madera, polvo de mármol, bronce o barniz, entre otros muchos elementos, plantean nuevas formas estéticas para pensar el mundo contemporáneo, desde una perspectiva basada en la materia y la existencia.

Liberado de los prejuicios académicos, se animó a experimentar con el papel y el cartón, una de las facetas menos conocidas de su obra que recién el año pasado se destacó en una exposición, Tàpies. Maderas, papeles, cartones y collages, en el rebautizado Museu Tàpies.

De su compromiso político antifranquista, la exposición destaca un recorte de diario de 1959, con un artículo titulado “No muestren mis obras”, que el artista utiliza para hace pública su negativa a participar en exposiciones organizadas por el régimen. En 1962 emprende acciones legales en defensa de su derecho a decidir sobre a la difusión de su propia obra. Ganó el juicio celebrado en Londres y tuvo gran repercusión como gesto político.La muestra pasó antes por Bruselas y Madrid.  La muestra pasó antes por Bruselas y Madrid.

Con obras que abarcan de 1943 a 2011, se puede hacer un recorrido cromático por la exposición, con un arranque copado por colores vivos, mayor vitalidad y energía, que poco a poco va dando mayor protagonismo a tonos más ocres y apagados. La dicotomía vida-muerte se acentúa con el paso de los años, hasta llegar a su cénit en los 90. Nada era al azar para el artista que escapaba a las etiquetas y explicaciones de sus obras, el que reivindicaba la gestualidad de los afectos con detalles como objetos, colores o mensajes cifrados en sus obras. Concebía el lienzo como huella del cuerpo ausente, de alguien que estuvo allí. Y al mundo como un espacio a descifrar, aunque parezca no tener sentido, a través del arte.

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