Ecologistas contra el arte

Fuente: Clarin ~ Primero lo hicieron en la National Gallery, en Londres, donde se exponía uno de los cuadros de la serie de “Los girasoles”, de Van Gogh. Poco después, en Potsdam, sobre una de las obras más valiosas de Monet, “Los almiares”. Arrojaban sopa y puré de papas sobre cuadros famosos aunque, afortunadamente, bien protegidas por los cristales. Y el ataque más reciente de los activistas de Just Stop Oil –con supuestos mensajes de “reivindicaciones ecologistas” – se concretó sobre una joya del arte holandés, el óleo “La joven de la perla” que se encuentra en una de las salas de la galería Mauristhius, en La Haya.

No se entiende bien qué intentan lograr esos activistas que, en el caso holandés, se “divirtieron” arrojando salsa de tomate. Hubo tres detenidos por “ataque abierto contra bienes artísticos”, horas después de que uno de sus líderes, un tal Jelle de Graaf, se presentará en la tv holandesa alertando sobre “la crisis climática y ecológica”.

Belleza y misterio

“La joven de la perla”, tal como se lo conoce actualmente (también tiene otros títulos), es un cuadro ubicado en el barroco flamenco. Johannes Vermeer lo pintó entre 1665 y 1667, y es uno de los pocos que se conservan –en total, apenas 36- de su obra. Quedó en poder de su familia y no transitó por los circuitos del arte hasta que un marino y coleccionista de arte llamado Andries des Tombe lo compró por el equivalente a un dólar actual en una subasta en La Haya, en 1881.

La galería Mauristhuis se quedó a principios del siglo pasado con este óleo de 46,5 cm. de alto por 40 cm. de ancho y desde entonces sólo lo cedió para algunas exposiciones en otras ciudades: Washington, Tokio, Nueva York, Bolonia.

Definido en algún momento como “La Gioconda” en versión holandesa, esto sólo vale como referencia promocional. No hay vínculos artísticos. Si la fama de la obra de Da Vinci permaneció inalterable a lo largo de cinco siglos, la de Vermeer –un pintor nacido en 1632 en Delft, cercanías de La Haya y fallecido en 1675- recién asomó en tiempos más cercanos. Los expertos en arte lo definieron como “un maestro de la ilusión y el efectismo”. Y uno de los estudios más completos lo escribió Karl Schütz, para Taschen.

Una de las descripciones: “Al igual que en otras de sus obras, en La joven de la perla, Vermeer logra contornos precisos pero suaves y dulces de modo que percibimos la figura como si estuviera viva ante nuestros ojos. Todos los elementos se envuelven y armonizan gentilmente entre sí”.

Potencial mediático y ciencia

“La joven de la perla” inspiró la novela de Tracy Chevalier y, más adelante, una ópera de Louis Andriessen. En el medio (2003), una película bajo interpretación libre, dirigida por Peter Webber y con dos figuras como protagonistas: Colin Firth en el rol del propio Vermeer y Scarlett Johansson como su musa inspiradora. Para Chevalier, “cada cuadro, cada mujer que pinta Vermeer alberga tantos secretos, tantas historias latentes, pero no contadas, que merecerían una novela. Son mujeres ensimismadas en la intimidad de la alcoba, leen una carta, escriben, tocan música o simplemente miran por la ventana”.

El enigma (o los enigmas) que se mantienen alrededor de la obra intentaron develarse por estudios científicos, como el realizado por la galería Mauritshuis hace cuatro años, con la más avanzada tecnología. Allí determinaron que el contraste en “La joven de la perla” no fue una casualidad, sino que el artista “explotó las propiedades ópticas de los pigmentos”, que utilizaba para pintar.

Según Abbie Vandivere, jefa del proyecto “descubrimos que la perla es una ilusión óptica. Son solo unas cuantas pinceladas finas para sugerir el reflejo de la blusa blanca, y luego una capa más gruesa para mostrar la luz que cae desde la izquierda sobre su superficie.

Por su parte, la piel del rostro apenas diferencia la luz de la sombra, y hay cerdas del pincel pegadas en la tela, algo que no se sabía”. El mismo estudio indicó que Vermeer calentaba el lapislázuli, una piedra semipreciosa que permitía lograr tonos más intensos. “Era un producto más valioso que el oro en el siglo XVII”, según la experta.

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