Fuente: Infobae ~ Tanto en la Parroquia Santa Ana de Glew como en el Templo Nuestra Señora del Líbano de Villa Lynch se puede disfrutar obras artísticas de un nivel superlativo. Imágenes e historia de estas gemas muchas veces desconocidas
La Republica Argentina posee a lo largo y ancho de su territorio templos de diversas confesiones religiosas que poseen una arquitectura admirable. Nos hablan de un pasado y de personas que trabajaron con mucho entusiasmo y esmero, buscando lo mejor para crear un espacio donde celebrar su fe, esto fue unido a la creación de pueblos y ciudades en los cuales depositaron su visión de futuro.
Intentaremos, desde esta columna, dar un simple pantallazo de algunos de estos tesoros de nuestras regiones muchos desconocidos y olvidados y que quizá, con nuestros afanes y preocupaciones cotidianas, muchas veces pasamos por delante de sus puertas y no nos percatamos que frente a nosotros se encuentra parte de la historia y el arte de nuestra región.
Provincia de Buenos Aires: la gran mayoría de los argentinos ha oído hablar de Raúl Soldi. Nació en Buenos Aires el 27 de marzo de 1905 y falleció el 21 de abril de 1994. Pintor de la cúpula del Teatro Colón de Buenos Aires, del templo de San Isidro de la ciudad de Buenos Aires y de muchas obras más. Su fama llego a trascender las fronteras a punto tal que en la basílica de la Anunciación en la ciudad de Nazareth se encuentra un mural en el cual se trata el milagro de la Virgen de Luján y representa, en dicho templo, a nuestro país, también los museos vaticanos incorporaron en 1987 una obra suya titulada “La Virgen y el Niño”. Con esta última suman dos los cuadros de Soldi que posee dicho museo, su otra obra se titula “Santa Ana y la Virgen Niña”. Pero acá trataremos sobre el pequeño templo de santa Ana, en la localidad de Glew. Lo que conocemos hoy como “Glew” se llamaba “Cambaceres”.Soldi pintó su obra con la ayuda del Padre Jerónimo Kadlec, un cura checo llegado a Glew
La Sra. Vicenta del Castillo de Calvo, notó que en el incipiente poblado no había un templo por tanto ella donó dinero para la construcción del mismo. La Sra. Vicenta morirá sin ver la obra concluida y tomará la posta de la conclusión del mismo el Sr. Nicanor Ezeiza. La iglesia recibirá la atención pastoral del Pbro. Joaquín Cúfari y la capilla se anexó a la vicaría de Ministro Rivadabia, luego será erigida como parroquia. Es una construcción simple, de cañón corrido con seis lunetos entre cada arco, pequeño nártex y espadaña con dos campanas y su fachada es de estilo neo-gótico muy simple.
Raúl Soldi llegará a conocer el pequeño pueblo gracias al comentario que le realiza una amiga que había comprado unos terrenos en dicho lugar. Soldi al llegar al poblado y ver el templo con sus blancas y desnudas paredes habla con el cura párroco, el Rdo. Padre Jerónimo Kadlec, un franciscano checo, y se ofrece a pintar algunos frescos en sus muros. El Padre Jerónimo se entusiasma al punto tal que será ayudante en dicha labor. Así poco a poco y luego de veintitrés veranos la obra llegará a su fin.Otra imagen de la Parroquia Santa Ana
Todo el pueblo se vio reflejado en esos muros, hasta las gallinas y los perritos que entraban al templo. El cura párroco, la joven que cantaba en las misas dominicales y el Rdo. Padre Domingo que solía venir los domingos y tocaba el órgano del templo están también representados en el coro de la iglesia. El mismo Raúl Soldi escribió respecto a la obra realizada en la iglesia: “He querido dejar, a mi manera, un documento unido al poema bíblico. Vendrá el asfalto a arrasar con huertos, molinos y carruajes; pero supongo que todas estas vidas y estos objetos quedaran documentados en los muros de la capilla… (el padre) Jerónimo me pagaba por cada mural que concluía con una gallina y una docena de huevos frescos. Fueron los veranos más felices de mi vida. Ansiaba que llegara el siguiente para seguir trabajando en la capilla.”La bellísima capilla de Nuestra Señora del Líbano, en Villa Lynch, con pinturas de Manuel Schembri
Pero más cercana a la ciudad de Buenos Aires, a solo trescientos metros de la avenida Gral. Paz el en partido de Gral. San Martin, en el barrio de Villa Lynch, también hay otro templo de similares característica que las de Glew aunque, desafortunadamente, sin ser tan conocida. Estamos hablando del templo parroquial de Ntra. Sra. del Líbano. Este templo pertenece a la orden maronita de la Bienaventurada Virgen María, es decir que es de rito maronita y también se oficia en ella el rito latino. La iglesia maronita es una de las 24 iglesias que conforman la Iglesia católica. Este templo fue declarado monumento histórico artístico de la provincia de Buenos Aires por ley 13.313; se podría decir que es el punto en torno al cual comenzó a crecer el barrio de Villa Lynch. Fue construido gracias al tesón y empeño del Rdo. P. Manuel Ashkar, que surgió en medio de quintas y campos. La persona del Rdo. P. Manuel Ashkar merece unas líneas. Nació en 1880 en el pueblo de Beit-Shabeb, Líbano y fue bautizado con el nombre de Francisco Julián. A los quince años ingresará en la Orden Maronita de la Beata Virgen y a realizar sus votos cambiará su nombre por el de Manuel.
Al concluir sus estudios fue destinado a Roma e ingresó en la facultad de la Propaganda Fide. Terminados sus estudios volvió en 1912 al Líbano donde fue nombrado director y profesor del colegio de la orden. Llegó a la Argentina acompañado por el P. Simón Fahed el 8 de julio 1920 y fue autorizado a ejercer su ministerio sacerdotal en las Arquidiócesis de Buenos Aires, Santa Fe y La Plata. Viendo la necesidad que poseían los inmigrantes libaneses maronitas que llegaban a la Argentina, solicita a la orden el permiso para permanecer y fundar una misión para los fieles de dicho rito. Una vez concedido el permiso del padre general de la orden Gabriel Al-Chemali, comienza su labor, en la periferia de la ciudad de Buenos Aires, en un lugar de campo y quintas el cual hoy conocemos como Villa Lynch. El 11 de septiembre de 1932 se coloca la “piedra fundamental del templo”. Él trabajaba como un obrero más en la construcción del templo, haciendo la mezcla, levantando ladrillos, revocando, pintando. Mucha gente le conocía como el “Padre Albañil” o “El chivo” por su larga barba blanca. Es más, la iglesia se conocía como “La iglesia del chivo”. La construcción del primer templo también tuvo sus benefactores, como ser: el matrimonio compuesto por Don Alfio y Doña Gracia Leanza y el Sr. Montebruno, General J. Rocco y su Señora Maria F. Zavalía y otros.Los vitrales de Nuestra Señora del Líbano relatan el Vía Crucis
El Padre Manuel, viendo que muchos no sabían leer tuvo la idea que plasmar el catecismo en las paredes del templo. Pero ¿quién podría realizar esta labor? Y esta labor recaerá en manos del pintor Manuel Schembri, italiano de origen siciliano. Este pintor autodidacta, recreará todo lo que el padre Manuel le irá refiriendo en torno a las verdades de la fe. Para poder enseñar el catecismo y así, poco a poco, todo el templo (al igual que el de santa Ana de Gelw) quedará lleno de pinturas que el lugar de frescos son maderas pintadas y amuradas a la pared. Manuel Schembri, recibía como pago alguna gallina, verduras frescas de las quintas vecinas o vino. La obra tardará en concluirse quince años.
El templo posee tres obras de gran valor artístico. único en la región: la Virgen María con el Niño Jesús de madera traída desde Austria de la región del Tirol y realizada a mano por Christian Mahlknecht en St. Ulrich-Gröden; el comulgatorio de mármol que pertenecía a la antigua iglesia de san Nicolás de Bari, demolida para dar paso a la construcción de la Av. 9 de julio, lugar que hoy ocupa el obelisco y la donación del gobierno Francia y la estatua de la “Virgen María orante” de 3 metros, en bronce, obra del escultor francés Albert Ernest Carrier-Belleuse. Única copia de la estatua ubicada en la plaza de la Paz a la entrada del cementerio general de Santiago de Chile en recuerdo por las víctimas del incendio de la iglesia de la Compañía de Jesús el 8 de diciembre de 1873, en la cual murieron más de mil personas.
Ambos templos uno de la iglesia latina y otro oriental, son auténticas joyas del arte pictórico de la región bonaerense. Ambos son patrimonio de todos los argentinos y por tanto debemos protegerlos y cuidarlos, sin importar a que culto o religión pertenecemos, son las raíces y la memoria de nuestra región. Deben ser conocidos y visitados y que sean lugares que pueden atraer no solo a los cristianos sino a todos los que les interesa el arte y la cultura. Los municipios deben ponerlos en sus grillas culturales y está en el deber de las autoridades tanto municipales como eclesiásticas hacer conocer, promover y proteger estos patrimonios los cuales en muchas oportunidades solo cuentan la ayuda de los feligreses.