Fuente: la Nación ~ Crisálidas, líquenes, rostros fragmentados o tramas encastradas ganan el hall de entrada o el palier de los edificios. Obras de arte que transforman los espacios comunes en escenarios de contemplación. Estas instalaciones artísticas que dotan de identidad a los conjuntos también ocupan fachadas y exteriores. Expresiones de voces emergentes o piezas de maestros consagrados, lo cierto es que a ningún vecino le resulta indiferente.
“Cada vez que llego siento que me saludan, y en silencio yo les devuelvo la bienvenida”, reconoce Carolina, inquilina en el edificio de Paraguay al 4700. Se refiere a los rostros fragmentados, una obra de Marta Minujín que protagoniza el lobby del edificio. “Rostros en escorzo dividiéndose y multiplicándose” no es el único caso.
El arte como valor agregado a los desarrollos inmobiliarios premium pica en punta como un detalle sofisticado e innovador. Para muchos vecinos estas intervenciones de autores argentinos jerarquizan la propiedad y para otros, constituyen el factor decisivo a la hora de la decisión final. En tanto, a los artistas se les abren más posibilidades de colocar obra, a la vez que suman público. La tendencia crece y asume el formato win win: ganan todos.
“Siento que está por algo, que no fue instalada porque sí o de prepo. Y que tiene que ver con todo el concepto del edificio”. Valentín Paz (23) se acaba de independizar. Está terminando la carrera de Ciencias de la Computación en la UBA y trabaja en sistemas. “Cuando estrené el departamento me dieron un kit de bienvenida. Y entre otras cosas todas muy útiles había un llavero de madera, con la misma figura que la escultura de la entrada. Un lindo detalle”, dice Valentín.
La obra es del artista visual Gonzalo Arbutti, que cuenta con un catálogo de tramas diseñadas para fachadas y entradas de edificios. Escultor y carpintero, Arbutti aplaude la movida que vincula al arte urbano con la arquitectura y la Ciudad. “El llavero es una buena síntesis de este proceso que impulsa trascender las galerías y democratizar el acceso al arte. Una tendencia que tuvo su auge en los 60 y 70”, señala.
Se refiere al movimiento que durante ese período dejó obras de gran valor patrimonial. Murales, tapices y esculturas de Luis Seoane, Pérez Celis, Rodolfo Bardi o Juan Batlle Planas, tesoros patrimoniales que no pasan desapercibidos. En cuanto al proceso de selección, la búsqueda es precisa y minuciosa: “Evaluamos artistas emergentes y de renombre, visitamos ateliers en La Boca, Barracas y hasta París”, apunta Ana Astudillo, arquitecta y Design Manager de la desarrolladora inmobiliaria Brody Friedman. Para el edificio Velvet Sucre (Sucre al 700), Astudillo se decidió por las crisálidas de forma orgánica que brillaron en la muestra Reinos, en el Museo de Arte Decorativo (2019). La obra de la escultora Celina Saubidet (quien junto a Marina Molinelli Wells integra Cabinet Oseo) funciona como una célula que acompaña la impronta minimalista y depurada del edificio. “Es elegante, transparente, tiene mucho contenido”, agrega la arquitecta. Para Diego, uno de los propietarios, la escultura se integra naturalmente al hall de entrada: “Mezcla el afuera con el adentro, capta la atención de todos”.
“Cuando la gente pasa por un hall intervenido se lo apropia”. Mariana Yablon es una de las socias del estudio Arquitectonika, pionero en inaugurar edificios con instalaciones artísticas. En 2005 montaban auténticos happenings, donde invitaban a artistas visuales a intervenir las unidades. Proyecciones de Fabiana Barreda, obras textiles de Genia Streb y piezas de Juan Doffo o Matilde Marín. De esa experiencia efímera (las obras se levantaban al día siguiente) quedó una huella que se replicó en distintos proyectos. Como el de Salguero al 800, que luce muros florales, en blanco y negro, realizados por Vicze (Victoria Czentner). O el de Av. Patricios al 300, que cuenta con la serie Perfiles de Buenos Aires reflejados en el Plata, del artista yarquitecto Roberto Frangella. “El nivel de la vereda junto al hall de entrada lo consideramos espacio semi público. Y con la inclusión del mural estamos haciendo un aporte a la ciudad”, apunta Yablon.
La inspiración orgánica también da la nota en el proyecto Sens Luxury Homes, un complejo del estudio ATV en Palermo, aún en obra. Oasis es el nombre de la instalación de Leo Battistelli, un tejido de líquenes que se integrarán al proyecto. “El concepto de simbiosis inspira mi obra y estará plasmado en estos líquenes que irán creciendo y contribuirán a generar salud, armonía, belleza, equilibrio y bienestar. La desaparición de estos organismos en las ciudades expone un síntoma real: estamos inmersos y potenciamos un modo de vida que nos lleva al sentido opuesto del término”, dice el artista.
Más allá de buenas intenciones y afinidades artísticas hay normativas que regulan la actividad. En la Ciudad, por ejemplo, la Ley 1.246 promulgada en 2004 establece que se “debe destinar partidas por un monto no inferior al 2% del gasto total previsto en el proyecto al embellecimiento de los mismos mediante obras de arte”. Y en Córdoba, la ordenanza 8.545 (de 1990) sujeta la tramitación de finalización de obra de un edificio construido hasta la colocación de una obra de arte dentro de ese nuevo inmueble. “Hay más de 2500 obras que forman parte de este patrimonio cultural. Es necesario reflexionar sobre el importante rol que cumple el Estado en tanto promotor e impulsor de proyectos que abracen a todos los sectores y actores”, señala el arquitecto José Luis Lorenzo.
Para Cecilia Belej, Doctora en Historia y Magíster en Historia del Arte por el Instituto de Altos Estudios Sociales (UNSAM) la punta del ovillo se encuentra en el Movimiento Moderno: “Este movimiento descree de la decoración como elemento de la arquitectura y prefiere geometrías puras. Sobre esta base y condicionados por el código de edificación y el deseo de renta de los inversores, los arquitectos e ingenieros desarrollaron un estilo masivo y monótono. Dentro de esta economía de medios el hall cobra importancia como el elemento de mayor valor y exposición del edificio. Ya no solo como elementos decorativos sino como una ‘licencia’ que permitió sacar del anonimato al edificio y conectarlo con el usuario”.
Vanessa Bell es una periodista inglesa que vive (y ama) Buenos Aires. Desde su Instagram @cremedelacremeba difunde el lado B de los barrios porteños. Organiza tours (ya tiene todo reservado para el 2022) y destaca perlitas ocultas en fachadas, palieres, halls y entradas de edificios. Si tiene que hacer recomendaciones fuera del “circuito tradicional”, no lo duda: “Puedo mencionar tres lobbies que me llamaron muchísimo la atención”, asegura. “Uno es de un edificio en Belgrano, de un artista desconocido, en un edificio como mural circa 1970. El otro es en Almagro: una intervención muy particular que incorpora asientos empotrados a la obra. Ubicada en un edificio de estilo brutalista de la década del 70. Y por último mencionaría un lobby en Caballito, que es una obra de cerámica esmaltada realizada por la ceramista Teodolina García Cabo, en 1982. García Cabo intervino varios edificios brutalistas de principios de la década de los ’80 y es una de las ceramistas más respetadas del país, realmente vale la pena conocerlo”.
En definitiva, el circuito de obras que embellecen los edificios de Buenos Aires es amplio aunque no siempre está a la vista. Precisa de una mirada atenta para descubrir estas joyitas atesoradas más allá del hall de entrada.