Fuente: ámbito – El Malba expone la obra fundadora del Nuevo Realismo en la Argentina (1934), crudo retrato de la década infame, y la reinterpretación contemporánea que dolorosamente indica las similitudes entre épocas
El Malba presenta “Manifestación”, un temple monumental sobre arpillera de Antonio Berni reinterpretado en clave contemporánea por los artistas del grupo Mondongo, Juliana Laffitte y Manuel Mendanha. Ambas obras traen al presente la penosa situación social y económica de la Argentina en la década infame. “Manifestación” posee un significado trascendental para el Malba, institución dedicada al arte latinoamericano. A partir de los años 30, Berni abre un nuevo horizonte para el arte argentino con el Nuevo Realismo, soporte teórico que sustenta y hermana a “Manifestación” con gran parte de las obras que exhibe este museo.
En París, Berni había encontrado un estilo personal dentro del surrealismo. Tenía apenas 25 años cuando regresó a la Argentina y descubrió la crisis, la desocupación y la miseria. Se replanteó entonces su posición como artista. La dramática experiencia lo indujo a fundar el Nuevo Realismo, movimiento conectado con el acontecer social. Todavía vivía en París, en 1928, cuando expuso sus primeros trabajos surrealistas en la Sociedad Amigos del Arte.
En 1932 realizó en la misma institución la primera exposición surrealista que se presentó en el país. Pero mientras pintaba estas últimas obras en su Rosario natal, Berni se distanciaba de la vanguardia de París. “Vos veías en las calles la crueldad palpable de la miseria”. Y aclara que el surrealismo revelaba su más “absoluta inadecuación al momento histórico y a la propia verdad de mi vida personal en esas circunstancias”.
Las últimas obras surrealistas de Berni datan de 1932. Pero cuando las expuso, su mente ya estaba en otra cosa. Y así lo dice: “Corría el año 31. Estaba haciendo estragos la crisis económica. La fila de desocupados estaba frente a la olla popular. Entonces empecé a hacer las composiciones de contenido social. En ‘la Manifestación y ‘Desocupados’. Yo mismo era un desocupado…”
Si bien estas grandes pinturas están fechadas en 1934, los testimonios del artista permiten deducir que estaban gestadas, pensadas e imaginadas con anterioridad. Es decir, con anterioridad al arribo de David Alfaro Siqueiros y todo el interés y la polémica desatada en 1933 con su prédica sobre el muralismo y el arte comprometido. En los años que transcurren entre la vuelta a la Argentina y la presentación de “Manifestación” y «Desocupados», en 1934, la evolución estética de Berni determinó un cambio radical. No obstante, resulta oportuno preguntarse ¿qué pintó Berni en el año 1932 y en 1933? Si recién en 1934 fecha sus obras con formato mural, ¿qué hacía antes? El interrogante no está resuelto.
La obra original de Antonio Berni.
La obra original
“Manifestación” revela factores que establecen la modernidad de la obra, como el uso de la fotografía con carácter social que Berni inauguró con su Leica en el barrio de las prostitutas, los efectos de la luz, el encuadre cinematográfico y la presencia teatral de los personajes con aspecto heroico. El cartel “Pan y Trabajo” dibuja un arco hacia el pasado, para encontrarse con “Sin pan y trabajo” de De la Cárcova y, hacia el futuro, con la obra de Mondongo. Los ciclos de la pobreza en la Argentina de 1890, 1930 y la actual, se tornan como nunca visibles.
En Rosario, Berni nuclea a los artistas en torno de sus ideas. Cuando Siqueiros, obligado por las circunstancias políticas pintó en la quinta de Natalio Botana, “Ejercicio plástico”, un mural poblado con desnudos y abiertamente despolitizado, contrató a Berni como ayudante, junto a Lino Enea Spilimbergo y Juan Carlos Castagnino, entre otros. No obstante, a la hora de evaluar las clases magistrales que los argentinos recibieron durante esos tres meses de convivencia forzosa, ninguno mencionó esa experiencia privilegiada. Por el contrario, Berni, aunque reconoce la influencia del muralismo mexicano, se mostró defraudado con la incongruencia entre la prédica y la práctica artística. Además, la ubicación del mural (el sótano de un burgués) y, su tema, (erótico) colocaban a Siqueiros en un mal lugar.
A esta derrota del mexicano se opone el triunfo de Berni, que logra instalar en los salones burgueses, dos pinturas monumentales y políticamente comprometidas con la causa del proletariado. El formato mural sin perder la condición móvil de las obras, para trasladarlas según sea su voluntad y no depender de hacerse amigo del dueño de las paredes, es la condición que impone Berni. Siqueiros entregó a Botana, la obra y su bella mujer, situación que pudo pesar a favor de los cuadros trasladables, por grandes que sean.
“La pintura mural no puede ser más que una de las tantas formas de expresión del arte popular. Querer hacer del movimiento muralista el caballo de batalla del arte de masas en la sociedad burguesa, es condenar el movimiento a la pasividad o al oportunismo. La prueba más palpable la tenemos en Buenos Aires con Siqueiros… a pesar de su éxito entre las capas de intelectuales, ese pintor no pudo obtener ni un solo lugar donde hacer una verdadera experiencia práctica de su posición teórica. El pretexto de hacer una experiencia técnica no puede justificar el vacío de contenido. Siqueiros, para realizar una pintura mural, tuvo que amarrarse a la primera tabla que le ofreció la burguesía. Sólo así pudo evitar que se ahogara en nada toda su labor de divulgación teórica”, sostenía Berni.
Con la autoridad necesaria para dejar atrás la Argentina que miraba siempre hacia Europa y poner en evidencia la raigambre latinoamericana, sentó las bases teóricas del movimiento, el “Nuevo Realismo es nuestro y pertenece concretamente a América Latina”. Con una visión crítica del «viejo» realismo verista y el postimpresionismo, el movimiento de Berni está emparentado con otros realismos que surgían en Latinoamérica, cuyo primer antecedente es el muralismo mexicano.
La posición latinoamericanista implica un claro rechazo al Realismo Socialista, arte de propaganda de la política cultural soviética. Considerar al hombre sólo como integrante de las masas y negar la individualidad creadora, determinó el rechazo. “El Realismo Socialista no era más que un verismo vulgar…un retroceso forzado cuyo fracaso era más que previsible”.
Berni se defendió categóricamente de las acusaciones de servirse del «Realismo Socialista» que le endilgó Romero Brest. “Lo mío no tiene un contenido político, sino un contenido filosófico”, asegura. “Es una actitud humanista…, basada en las vivencias mías del mundo. Es también un sentido de justicia, de equidad, un estado de amor y sentimiento de fraternidad”. “El Nuevo Realismo es un determinado concepto estético y un profundo y determinado tipo de humanismo. Esta escuela afirma lo humano pero simultáneamente, para contenerlo afirma lo representativo realista como única y posible envoltura”. La convicción humanista de que el hombre es la medida de todas las cosas, también de las cosas estéticas, es la última justificación.
Berni no rechazó la tradición europea, ni la vanguardia. Y aunque en el Nuevo Realismo defendió la posición de deshacerse de influencias ajenas para ir en busca del origen, entroncó su movimiento en la tradición de Giotto, Leonardo, Goya, Cézanne o Picasso. En esta misma lista colocó a Pueyrredón y Pellegrini, pintores realistas de nuestra historia, un nexo con la cultura nacional. A pesar de los 90 años que separan a Berni de Mondongo y los nuevos espectadores, las palabras que le dedicó a “Manifestación” se mantienen vigentes. “El Nuevo Realismo debía, fatal y preferentemente, desarrollarse en países como los de América Latina, donde la afirmación de la personalidad espiritual y material se apoya, por un lado, en la previa liberación ideológica y sensible de negativas influencias, y por otro, en la estructuración de una personal y auténtica cultura continental”.