Fuente: La Nación ~ En pleno casco histórico de Buenos Aires, Javier Fernández Romero proyectó cada detalle de la remodelación con un planteo de líneas puras que ceden el protagonismo a una nutrida colección de mobiliario, piezas de diseño y arte argentino.
Vecino desde siempre de las zonas más bellas y verdes de Palermo, Javier Fernández Romero buscaba un lugar en su barrio para construir una casa con terraza. El problema era que al lado de cada espacio con potencial había un edificio en construcción.
Cambió radicalmente la orientación y se enfocó en San Telmo, que lo seduce por su arquitectura, el ritmo tranquilo que conservan algunas de sus calles empedradas y la variada oferta gastronómica y cultural. También porque es la meca de los anticuarios, un imán irresistible para él, experimentado coleccionista de arte argentino.
En pleno casco histórico, encaró la reforma completa de un edificio que transformó en un imponente tríplex de ambientes despejados donde el protagonismo absoluto lo tienen las pinturas, esculturas y mobiliario, todo dispuesto con el ojo de un experto y la sensibilidad de quien, lejos de la rigidez de los museos, se rodea de objetos que hacen de la vida cotidiana una experiencia única.
«Busqué el equilibrio entre una decoración ecléctica, detalles señoriales y un estilo arquitectónico que evoca las construcciones racionalistas de las décadas del 40 y 50, tan presentes en el barrio»
Javier Fernández Romero, coleccionista de arte y dueño de casa
Desde la recepción, donde se encuentra el área de servicio, se accede a la planta principal, que integra estar y comedor.
Estilo ecléctico
“La colección que se ve en casa es dinámica, está en constante mutación. Cuando me enamoro de un cuadro, enseguida pienso dónde va a ir”
En la foto de abajo, Javier retratado en el living formal que organizó junto al imponente ventanal de 8,50 metros de largo, que da a la terraza. Se abren cuatro de las seis hojas del cerramiento y generan una integración interior-exterior que se disfruta a pleno.
Los sillones de cuero (Buenos Aires Design), largos y profundos, son un diseño de Javier. También hizo intervenir la coffee table que compró en un anticuario con plateado a la hoja en las patas. En la esquina, escultura de Hernán Dompé y Luis Wells.
Seguir el instinto
En el comedor, otra de las obras de Duilio Pierri se destaca sobre el fondo marrón de la pared. Este es el único ambiente que tiene cortinas estampadas (De Levie).
“No me gustan las paredes blancas. Elegí tonos en la gama del marrón que dieran sensación de intimidad y profundidad sin que compitieran con los cuadros”
Los cuadros y las frases de Sergio de Loof (en los cuadros con marco flúo, a la izquierda) interpelan a quien las ve en la cocina, un ambiente de uso permanente.
Sector privado
Al llegar a la planta alta, un hall distribuye hacia el estudio, el cuarto de huéspedes y la suite principal.
Sobre la pared del corredor, abajo, retrato de mujer de Mario Mollari, una de las primeras obras que compró Javier alentado por su madre, cuando era adolescente. Con el tiempo se enfocó en el arte contemporáneo de las décadas del 70 al 90. En el fondo, un caballo de carrusel del siglo XIX.
La puerta de entrada de la suite perteneció a un proyecto del arquitecto Alejandro Christophersen.
“Tengo un estilo ecléctico, sin caer en lo barroco. Me gustan los muebles que tienen la presencia de una escultura”
El baño se unificó con el piso de venecitas que, en las áreas húmedas y de sanitarios, también se usaron en las paredes. Las paredes del antebaño de la suite se revistieron en espejos y, sobre la mesada suspendida de mármol, se instaló otro con marco rosado. Javier diseñó el amplio vestidor abierto (Johnson Acero).