Fuente: Clarín ~ Las obras de Akiva Shtisel, en la serie, salen de la mano del artista Alex Tubis. Cómo es el hombre tras el personaje.
-Es una pintura, papá, no es la vida real- dice Akiva.
-Todo es vida, y lo que hacemos con ella- responde Shulem, su padre.
Shulem, interpretado por el actor Dov Glickman, y Akiva, a cargo de Michael Aloni, son dos de los protagonistas de la serie Shtisel, que llegó a Neflix en 2018 después de cosechar éxitos en Israel desde 2013, y ahora estrenó su tercera temporada.
Shtisel, se supone, es una serie acerca de una familia de judíos ortodoxos y costumbres férreas que vive en un barrio de Jerusalén.
Pero es mucho más que eso: las relaciones humanas, el amor, las apariencias, la vocación y la vida a través del arte son solo algunos de los tantos temas que aborda esta pieza creada por Ori Elon y Yehonatan Indursky con inusuales dosis de talento y originalidad.
El diálogo del comienzo se produce una vez que el veinteañero Akiva decidió que, además de rezar, estudiar y enseñar la Torá (los cinco primeros libros de la Biblia), consagrará su vida a aquello que lo hace sentir pleno: la pintura.
Su padre, rabino y director de una institución destinada a la enseñanza religiosa, protagonizó un escándalo al considerar que en uno de los cuadros pintados por Akiva había ofendido la memoria de su madre, Dvora, fallecida poco tiempo antes. Nada que no suceda en familias, religiosas o no, de todas partes del mundo. Y en ramas del arte como la pintura, pero también la literatura, la música o la actuación.
Los cuadros de Akiva, que en la tercera temporada mantienen adquieren mayor relevancia de la que tenían en la trama de la temporada anterior, tienen un autor detrás: Alex Tubis, quien además de las pinturas pone literalmente las manos para el personaje del artista.
Nacido en Rusia en 1978, Tubis emigró a Israel de chico y estudió en la Academia de Arte y Diseño Bezalel. “Soy mucho más israelí que ruso”, cuenta a Clarín desde su tierra por adopción.
“Estoy acá desde hace treinta años, así que vivo en mi entorno con naturalidad. Aun así, creo que si uno mira profundamente mis pinturas verá mucho de Rusia en ellas, en cuanto a color y temperamento”, considera el autor de cuadros fundamentales en Shtisel, como El niño del pez dorado y el retrato de la madre antes mencionado, así como otros sobre una de las mujeres de la serie en la tercera temporada.
“Tengo un colega, que también es un buen amigo, que tiende a emocionarse con las cosas que hace en su estudio en tiempo real, pero la mayoría de las veces no puede entender al día siguiente por qué estaba tan emocionado”, cuenta Tubis, que elige no conocer el guión al momento de realizar las pinturas para la serie, y mantener así el interés en ella como un espectador común.
“Funciono completamente al revés, normalmente creo que lo he hecho bien, pero nada especial. Y luego, después de un tiempo, miro la pintura y pienso: ‘Wow, eso es bastante bueno en realidad’. Me pasó con todos los cuadros que hice para Shtisel. Pero no conocer el guión agregó un valor adicional a eso. Creo que el contexto inesperado me permitió ver mi propia pintura tal como la veo por primera vez, sin prejuicios. Con El niño del pez dorado recuerdo que fue muy emotivo. Me avergüenza admitir que mis ojos estaban húmedos al final de ese episodio”.
El artista, en la serie, lleva el nombre del rabí Akiva, que vivió entre los Siglos I y II D.C. y es nombrado en el Talmud –libro que reúne discusiones rabínicas sobre leyes, tradiciones, costumbres y relatos judíos- como “Cabeza de todos los sabios” y cuyo nombre trascendió a través de las generaciones junto a la repetición de su principio bíblico favorito: “Ama a tu prójimo como a ti mismo”.
Akiva Shtisel comprende a partir de un sueño, en el que aparece su madre, que para amarse a él mismo –y luego a los demás- debe liberarse de un pacto familiar que le impide desarrollarse como artista.
¿Qué tiene en común el pintor nacido en Rusia con el personaje del religioso? “Creo que ambos podemos ser y también mostrar algo muy inseguro al mundo exterior, pero tenemos un conocimiento exacto de lo que queremos al mismo tiempo”, sostiene Tubis.
“Aunque él es un religioso ortodoxo y yo no puedo relacionarme con ninguna religión, creo que ambos tenemos una gran fe en el Dios de la pintura, o en Dios como creador, diría yo. Creo que entiende que tiene ese talento (nunca estudió por lo que yo sé) y que puede y tiene que comunicarse con él mismo y con el mundo a través de él”, dice el artista.
Tubis no cree que “haya cambiado algo importante” en su obra a partir del reconocimiento que obtiene con Netflix.
“Solo ahora, a partir de la tercera temporada, publiqué algunas de las pinturas que hice para la serie en Facebook e Instagram y siento el zumbido. Personas de todo el mundo me escriben sobre cómo aman a Shtisel y dicen que mis trabajos contribuyen mucho al carácter de Akiva. Es muy bonito, pero también me resulta extraño. No estoy acostumbrado, a la vez hay algo que me indica que es mejor para el artista seguir siendo desconocido. La mayoría de los artistas que adoro eran así, y eso les permitió crear un arte más íntimo y profundo. Pero también sé que el zumbido no durará mucho tiempo, y trato de permitirme disfrutarlo mientras esté aquí”.
¿Qué es el arte?
“Si dan una vuelta por nuestro barrio y le preguntan a un judío anciano qué es el arte, qué es un museo, ¿saben qué dirá?”, pregunta Shulem en un momento de la segunda temporada de la serie, cuando le entregan un importante premio a Akiva por sus cuadros y él decide acompañarlo y brindar un discurso a los presentes.
Dirá “que el arte fue creado por los gentiles porque ellos no tenían la Sagrada Biblia. E inventaron museos porque no tenían salas de estudio”. Y sigue: “Soy maestro de Talmud Torá. Para ser más preciso, Director. Quiero decir (…) que dar premios a jóvenes artistas es importante, pero si contribuyeran con Talmud Torá, con niños dignos que estudian la Torá, como lo hacen los judíos desde hace miles de años, antes de que siquiera el arte existiera, sería el premio más grande”.
Shulem habla como el patriarca acostumbrado a ordenar y marcarle el rumbo a cada uno de los integrantes de su entorno. Estas palabras las dirige al mecenas y al representante de su hijo pero también a todo el público presente: el joven abandona el lugar avergonzado.
“Otro de mis puntos en común con Akiva es el encendido y apagado que tiene con la pintura”, sigue Tubis antes de cerrar.}
“Realmente pude entenderlo cuando tuvo un descanso con la pintura. Yo también tengo esos descansos. No quiero pintar solo porque soy pintor. Quiero sentir que realmente quiero hacerlo. Puedo pensar que no tengo que pintar. Pero luego, cuando vuelvo, es como beber agua después de caminar durante horas por el desierto. Probablemente sea mi proyección, pero supongo que Akiva siente lo mismo”.