Fuente: Clarín – El manifiesto comienza en la fachada misma del portal de ingreso al sector Giardini. Con el mural Mahku, del Movimiento de Artistas Huni Kuin, del estado de Acre en Brasil, en el límite con la selva peruana, abre el primero de los dos espacios de la muestra de 331 artistas, un número superior al habitual en la Bienal de Venecia. Latinoamérica nunca estuvo tan presente, con un tercio de los artistas xpuestos.En las salas sobre la Abstracción se lucen decenas de obras latinoamericanas de calidad museística, desconocidas en Europa.
Bajo el título Extranjeros por todas partes (Stranieri ovunque), tomado de una obra en neón del dúo Claire Fontaine que encontraremos colgado al final de los astilleros, la masiva expo está curada por Adriano Pedrosa, el artífice de la renovación del MASP, el museo de San Pablo que lo convirtió en una luminaria y lo ha traído hasta Venecia.
Difícil imaginar a un comisario con más respaldo que Pedrosa, y esto le permitió lanzarse a corregir, con el espíritu revisionista de estos tiempos, los ejes europeos clásicos de la estima en el arte, proponiendo parámetros en sintonía con el Sur Global, ese concepto geopolítico que desde hace más de una década reformula la categoría tradicional de Tercer Mundo. En otras palabras, se propuso correr el meridiano de Greenwich del arte, buscando sacar a la vidriera el arte producido en latitudes periféricas.Cerámica de la artista paraguaya Julia Isidrez y de Juana Marta Rodas, su madre y maestra.
Explícitamente en su ensayo para el catálogo, identificará todas las formas del outsider del arte para conferirles centralidad. Por extranjero, Pedrosa entiende a los actores fuera de los centros de consagración, a los emigrados y autodidactas, los artesanos y artistas populares (para él, clave en nuestra región) y los artistas queer, “que se han movido entre otras sexualidades y géneros” (él mismo reivindica esta palabra para sí). En suma, incluirá en la categoría de extranjeros no solo la inmigración sino sobre todo la exclusión. Stranieri ante la Academia europea con mayúsculas.
En el trasfondo de esta Biennale, como la tristeza por una utopía malograda, ondea el experimento Documenta, la trienal de Kassel 2022 que arrancó con un mural propalestino cancelado en la apertura y llegó a su término con escándalo y en hilachas. Si esa expo en Alemania fue curada por el colectivo Ruangrupa, de Indonesia, abierto sin restricciones pero ineficaz en la disciplina de advertir y abortar riesgos políticos–, la grilla de Pedrosa es firme, aunque pueda compartir muchos de aquellos postulados progresistas. Quizá por esa necesidad de un encuadre sólido su curaduría sea por momentos hiper museística y de aliento enciclopédico. Esto se advierte en advierte en varios tramos, por ejemplo, en el modo en que cuelga la obra extraordinaria de la tejedora wichi Claudia Alarcón, a la que nos referiremos más adelante.
Stranieri se articula en vastos espacios temáticos. En Giardini está el Núcleo Histórico y de Retratos, consagrado este último a la figura humana (v. recuadro). Más allá del valor de las obras, nos asaltan las preguntas bajo el faro de los puntos de partidas. ¿Podemos pensar como outsider del canon ese retrato de Frida Kahlo, cuando pertenece a la Fundación Malba y estableció el precio récord para una obra latinoamericana, ? ¿A esta altura, no es una commodity, un imán turístico? Sigamos. El segundo capítulo, en Arsenale, está dedicado al arte contemporáneo.
El suelo bajo nuestros pies
En los Arsenales, la selección asume con vitalidad el idioma de caos y tensiones que sacuden el mundo. Entre las obras que más impactan, por su despliegue espacial y de diálogo con el presente, el “Archivo de la Desobediencia”: fundado por Marco Scotini en 2005, reúne testimonios en video de 39 artivistas y colectivos, desde 1975 hasta 2023. De acuerdo con Scotini, el Activismo Diásporico aborda los desafíos de la migración transnacional en un mundo dominado por el neoliberalismo, mientras que el desacato sexual desafía el binarismo. Es un tesauro del albedrío humano.La Chola Poblete, su propia conquista de 25 metros de espacio en la expo veneciana. Primera artista trans en conseguir la Mención de honor de la Bienal.
La segunda es otra gran video instalación, “The Mapping Journey Project” (2008-2011), del marroquí Bouchra Khalili. Reconstruye, mediante testimonios personales, las cuitas del inmigrante ilegal en el ámbito mediterráneo. Desde Marsella a Ramalla, de allí a Bari y a Roma, de allí a Barcelona y Estambul. En busca de certificados, trabajo o vivienda, escapando de la cacería de migraciones. Son ocho biografías discontinuas bajo la miseria de un pasaporte.
Destacamos a cuatro artistas argentinas vivas y con aportes generosos, gracias al curador. Primero, la escultura “Dios es inmigrante”, de Mariana Tellería, al ingreso mismo de Giardini. Luego, la escultora Kim Yun Shin, coreana emigrada a Buenos Aires, cuyas tallas ocupan el centro de una sala. Y enseguida, cada una con más de 20 metros de pared, los cuadros de una triunfal Chola Poblete, la primera trans en ganar aquí una mención honorífica por su compromiso social a favor de la tolerancia, y los tapices de la extraordinaria tejedora wichi Claudia Alarcón, que demuestra haber superado por lejos la técnica y los patrones ancestrales clásicos de la fibra Chaguar para componer, con el grupo de tejedoras Silät, complejas tramas de geometrías cruzadas al modo de collages.
Con la media docena de obras de Alarcón, el curador tomó la decisión de enmarcarlas y darles un fondo de color. El resultado es deslumbrante y academicista, el Chaguar como nunca lo vimos, dado que realza la continuidad perfecta del tejido. Sin embargo, carece del movimiento y la onda de caída de esa fibra áspera: ¿sigue siendo Chaguar si está en un plano? Al mismo tiempo, ¿hay alguna razón que impida darle el tratamiento de un lienzo? Las tejedoras Claudia Alarcón & el colectivo Silät, tapices de Chaguar que honran y a la vez superan el repertorio geométrico wichi clásico.
Aunque no inscribe una contra-Bienal, al modo de Documenta, Pedrosa propone otro canon –incluso la ausencia de él–, lo cual es estimulante. Si bien en ocasiones parece ceder a cierto pietismo cristiano –que ha conjugado a la perfección con el primer pabellón del Vaticano, de hecho, comparten obra del grupo Claire Fontaine–, y aunque por momentos creeremos oir los sones de Manu Chao, el resultado a menudo subraya que importan menos los temas ideológicos que el rescate y la supervivencia de técnicas obsolescentes. Así, el Chaguar, así la sala íntegra dedicada a tapices en batik, tan intrincados y perfectos que nos dejan como ante el ananá colonial de Carlos V, lamentando que acaso no volvamos a disfrutarlos en décadas.
grandioso me encantó 🇦🇷🌠🎭🎨👏👏👏
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