Fuente: Página12 ~ Las casi 200 obras que Secretaría de Cultura expone en Galpón 11, con curaduría de Laura Capdevila, están en venta sin galerías. Reseña de un hecho inédito.
No es una muestra más. La inauguración de In Venta, el jueves pasado en el Galpón 11 (Sargento Cabral y el río Paraná), tuvo algo de episodio fantástico: a 42 artistas plásticos se les frena la visibi1) La muestra colectiva se puede ver hasta el 10 de abril.1) La muestra colectiva se puede ver hasta el 10 de abril.lidad pública de su obra y siguen produciendo en otra dimensión; tras unos 20 años, regresan 38 de ellos. Continúan la noche con una alegre danza al son de la música pop rock de sus años mozos y con apasionadas conversaciones entre pizza y champagne, como si el tiempo no hubiera pasado. Corte y empalme. Porrón y cuenta nueva. Faltan muchos más, pero estarán en próximas ediciones, que prometen saldar la deuda cultural con los barrios. De 16 a 20, todos los días, hasta el 10 de abril inclusive, se puede visitar la muestra colectiva en el subsuelo del Galpón 11 y adquirir obras de altísima calidad a precios accesibles financiados en 12 o en 18 cuotas por el Banco Municipal de Rosario. Y su diversidad es tan seductora como la coherencia que a ella subyace. Una generalización en dos palabras diría: expresionismo y existencialismo.
No había habido, hasta ahora, espacio estatal local para una «generación intermedia» que resistió la dictadura, piloteó varias crisis económicas, sobrevivió al neoliberalismo salvaje y a la pandemia pero transcurrió las dos primeras décadas de este siglo -las que deberían haber sido de consagración y reconocimiento- en una oscuridad injusta. Para revertirla, el secretario de Cultura, Dante Taparelli, puso al mando del nuevo proyecto a una curadora, dibujante, profesora universitaria y gestora cultural incansable, Laura Capdevila (directora de la Casa del Artista Plástico), quien en las casi 200 obras enviadas por las y los artistas que invitó a esta primera edición 2022 ofrece un panorama de los rasgos de estilo que el conceptualismo eclipsó.
Aquí hay gesto, angst, intensidad, color, gran formato, oficio, texturas y materialidad contundente. Y todo eso guarda una armonía de rústica belleza postindustrial con la materia densa que cunde en el espacio: ladrillo visto, vigas de hierro, piso de cemento. Ese entorno brutalista de loft de fin del siglo pasado le sienta muy bien a las obras que exudan un vigor stone, como los objetos en madera y balas de Fernando Ercila o las pinturas del inolvidable Carlos Andreozzi. Otras hasta parecen mimetizarse, como las sutiles pinturas gestuales de otro pintor lamentablemente ausente, Carlos Hall, o los objetos con que la grabadora Marta Dunster recrea la experiencia subjetiva de sus derivas por diversas ciudades. Y eso no es todo. Hay dibujantes arquitectos que se salen de la zona cómoda de su profesión y abordan figuras o paisajes con una delicadeza exquisita: Daniel Kosik (de regreso desde España), Víctor Cittá Giordano y Carlos Bay, quien con Sketchers Rosario emprende caminatas cada mañana de sábado para dibujar la ciudad. Fiel a un lenguaje figurativo que se permite la fantasía surrealista, Carlos Raffo retrata ese mismo espacio ferroportuario como era años antes, dejado en ruinas por el bache histórico entre el arrasamiento de sus usos originales y su recuperación cultural actual. De la generación que en los ’60 integró el Grupo de Arte de Vanguardia y sus coetáneos, se lucen las cajas de luz y moiré transparentes por Martha Greiner, o las pinturas traslúcidas de Jaime Rippa, y al óleo por aquel maestro del color que fuera Emilio Ghilioni, traído al presente del relato en las entrevistas por su viuda, Norma. El ceramista Carlos Cantore conjuga geometría, figura humana, utopía y tonos épicos.
Fotoperformances inéditas de Mabel Temporelli exploran otra veta más allá de sus objetos en telas, y la energía del color se irradia en las pinturas de Liliana Jones: son dos destacadas representantes del período siguiente, que abarca el siglo actual desde las tres décadas posteriores a aquella eclosión. Ercila fue compañero, en el taller La Gotera, del virtuoso dibujante Hover Madrid, quien en sus papeles realistas de gran formato expresa un mensaje de protección a la naturaleza del Chaco arrasado. Sus emblemas: el yaguareté y el quebracho. Cada obra es un mundo, y esos mundos a veces entran en diálogo con la naturaleza desde lo fantástico, como en los dibujos de Laura Berestan o Marcelo Gonella o las pinturas de Bibiana Furci, Marisa Gallo y Clyde Giuello. De aquella generación relativamente más joven, representada también aquí por Eduardo Contissa, Carlos Sentis y el lamentado Raúl «Negro» Gómez, se han reunido ex integrantes del grupo Patrimoño, como Sabina Florio y Laura Rippa. Un rosarino solitario que vive y hace gestión cultural en Zavalla, Guillermo López Dabat, enternece con la concisa expresividad de sus grandes esculturas en maderas recicladas. Un similar talento para la transmutación, pero del metal, aplica Adrián Carnevale, figura destacada en la escena local de los años ’90 lo mismo que Diana Randazzo, quien expone una sugerente obra gráfica abstracta en papel y gran formato. Además de los objetos y el libro de artista de Dunster, hay obras de otros ex Rozarte como Ruth Boselli (que envía impecables y coloridas abstracciones desde Miami), Pancho Vignolo (inspirado en representaciones pre modernas de la naturaleza), Marcela Cattaneo (quien experimenta con diversos soportes) y dos migrantes que vinieron para la muestra: Cristina Olguín (radicada en la provincia de Córdoba) y Gabriela Aloras, establecida en la Patagonia. Ambas trabajan el color en la abstracción pero con la luminosidad de los paisajes donde hoy eligen vivir.
No fue una inauguración más ni es una muestra más. Fue un reencuentro emocionado, también con el público. Las ventas se vienen sumando. Y cada tanda de las entrevistas públicas, realizadas a los artistas por Laura Capdevila y registradas con un alto nivel de profesionalismo por el CAR para su archivo, se convirtió en una ceremonia de escucha y aplausos, de artistas celebrando la presencia y las voces de sus pares. La Secretaría de Cultura, a través de tres de sus organismos -la Casa del Artista Plástico, Galpón 11 y el Centro Audiovisual Rosario- aporta flete, prolijidades legales, sala, montajistas, luces, registros audiovisuales, dee jay y en resumen: resolvió una exposición colectiva con los recursos y trabajadores necesarios para poner fin al cruel proceso de selección natural que hacia 1992 denunciamos en estas mismas páginas. En los ’90, solo conseguía exponer el artista más apto para cargar sus cuadros a pulso, atar tanzas y martillar clavos en paredes. Dejar atrás la juventud implicaba dejar de mostrar por merma de las fuerzas físicas. Y cuando los recursos estatales llegaron, se los destinó a dos zonas urgentes: el patrimonio histórico (a cargo del Castagnino) y lo más novedoso del arte contemporáneo, reunido en el MACRO. Ahora se ve que había mucho más. La lista completa de 42 artistas (con errores, ya corregidos en la presente nota) puede leerse aquí: https://www.pagina12.com.ar/411614-una-herramienta-magica-para-volver-a-enamorar