Tres mujeres, tres artistas

Fuente: Página 12 – En el Museo de Arte Moderno y la Colección Fortabat se pueden ver por estos días tres muestras de estilos muy diferentes (pintura, instalación, escultura), pero todas evocan a personajes, mundos y recuerdos enrarecidos. Tres artistas se preguntan lo monstruoso a su manera en un recorrido diverso.

Un submundo perturbador e hipnótico donde habitan personajes que, orgullosos de su atrocidad, no se doblegan ante nada. Eso es lo que uno encuentra en La casa de las niñas inusuales, exhibición de Verónica Gómez, en Colección Fortabat.

En el segundo piso de la colección, las treinta y tres pinturas al óleo exhiben personajes en escenarios teatrales que, cuenta la artista, condensan el imaginario de la clase media ascendente de mediados del siglo XX. Símil mármol o leños a gas, entre otros elementos nobles emulados, conviven con empapelados y ornamentos de época, armaduras, armas camufladas, y niñas y mujeres inquietantes.

Algunas damas llevan armas de disimulo: un bastón  Remington con cabezal de can oculta un rifle; la reina azul porta una estilizada lapicera que esconde una cuchilla. Dama con Tessen lleva un coqueto abanico que es en realidad un arma letal.

Con estas armas camufladas con las que pueden aniquilar a sus enemigos, las modelos ficcionales de Gómez posan con extrema parsimonia. En algunos casos, ajenas a la mirada del espectador; en otros, saben que están siendo retratadas. Con atrocidad estoica, esas niñas y mujeres rígidas, con rostros vacíos o ensangrentados como mármol veteado, llevan extrañas vestimentas. Algunas inspiradas en las que usaba la familia Ingalls, y hasta hay un retrato de la maligna niña Nellie Olson.

Verónica Gómez. La cuarta hermana, 2020.  Fotografía Lihuel González

Cómplices, los animales acompañan a los personajes o se funden en un híbrido, como la dama con armadura de cangrejo albino, la mujer que deviene tronco o la niña con topo cabeza de estrella. Los cobayos y gatos carecen de vello. Hay mujeres tapadas, como asfixiadas con sábanas. Murciélagos que representan generaciones familiares, bandurrias cuyas sombras abismales crean personajes fantasmales.

“Muchas de las niñas inusuales son a la vez especímenes híbridos. Pueden estar compuestas por minerales, vegetales, animales; o cierto atributo las enlaza con alguno de estos reinos”, escribe Florencia Qualina en el texto de sala.

Hay pinturas de la República de los Niños, sitio que la artista visitó varias veces cuando era chica y también ya adulta. “La lógica de la Republica de los Niños era conjugar el mundo entero en un lugar para educar al ciudadano y mostrar el exotismo de Oriente, la división de poderes de la República. Tenía varias categorías, y todo lo miniaturizaba”, señala Gómez, cuya obra integra las colecciones del Museo de Arte Moderno, el Museo Castagnino+Macro y el Palais de Glace; asistió a Arteles Creative Residency Program y a Nelimarkka-museo Residency, ambas en Finlandia.

«Madre escondida» remite a los inicios del retrato fotográfico en estudio, cuando se solía cubrir a la madre con un lienzo para que sostuviera a su bebé recién nacido sin ser vista. En «Jane Eyes», una mujer saca por su boca su ojo cegado. Otras mujeres llevan armaduras y hasta corazas, como «Reina mulita», y elementos que se camuflan, se esconden en nuevas e insospechadas creaciones. “El camuflaje me interesa porque es un método de supervivencia en la naturaleza y socialmente puede serlo también”, dice Gómez, en cuyas pinturas hay guiños a la historia del arte y a la historia, y detalles para descubrir.

En «Niña mapache y las tres peras», Gómez se representa como mapache al recordar el momento en que sus padres la llevaron al pediatra para consultar por sus pronunciadas ojeras. Y La cuarta hermana incluye un deseo de su madre: “Siempre decía que si seguía teniendo hijos iba a ser una mujer que llamaría Itatí Irupé. Ese siempre fue como un fantasma en mi familia”, dice la artista, que representó aquella figura como un ser monstruoso.

Marcolina Dipierro, Imagen de campaña. Fotografía Paula Penise

También son complejas estructuras camufladas las obras que integran Aura incómoda, la imperdible exhibición de Marcolina Dipierro, con curaduría de Leandro Martínez Depietri, en la otra sala de mismo piso de Colección Fortabat. Dipierro, cuyas obras integran las colecciones del Museo Castagnino-MACRO, del Museo de Arte Contemporáneo (MACBA), y de Phoenix Art Museum (Arizona), creó joyas: una especie de ténder sostiene unas mechas de cabello de mujer, figuras de alambres casi imperceptibles encarnan la potencia del amor. Un extraño arado, cuyas cuchillas intimidan, contiene en su interior plumas suaves como terciopelo. Y un poderoso ser, que a primera vista parece sólo un tubo de ventilación, se columpia danzante, vital, sobre frágiles estructuras de cristal.

De experiencias y recuerdos de la infancia también surge Bravaria, con criaturas del desasosiego, de Sofia Torres Kosiba, en el Museo de Arte Moderno, al cuidado de Raúl Flores. Bravaria, que integra el programa Moderno Federal, es un reino habitado por personajes y situaciones que se vinculan con la vida de Torres Kosiba, artista transdisciplinar, curadora independiente, investigadora y docente de posgrado especialista en estudios de performance.

El video «La cueva del oso. Mujer Pájaro», dirigido por Lucía Palacio, transporta a un reinado deslumbrante, filmado en el Parque Sarmiento, por donde pasa Torres Kosiba cuando va de su casa a su estudio, en el centro de Córdoba. Como en ese sitio había una zona roja, cuando era chica su madre le decía (como hacían muchos otros padres con sus hijos) que no fuera allí porque vivía un oso. En ese lugar llamado la cueva del oso, Torres Kosiba, que desde niña tiene la singular capacidad de imitar el sonido de las aves, vuelve –ya adulta y al frente de un reinado precario—, para desatar un diálogo exquisito y estremecedor con los pájaros.

Bravaria, Sofía Torres Kosiba

Por fuera duras como coraza y blandas en su interior, sus imponentes esculturas (hechas con trapos y material reciclado y recubiertas con cemento) evidencian la estética de la precariedad. “Los monumentos de ese reino surgían de acontecimientos del cotidiano, de ese recorrido de mi casa hasta el estudio donde trabajo. También de lo que veía”, dice la artista, quien realizó exposiciones en el Museo Emilio Caraffa de Córdoba, en el Museo Basilio Donato de Santa Fe y en Colección Fortabat, entre muchos otros sitios. Por estos días la artista también participa de la muestra del Premio Braque, en el Centro de Arte Contemporáneo Muntref, en el ex Hotel de Inmigrantes, con L de F. «Lachesis de Fiesta», una escultura blanda donde conviven en clima surrealista criaturas extrañas y encantadoras hasta otras monstruosas.

En Bravaria, donde los restos de su propio vestido en sala continúan una posible secuencia del video, presenta un grupo escultórico potente. Hay cuerpos voluptuosos de personas que conoció, una paloma ensangrentada que se topó en la calle, la imagen de un ser amado que se extrañará por siempre y cuyo recuerdo vuelve como búmeran, en sueños y en vigilia, sí, cuando Torres Kosiba canta con los pájaros.

Sofía Torres Kosiba, Bravaria

La casa de las niñas inusuales de Verónica Gómez y Aura incómoda de Marcolina Dipierro en Colección Fortabat, ambas hasta el 30 de julio. Olga Cossettini 141 Puerto Madero. Jueves a domingos de 12 a 20. Tarifa normal $700. Jueves tarifa normal $400 y sin cargo para menores de 12 años, jubilados, estudiantes y docentes con acreditación.

Bravaria de Sofia Torres Kosiba, en el Museo de Arte Moderno, Avenida San Juan 350. Hasta el 31 de julio. Lunes, miércoles, jueves y viernes de 11 a 19. Sábados, domingos y feriados de 11 a 20. Martes: cerrado. Miércoles, gratis. Entrada general: $50.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *