Fuente: La Nación ~ En nueva sede y con propuestas dinámicas gracias a las buenas ventas, la feria demostró que la creatividad es la mejor herramienta para superar las crisis; la visitaron más de 65.000 personas.
“Vendimos muy bien, todos los días”, dijo animado Eugenio Ottolenghi, director de la galería Otto, mientras se abocaba a desprender una pintura de Alec Franco de su bastidor. La acababa de comprar en artebauna coleccionista de Los Ángeles, que le pidió llevársela de inmediato. Igual que él, muchos galeristas descolgaron obras vendidas y las repusieron por otras durante la feria de arte, visitada por más de 65.000 personas, que termina hoy en el Centro Costa Salguero.
Ese dinamismo se reflejó sobre todo en la galería The White Lodge, que apostó por cambiar el stand completo. Reemplazó la propuesta inicial, más “urbana”, por artistas cordobeses que trabajan con conciencia sobre el cuidado del medioambiente. Entre ellas, las piezas creadas por Claudia Santanera junto a una comunidad de artesanos de su provincia, tejidas con palma caranday. O las esculturas creadas en biocerámica por Sheila O’Connor, que trabaja con cúrcuma y desechos de yerba, huevo o café.
“Nuestro proyecto se centra en promocionar la creación local: si tu trabajo es bueno, va a ser bueno en cualquier lado”, dijo el viernes Georgina Valdez, directora de esa galería que está por inaugurar una segunda sede en Buenos Aires, en una de las charlas organizadas en la feria por LA NACION. Fue su respuesta a la pregunta de una artista tucumana, que viajó especialmente para visitar arteba y quería saber si a las galerías porteñas les interesa la producción de artistas de otras provincias.
“Gran parte de nuestro staff está conformado por artistas provenientes de otras partes del país”, le respondió Leopol Mones Cazón, director de Isla Flotante. El panelista recordó a su vez la exitosa experiencia de Panorama, una semana federal impulsada en plena pandemia por arteba y la cámara de galerías Meridiano, en colaboración con Junta (Red bonaerense de arte contemporáneo), Faro (Asociación civil de galerías de arte de Córdoba) y Giro (Circuito de galerías de arte de Rosario).
“Estoy sorprendida con la variedad de la escena”, admitió en esa misma conversación sobre mercado de arte Laura González, historiadora de arte radicada en Londres, que cofundó y dirigió el departamento de arte latinoamericano en la prestigiosa casa de subastas Phillips. “Me decidí a especializarme en la región después de hacer una pasantía en Malba”, señaló ayer con orgullo mientras comía un choripán en la terraza de la flamante galería Nora Fisch, un espacio de 1000 cuadrados alojado en un edificio de 1926, sobre la avenida San Juan.
Allí coincidieron también Tobias Ostrander, curador de arte latinoamericano de la Tate de Londres; Paulo Miyada, curador en jefe del Instituto Tomie Ohtake, curador adjunto para América Latina en el Centro Pompidou y también de la muestra actual de Anna María Maiolino en Malba, y el coleccionista cordobés Atilio Bugliotti. Junto con Manuel Segade, director del madrileño Centro de Arte 2 de Mayo, y Mariano Mayer, curador argentino radicado en España –quienes también participaron de las charlas organizadas por LA NACION– se contaron entre decenas de expertos que viajaron especialmente para visitar la feria en un fin de semana regional.
“Se extrañan propuestas más arriesgadas como las que aportaba el Premio Petrobras, pero está claro que el objetivo de este año era vender y eso está muy bien; después de la pandemia, era necesario volver a poner la rueda en marcha”, observó Cuauhtémoc Medina, curador en jefe del Museo Universitario de Arte Contemporáneo de México.
El rol más disruptivo fue ocupado este año por el ciclo de performances curado por Carlos Herrera, artista rosarino que justamente ganó el Premio Petrobras hace poco más de una década con su inolvidable Autorretrato de mi muerte. Ahora, a cargo del programa de obras realizadas en vivo durante horas, seleccionó cuatro muy distintas. Entre ellas, una con piezas digitales NFT y en realidad aumentada, realizada por Belén Romero Gunset, y la de hoy, en la que Guido Ignatti intercambió escenas de erotismo por dinero.
En ventas sorprendieron entre muchos otros Amparo Viau, cuya pintura monumental exhibida en Grasa fue comprada apenas abrió la feria; Charly García, en su debut como pintor en Popa; Gabriel Chaile, con esculturas que se vendían apenas se recambiaban en Barro, premiada en el stand de Banco Ciudad, que agotó todas las obras presentadas por Pasto y se llevó una lista de espera.
“El balance es positivo, muy por encima de mis expectativas”, dijo Jorge Mara, en una frase que resumió la impresión general de los galeristas. Para Larisa Andreani, presidenta de la Fundación arteba, gracias a un “muy buen trabajo en equipo” la feria “se mostró revitalizada, diversa y atractiva”.