Fuente: Cronista ~ Siempre recordamos que el arte no tiene ni sexo ni género. Muchas veces se dice que las mujeres están ‘castigadas’ por el mercado de arte, y no es así. Basta con fijarnos en las ventas públicas en remates de cinco de ellas para ver cómo son cotizadas y demandadas sin importar si usaban rimel o vestido.
Joan Mitchell (1926-1992) nació en Chicago, pero la mayor parte de su vida la pasó en Francia. Pertenece a la escuela expresionista abstracta, que es la favorita del arte estadounidense. En los últimos años de su vida compró una linda finca cerca de Giverny (el paraíso de Monet) y allí, en la localidad de Vétheuil, trabajó recordando el color de su admirado Henri Matisse, de quien decía: «Si pudiera pintar como Matisse, estaría en el cielo».
Varias de sus obras se han vendido en más de u$s 10 millones. El año pasado se pagaron 14 millones por una de ellas y en subastas se movieron u$s 71 millones. Solamente un 6% de lo ofrecido quedó sin comprador.
La japonesa Yayoi Kusama (92) es la gran estrella del mercado y es la artista pop más famosa en la actualidad. Vivió unos 15 años en Nueva York, adonde llegó en 1957.. Se hizo famosa con sus happenings, donde los desnudos estaban pintados con puntos. Al poco tiempo de volver a Japón, en 1977, decidió internarse en un psiquiátrico: desde entonces, allí trabaja y produce en gran cantidad, tanto pinturas, como esculturas y grabados.
Algunas de sus obras se han pagado u$s 5 millones y todos los años hay varias de sus muestras en el mundo. Actualmente, la que tiene en el Jardín Botánico de Nueva York está sold out. El año pasado se pagaron u$s 66 millones por sus obras: solo el 10% no tuvo comprador. Hay que agradecer al Malba, que trajo una estupenda muestra suya a Buenos Aires.
Tamara de Lempicka (1898-1980) es mito y leyenda. Aún no se puede confirmar si nació en Moscú o en Varsovia. Su familia era adinerada y cuando se casó por primera vez, en 1918, se fue a vivir a París, donde tuvo un éxito tremendo realizando retratos de la alta sociedad y de la farándula local. La bautizaron ‘la baronesa con pinceles’. Sus retratos eran muy elaborados y le llevaban tres semanas de trabajo.
Estudió un corto tiempo con Maurice Denis, pero fue André Lhote quien influyó más en su trabajo, que a partir de la exposición de 1925 de Artes Decorativas, la convirtió en la gran figura del art decó en la pintura.
Encantadora y trabajadora, para una exposición en Milán logró realizar 28 pinturas en solo 6 meses y, como era costumbre, todo se vendió de inmediato. Lo mismo le ocurrió cuando expuso en Nueva York en 1929, con la mala suerte que todo el dinero lo perdió con el crack de la Bolsa.
En 1935 se casó con otro millonario húngaro y se fue a vivir a California. Fue la preferida de las estrellas de Hollywood. De algunas de sus pinturas famosas realizó réplicas, como la de la mujer en una Bugatti, que recordaba la muerte de Isadora Duncan, con su echarpe que se enganchó en las ruedas del auto y la mató.
En 2020 se vendió una de sus obras en u$s 21,3 millones. Son varias las adquiridas en más de u$s 10 millones.
Helen Frankenthaler (1928-2011) es otra talentosa estadounidense, influenciada por Jackson Pollock. Estudió con el mexicano Rufino Tamayo y se casó con otro gran artista: Robert Motherwell.
Trabajaba de una forma muy particular el óleo, que parecía acuarela en sus obras. El año pasado se pagaron u$s 8 millones por una de sus obras. Tiene un gran mercado, pero pocas piezas aparecen en venta.
La más cotizada de todas es también estadounidense: Georgia O’Keeffe (1887-1986). Se hizo famosa por sus flores en primer plano y es considerada ‘la madre del modernismo americano’.
Nacida en Chicago, su actividad la realizó en Nueva York y los últimos 40 años, en Nuevo México. Una de sus obras se vendió en u$s 44 millones. Generalmente se vende en un promedio de u$s 7 millones: solo el 5% queda sin vender en subastas.