Psicosis: el antihéroe de Pink Floyd visita a la pintora secreta de Puerto Madero

Fuente: La Nación – Los cuadros de Emilia Gutiérrez en una muestra en Colección Amalita que recorre diez años de trabajo artístico silencioso

Los malentendidos sobre las traducciones de nombres de canciones son parte del ADN de la cultura pop argentina. Desde que algún empleado trasnochado de EMI lanzó el primer simple de Los Beatles como “Los Grillos” hasta la edición del fundamental LP de Nirvana, Nevermind, con delicias autóctonas tales como “Acto Haragán” por “Lounge Act” o, peor, el hit anti-hit “Smells like teen spirit” acotado a esencia en “Olor adolescente”, siguiendo acaso una genética de las distribuidoras de cine y sus nombres pochocleros antes del pochoclo.

Pero este no es el caso: el nombre del segundo simple de Pink Floyd aparece diáfano tras los vidrios de Fundación Amalita mientras se recorren los cuadros de la casi inédita Emilia Gutiérrez. Justo frente a un retrato (“Angel”, 1973) de un masculino que podría ser el histrión uruguayo Carlos Perciavalle tanto como el Lou Reed de Sally Can’t Dance (1994) sin los rayban negros propios de su botiquín de accesorios. “See Emily Play” se publicó en Londres en junio de 1967 y no hay por qué jugar al malentendido ya que ese título traducido de manera (casi) fiel bien podría dar nombre a esta muestra en la que Rafael Cippolini se ocupó de disponer toda la obra de la silenciosa Emilia de una vez y para siempre.

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El autor de “See Emily Play” fue Syd Barrett, el ideólogo estético de ese temprano Pink Floyd que en nada se parece a la corporación disputada en el siglo XXI por los casi octogenarios sobrevivientes. Una vez que se establece la conexión entre el misterio de la Emilia argentina y la Emily psicodélica todo parece fluir en una corriente de correspondencias insospechadas. Cippolini hace hincapié en el tiempo fugaz en el que Emilia atravesó la historia del arte argentino casi sin dejar rastro. Diez años exactos entre su primer muestra en Lirolay y sus últimas pinturas.

La exhibición de Emilia Gutiérrez se puede visitar hasta julio, de jueves a domingos de 12 a 20, en la fundación Amalita en Puerto Madero
La exhibición de Emilia Gutiérrez se puede visitar hasta julio, de jueves a domingos de 12 a 20, en la fundación Amalita en Puerto MaderoGza. Fundación Amalita

La trayectoria de Barrett no es muy distinta. Es entre 1965 y 1966 que convierte a su banda de Cambridge en Pink Floyd y sus señales se pierden, como las de un barco que se hunde en lo profundo del óceano, hacia 1975 cuando ya fuera del grupo, consagrado en la ola del rock progresivo, aparece sin que lo inviten en una de las sesiones de grabación del álbum Wish you were here. Es un instante mítico. Lleva el pelo muy corto, como punk, y se ha depilado las cejas. Lo confunden con un fan o un homeless pero, al fin, David Gilmour lo reconoce. Y así como llega se va y nunca más lo volverán a ver. El grupo desangrará su culpa en el vals cósmico “Shine On You Crazy Diamond” (“Brilla tú, diamante loco” en la edición argentina) que es un cliché del espacialismo al lado de “Arnold Layne” y “See Emily Play”, las canciones con las que Barrett, a los 19 años, era capaz de enviar a la Alicia de Lewis Caroll en su guitarra Telecaster con espejos incrustados en plan Op Art convertida en Sputnik.

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“Emilia lo intenta pero no lo entiende/Suele tomar prestados los sueños de alguien hasta mañana”. Así empieza la canción de Syd Barrett inspirada en otra artista, la escultora Emily Young, a quien había conocido en la London Free School of Arts, un cónclave contracultural en el albor de la psicodelia. ¿Pero acaso no son esas palabras las mismas que le cabrían a una pintora argentina que Barrett desconocía? ¿Los versos en el estilo del nonsense inglés para aquella Emily no podrían ahora mismo estar escritos en la sala para esta Emilia? Y al mismo tiempo, ¿no es posible pensar en que uno de esos calvos lunáticos pintados por Emilia Gutiérrez sea Syd Barrett? En su última aparición pública, ya en los años 80, un paparazzi lo captó así: calvo, en ropa de cama, cerca de la casa de su madre, exiliado del mundo.

Sino los unió la psicodelia (Emilia Gutiérrez está fuera del tiempo de la segunda mitad de los 60) si lo hizo la psicosis. A la pintora empezaron a hablarle los colores y al inventor de Pink Floyd la exploración con el ácido lisérgico se le volvió “Calvario Interestelar” como, otra vez, alguien en EMI entendió que debía traducirse la pieza instrumental “Insterstellar Overdrive”. Bis: la bio de Barrett (Timothée Chalamet es número puesto para encarnarlo en el cine) escrita por Rob Chapman se llama “A very irregular head” (“Una cabeza muy irregular”). ¿No suena perfecto para la bio de Emilia?

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