Fuente: La Nación ~ Veinte reconocidos artistas nacionales convocados por la Academia Nacional de Bellas Artes presentan hasta fin de mes en el CCK lo mejor de su producción y búsquedas creativas.
Pinturas tras barrotes de hierro, aguatintas inspiradas en noticias de catástrofes naturales y no tan naturales, collages hechos con páginas de libros antiguos e instalaciones que evocan destrucciones de ejemplares por orden de tiranos, obras “cartoneras”, abstracciones vertiginosas y voluptuosas, xilografías sobre fieltro, imágenes de mansiones pintadas sobre chapas de zinc acanaladas, tributos a María Elena Walsh, Violeta Parra y Gustavo Ceratti creados con pasta de papel de rosas chinas y bronces con planos de pistas de aeropuertos de las “capitales del arte” son algunas de las obras del Premio Trabucco de la Academia Nacional de Bellas Artes (ANBA) que, por primera vez, se exhiben en el quinto piso del Centro Cultural Kirchner (CCK), hasta fin de mes. A causa de la pandemia, también es la primera vez que se presentan dos ediciones juntas: la de Pintura 2020 y la de Grabado 2021.
Trabajos de veinte artistas argentinos contemporáneos de la generación intermedia -catorce mujeres y seis varones- corroboran la vitalidad y el afán de búsqueda que caracteriza la actividad artística: pinturas y obras gráficas que se desbordan hacia lo documental, lo instalativo y lo escultórico conviven con grandes obras -por calidad y tamaño- en cuatro salas del 5º piso del CCK. En menos de una hora de recorrida, el día puede mejorar.
El montaje de la muestra estuvo a cargo de dos académicos: Mercedes Casanegra y José Marchi (que exhibe sus propias pinturas hasta el 14 en Oda Oficinas de Arte, Paraná 759). Los seleccionados del Premio Trabucco Pintura 2020 son artistas destacados: Carlos Bissolino, Diego Figueroa, Estanislao Florido, Silvia Gurfein, Graciela Hasper, Julián Prebisch, Paula Senderowicz, Cristina Schiavi, Paola Vega y Leila Tschopp, que resultó la ganadora del premio y exhibe tres acrílicos “atrapados” tras barrotes de hierro.
Lo mismo puede decirse de los seleccionados para el Premio Trabucco Grabado 2022: exhiben obras Esteban Álvarez, Marta Belmes, Pipa Estefanell, Paula Hacker, Pablo Lehmann, Lulú Lobo, Lidia Paladino, Nadina Maggi, María Inés Tapia Vera y Elisa O’Farrell, ganadora del premio. De esta artista, que en 2019 ganó el Primer Premio del Salón Nacional en la misma categoría, se muestra una serie de dibujos de viviendas destruidas por la acción humana o la naturaleza. Tschopp y O’Farrell recibieron 400.0000 pesos cada una.
En obras como las de María Inés Tapia Vera, la huella pandémica es elocuente; otras pueden ser leídas (es decir, vistas) en clave sociopolítica, como las de Estanislao Florido, Diego Figueroa (que “retrata” mansiones en soportes usados para construir viviendas precarias: chapas) y Pablo Lehmann, con una instalación que merecería lucirse en el Museo del Libro y de la Lengua (si esa institución tuviera una colección propia).
Dos instalaciones de Esteban Álvarez permiten que los visitantes generen los dólares que tanto necesita la economía nacional mediante la sencilla técnica del frottage. Algunas series interrogan poética y dialécticamente el acto de mirar, como pasa con las pinturas de Silvia Gurfein y Paola Vega, y los grabados de Marta Belmes que “dialogan” con la obra de la canadiense Dorothea Rockburne. De Carlos Bissolino y Graciela Hasper se presentan tres pinturas de abstracciones donde se prosigue la indagación sobre algoritmo y materia.
Por el halo de misterio y sensualidad que emanan las pinturas de Cristina Schiavi, Julián Prebisch y Paula Senderowicz uno quiere, simplemente, llevarse las obras a casa. Paula Hacker ideó una serie de piezas que toman cuerpo y testimonian un presente asfixiante, mientras que Nadina Maggi, mediante un grupo de objetos poligonales con imágenes de archivo, invita a recorrer metrópolis imaginarias. Lulú Lobo recrea estructuras ornamentales habitadas por seres fabulosos en diferentes soportes y Pipa Estefanell, “haikus visuales” y paisajes invernales en serigrafías intervenidas con cenizas vegetales. Lidia Paladino, en aguatintas sobre papel hecho a mano, homenajea a tres artistas tan delicados como populares.
Implementado en 1993, el Trabucco reemplazó el Premio Palanza que la Academia otorgaba desde 1946. A partir de 2014, a las categorías de Pintura, Grabado, Escultura y Dibujo se incorporó Otros Soportes. Luego de dos años, la obra ganadora del Trabucco -se trata de un premio adquisición- es donada por la ANBA a un museo nacional, provincial o municipal de la Argentina. Las disciplinas se alternan año a año y los diez artistas invitados a participar del premio son seleccionados por la Comisión de Artes Visuales de la ANBA, en este caso integrada por Marchi, Casanegra, Gracia Cutuli, Laura Malosetti Costa y Graciela Taquini.
El Trabucco premia el trabajo de uno de los diez convocados y no una obra en particular. Artistas como Carlos Gorriarena, Adolfo Nigro, Elsa Sobeilman, Juan José Cambre, Mónica Millán, Juan Andrés Videla, Mele Bruniard, Lydia Galego, Marina Papadopoulos, Fabián Velasco, Olga Autunno, Mariela Yeregui y Juan Lecuona ganaron el Trabucco en ediciones anteriores. Los Trabucco se expusieron en museos e instituciones como el Museo Nacional de Bellas Artes, el Centro Cultural Borges, el Centro Cultural Recoleta y la Fundación Klemm, donde en 2020 las obras de la categoría Otros Soportes no pudieron ser vistas por el público debido a las restricciones sanitarias.
“El premio se crea por una donación testamentaria del artista Alberto J. Trabucco, donde se indicaba la creación de una fundación dentro de la Academia con el propósito de contribuir al desarrollo de las artes en la Argentina”, dice a LA NACION Matilde Marín, presidenta de la ANBA, institución que también administra la Fundación Klemm. “Es un premio anual solo por invitación: se invita a diez artistas de la generación intermedia; de algún modo lo pensamos como un premio consagratorio”.
En esta edición los jurados del premio fueron Andrea Giunta, Casanegra, Marchi, Eduardo Medici y Marín. “Fue importante que los artistas mantuvieran su espíritu pues el premio de pintura estaba pautado para 2020 y no se pudo hacer y el de grabado para 2021 -agrega Marín-. Por suerte pudieron confluir en este 2022 en una hermosa edición en el CCK. Los artistas lograron que esta edición sea excelente. También rescato el mecenazgo de este hombre que dejó un legado para que por muchos años se mantuviera un premio para la comunidad artística”.
El premio adquisición de pintura, de Tschopp, integra la serie El mar de hielo, de 2021. Es un tríptico de acrílicos sobre tela y una estructura de hierro que “protege” las pinturas con barrotes (y que arrojan su sombra sobre la tela). “Continúa mi exploración de la espacialidad de la pintura tanto en su representación bidimensional como en el modo en que se dispone en el espacio -dice la artista a LA NACION-. En los últimos años desarrollo obras que proponen una estrecha relación entre pintura, escultura y arquitectura, a partir de un abordaje formal y conceptual más decididamente concebido desde el terreno de la instalación, como género que incluye a la pintura y como lugar creado para tener una presencia concreta en un lugar inasible”.
En las obras se evidencia la tensión entre el adentro y el afuera, el interior y el exterior. “La pintura evoca un espacio interior que muestra sombras proyectadas o luces reflejadas, pero no deja ver la fuente de la que provienen -agrega la artista-. La estructura de hierro obtura la imagen, pero también abre otro espacio en el espacio, permitiendo una continuidad, una articulación paradojal entre el adentro y el afuera, entre el plano y el volumen. La imagen que surge de la relación entre las pinturas y las estructuras remite a un espacio interior inquietante, extrañado, en la intersección entre lo real, lo imaginario y lo simbólico”.
En la presentación de su obra, que se puede leer en el interesante catálogo, Elisa O’Farrell, ganadora del premio de grabado, describe su trabajo de “traducción” de imágenes de un soporte a otro. “Volví a mirar esas aguatintas de viviendas vulneradas muchos meses después -refiere- Esas imágenes que en su momento tuvieron una fugaz aparición en los medios, que de tan fugaces se nos escapan, quedaron congeladas por el tiempo de la aguatinta. Perdiendo velocidad y ganando materia. Las capturas, o pausas, de ese último momento recuperaban nitidez. Desaparecía el brillo de la pantalla y emergía la textura del grano, el gesto del pincel, la contextura de la ruina”.
También en la página web de la ANBA se pueden descargar y leer online los números de la revista Temas y los tomos de la Historia general del arte, entre otros materiales ideales para adjuntar a la biblioteca digital.
Para agendar
La muestra del Premio Trabucco se puede visitar de miércoles a domingo en el CCK (Sarmiento 151), de 14 a 20, con entrada libre.