Fuente: Cronista ~ Algunos de los empresarios más importantes del mundo tienen como ocupación «alternativa» la compra de grandes obras, muchas de las cuales donan o prestan a los museos.
En la Argentina lo fueron Antonio y Mercedes Santamarina, que llegaron a vender campos para comprar arte; luego Mario Hirsch, la cabeza del grupo Bunge & Born, que regalaba a la gente que trabajaba con él obras de Molina Campos.
También Amalita Lacroze quien compró la obra más cara en su momento, en 1980, en 7 millones: el fabuloso Turner que puede verse en Puerto Madero en la Colección de Arte Amalia Lacroze de Fortabat.
También formó una extraordinaria colección de impresionistas y de pintura argentina Carlos Pedro Blaquier y en los últimos años Eduardo Costantini ha iniciado una importante colección de arte Iberoamericano que se puede ver en su Malba.
Hoy las grandes galerías de arte y las casas de subasta buscan pinturas y esculturas que les dejen buen margen de ganancia, y en general son obras que superan los 50 millones. Luego de tenerlas en consignación comienzan a ofrecerlas a unos 30 compradores que están dispuestos a invertir esa suma en una sola obra de arte.
La mayoría de estas operaciones se realizan privadamente y no se conocen, pero otras que van a subasta sí permiten saber el vendedor y el comprador en muchos casos.
La señora Alice Walton, heredera con sus dos hermanos de Walmart, compra tanto para su colección privada como para el museo que ha formado en Texas. Ella compró una obra de Rauschenberg en 88 millones y una «Flor» de Georgia O’Keeffe en 44 millones.
El creador de Amazon, Jeff Bezos, acaba de donar 200 millones al Museo del Arte y Espacio en Washington y se compró un Ed Ruscha en 52 millones. Además parece que está comprando mucha obra de autores americanos.
Francis Bacon realizó 26 trípticos en su vida, y uno que tenía como personaje a su amigo y colega Lucian Freud, ofrecido en 2014, lo compró Elaine, ex esposa del magnate de los casinos Steve Wynn, en 145 millones. Este año salió a la venta uno que era de una colección noruega y se vendió en 85 millones.
Hay grandes compradores que viven en Suiza y Turquía, pero permanecen en el anonimato. El Señor Patrick Drahi no sólo compró en 3500 millones de dólares la casa de subastas Sotheby’s, sino que también está comprando obras de importancia, como hace también François Pinault, el dueño de Christie’s. Es lógico ya que aquellos que vendemos arte debemos dar el ejemplo y siempre comprar.
Kenneth Griffin compró en 500 millones un Pollock y un De Kooning, pero no los llevó a su casa, los prestó al Instituto de Arte de Chicago.
El japonés Yusaku Maezawa compró dos Basquiat en precios récord, de 103 millones y 50 millones, luego desapareció del mapa y a fines del 2019 vendió su parte en su empresa, en 2800 millones, y ha vuelto a comprar obras de arte.
El más fuerte comprador chino, vive en Taiwán y se llama Pierre Chen. Muchas operaciones privadas realiza Steven Cohen, que no sólo compra sino que también vende en valores que superan los 100 millones. Otro fuerte comprador es Leon Black quien pagó 120 millones por «El Grito» de Munch.
En los ochenta los grandes compradores fueron los japoneses, como el señor Saito, que en dos días invirtió 180 millones en un Van Gogh y un Renoir, siguiendo los pasos de la compañía de seguros Yasuda que pagó 40 millones por unos girasoles del artista, que creo fueron el puntapié inicial de estas décadas doradas del mercado de arte.
Hoy los grandes compradores son los árabes y los chinos, que son los que sostienen el mercado de arte.