Fuente: Clarín ~ Luego del primer estupor y una vez que el desconcierto ante los corredores vacíos y las obras ciegas de miradas ajenas, los museos de mundo decidieron enfrentar la pandemia básicamente con tres grandes estrategias: la virtualización de sus salas y actividades; el refuerzo de los vínculos con las comunidades de las que forman parte, en sentido micro –el barrio, la ciudad–, pero también el macro –el país y su región–; y el desarrollo de la cooperación entre pares. Esas son las conclusiones a las que llegó la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) tras relevar qué es lo que pasó con los museos de todo el planeta a partir de la irrupción del Covid y las distintas medidas de encierro que decretaron los países. Con todo, el panorama muestra matices que se renuevan ante la segunda (¿tercera? ¿cuarta?) ola de la peste que vuelve a cerrar las puertas por estos días en Europa y en América Latina. “Esta situación nos ha llevado a replantear la función misma del museo”, anticipaba en diciembre pasado la argentina Ana Longoni, directora de Actividades Públicas del Museo Reina Sofía, en una conferencia. Y en ese proceso se encuentran las principales instituciones artísticas del mundo.
Realidad mixta, con el celular, para ver lo que está y lo que estuvo alguna vez en la casa Clemenceau en Saint--Vincent sur Jard, en Francia.
“El sector cultural se ha visto afectado de forma grave y duradera por la pandemia del Covid-19, y los museos se han visto especialmente afectados: el informe de la Unesco de 2020 estimaba que casi el 90% de ellos habían cerrado durante un periodo corto o largo”, recordaba hace pocos días la institución plurinacional en su nueva edición del informe Los museos en el mundo: Frente a la pandemia de Covid-19, editado en abril. Ya no se trataba, entonces, de estimar los daños sino de cuantificarlos. Y las cifras son elocuentes. Se calcula que hay casi 104.000 museos en el mundo aunque estos establecimientos no están distribuidos de manera uniforme: el 61% se encuentra en Europa Occidental y América del Norte, el 18% en Asia y el Pacífico, el 11% en Europa del Este, el 8% en América Latina, el 0,8% en África y el 0,7% en los Estados Árabes.
Ese enorme planisferio de instituciones culturales se vio golpeado por el coronavirus de manera uniforme: el 83% de los Estados que conforman la ONU tomaron medidas para cerrar las puertas de los espacios relacionados con el arte en 2020, total o parcialmente, por períodos que van desde menos de un mes hasta un año. Esas decisiones sanitarias generaron un derrumbe en la cantidad de asistentes, ya que incluso en los establecimientos que tenían alguna manera de presencialidad autorizada, los protocolos vigentes y la drástica caída del turismo mundial, vaciaron sus salas (se estima que los museos tuvieron un promedio del 70% menos de público). La evolución de la crisis sanitaria ha llevado a algo menos de la mitad de los Estados (el 43%) a tomar medidas para volver a cerrar sus museos en lo que va del año 2021, “lo que sugiere que la situación para los museos volverá a ser muy difícil este año”, apuntan los analistas de Unesco.
Este panorama vació los ingresos de las instituciones culturales de manera catastrófica: en 2020, el dinero que recibían por las visitas había caído entre el 40 y el 60% en comparación con el año anterior, al tiempo que la inversión pública también se minimizó: si bien las subvenciones públicas se mantuvieron estables en una cuarta parte de los paises, e incluso aumentaron (para compensar las pérdidas debidas a los cierres) en otra cuarta parte, lo cierto es que cayeron, a veces de forma muy significativa (más del 40%), en casi la mitad de los museos del mundo.
Casa de reyes y luego prisión, la Conciergerie, de París, puede recorrerse con un sistema de realidad aumentada para ver cómo lucía hace siglos.
Billeteras vacías y temores
Si bien el informe de la Unesco señala que la mayor parte de las instituciones culturales hicieron uso de herramientas digitales que habían desarrollado en años anteriores para desplegar visitas virtuales y el uso de redes sociales, también reconoce que “la brecha digital entre las regiones es un obstáculo importante para el cumplimiento de su función educativa de estas instituciones, en un contexto de encierro”. Además, la pandemia dificultó o paralizó el mantenimiento de una serie de medidas relacionadas con la seguridad y la conservación de las colecciones, lo que ha suscitado el temor de algunos Estados. Es por eso que muchos países expresan temores con respecto a los riesgos de venta o cierre de colecciones como consecuencia de la crisis, así como en el efecto radial del cierre de cada museo, que se expande en su barrio y en los comercios que lo rodean con recortes salariales, pérdida de puestos de trabajo, cierre de comercios y establecimientos vinculados al sector turístico y a las actividades relacionadas con el patrimonio.
“El Museo Reina Sofía, así como el Prado y el Thyssen y otros están atravesados por una paradoja muy fuerte que es su relación estrecha con los procesos de gentrificación turística y de especulación inmobiliaria, que se dan en los lugares donde están situados esos museos –explicó la argentina Ana Longoni a fin del año pasado en un debate titulado “Tendencias en los museos post-Covid: una nueva manera de vivir la cultura y el arte”, que se puede seguir por Youtube–. Hoy ante el detenimiento del movimiento de estas enormes masas de turistas se plantean otras paradojas y por eso el museo no puede ser ingenuo con respecto a ese ecosistema del que forma parte. Porque un museo no es solo su colección o sus exposiciones, sino también el modo en el que se articula con su entorno y con las redes que están asociadas a él desde el trabajo (por ejemplo, los artistas, los montajistas, y esas comunidades a veces muy precarizadas que viven o sobreviven articuladas con él). Ese también es nuestro ecosistema y hay que saber cuidarlo en estas condiciones, de modo que el museo también sea responsable no solo de su entorno más inmediato, el barrio en el que se emplaza, sino tambien esa comunidad vinculada al mundo artístico que hoy ve peligrar su subsistencia. Hay esa responsabilidad ética y pública respecto de esos modos de habitar y ese ecosistema del cual el museo es parte”.
No es ajena a ese panorama que plantea Longoni la situación de organizaciones que dependen financieramente en gran medida por el mercado y la filantropía, como Estados Unidos o Gran Bretaña, la pérdida de puestos de trabajo ha sido rápida y especialmente importante, como señala la Asociación de Directores de Museos de Arte Americanos: “Los museos tienen una fragilidad que se ve mermada en tiempos de crisis como el actual”.
Valérie Senghor es especialista en gestión cultural y desde la dirección del Centro de Monumentos Nacionales (CMN) coordina el funcionamiento de más de un centenar de monumentos.
Al museo desde el sillón
Salas que invitan a visitas virtuales. Posteos seductores en redes sociales. Ciclos en formato de podcasts o de videos para conocer los secretos de una colección. Visitas inmersivas a partir de la realidad virtual. Juegos y desafíos para chicos y chicas. Aplicaciones para teléfonos móviles. Paseos por los jardines y parques que los rodean. Conferencias, charlas, webminarios, entrevistas… Las instituciones culturales en general y los museos en particular desarrollaron en el último año una batería de recursos para no perder en vínculo con su público. «El Museo Livingstone se encuentra cerrado pero activo a través de Facebook y nuestra página web», contó el año pasado Terry Nyambe, conservador de Ictiología de esa institución de Zambia.»Contratamos a expertos para filmar visitas guiadas a todas las exposiciones. Estas serán transmitidas en segmentos en la televisión senegalesa, y también estarán disponibles en línea», afirmó Hamady Bocoum, director General del Museo de las Civilizaciones Negras en Dakar, Senegal. Mientras que Beryl Ondiek, directora de los Museos Nacionales de las Seychelles, declaró: «En la niebla del caos, los museos derriban los muros que nos separan. Los museos pueden servirse de todas las colecciones y la información que tenemos, y transmitir nuestro patrimonio cultural y natural a las comunidades a través de Internet con el fin de levantar el ánimo y mantener a todo el mundo conectado». Y desde Francia, Valérie Senghor, directora general adjunta encargada de la innovación, el desarrollo y los grandes proyectos del Centro de Monumentos Nacionales (CMN), explicó a Ñ en detalle los diversos proyectos digitales que implementaron en los últimos años y que capitalizaron en 2020: “Después de los primeros meses, pudimos ofrecer nuevos formatos de visitas virtuales para recorrer los monumentos nacionales de todo el país”.
“El 93% de los museos que hemos consultados aumentó o inició servicios en línea durante la pandemia. Más del 75% de ellos dijeron que habían aumentado sus actividades en redes sociales y el 53% aumentó o comenzó a crear contenidos en vídeo”, indica el informe “Follow-up survey on the impact of the COVID-19 pandemic on museums in Europe” elaborado por el Network of European Museum Organisations (NEMO), una organización continental que vincula a los museos europeos con el resto del mundo, y publicado hace tres meses. Además, más de un tercio de esas instituciones aumentaron su presupuesto y recursos vinculados con la virtualidad y más del 40% reasignó tareas a su personal para gestionar las actividades en línea. Esa profundización de los recursos virtuales no fue homogénea: mientras la mayoría de los museos más grandes (81%) aumentaron sus capacidades digitales por la pandemia, solo el 47% de los más pequeños pudieron dedicarse a eso.
El informe del NEMO fue realizado a partir de las respuestas de 600 profesionales de museos de 48 países de la Unión Europea, además de otros de Europa del este, de India, Nigeria, Filipinas, Tailandia, Estados Unidos y Vietnam. Entre ellos, más de 8 de cada 10 sugirieron que necesitan apoyo adicional para desarrollar herramientas digitales y de transición. De esos museos, más del 40% respondió que necesitaba ayuda para crear una estrategia digital, seguida de la necesidad de una nueva infraestructura digital (23,2%) y la formación del personal (18.7%).
Así, todo ese trabajo pudo hacer una prueba piloto de convivencia con las visitas tradiciones cuando en esos países la pandemia dio una tregua antes de la segunda ola: casi la mitad de esas instituciones aseguraron que las visitas online se mantuvieron al mismo nivel desde la reapertura temporal de sus puertas o, incluso, que aumentó; y precisaron que las actividades virtuales que mayor público sedujeron fueron las que tuvieron lugar en las redes sociales, que casi el 60% de los museos encuestados consideraron más populares que antes; seguidas de los contenidos en vídeo (42%) y las visitas virtuales (28%).
el Louvre, vio caer su asistencia un 75% en julio de 2020 y un 60% en agosto en comparación con el año anterior, y ya registraba entonces 40 millones de euros de pérdidas. Foto: Dmitry Kostyukov for The New York Times.
Desde el Museo Reina Sofía, la argentina Ana Longoni hacía en diciembre un primer balance: “Vemos en ese punto qué nuevos usos y nuevas demandas están surgiendo, pero también qué nuevas imaginaciones podemos desplegar para pensar otros posibles usos podemos crear y también imaginar el museo inscripto en otra trama de futuro posible que será distinto. Durante los meses más duros de la pandemia, de marzo a junio, el museo estuvo cerrado y hubo un vuelco grande a las experiencias digitales. Eso nos permitió fortalecer la posibilidad de entablar una serie de actividades con públicos distantes y hasta podríamos decir con públicos inesperados. Desde julio, con la reapertura, nuestra apuesta es por la presencialidad, pero esa presencialidad se conjuga con formas mixtas, con actividades que son también a distancia”.