Fuente: Clarín Cultura by Judith Savloff – Se impuso en los años 60 pero su obra no se exponía desde hace una década. Las claves.
«Mis flores son propias. Una jarra es todas las jarras que he visto en mi vida. Pinto con el modelo de la memoria que se nutre de lo cultural, lo social y lo personal. Todo pasa por mi memoria».
Así definió el pintor y dibujante argentino Jorge Ludueña a su obra, «expresionista» y «controlada» a la vez. Y, hasta el 14 de junio, 19 de sus cuadros se pueden ver en la muestra El universo en un trazo.
En la galería porteña Roldán José María están expuestas algunas de sus infantas y sus meninas, sus toreros y sus naturalezas muertas. Los borrachos. La pipa de Adán. Tanguería. Casi 20 de sus últimos trabajos, donde se lucen su destreza de dibujante y su dedicación tanto como su humor, su picardía.
Obra. «Menina musical», de Jorge Ludueña.
Se trata, en todos los casos, de figuras casi imposibles, a veces con planos superpuestos y rasgos agigantados combinados con líneas precisas. ¿El resultado? Grotesco y simpático. Y algo más: es como si en cada una de esas obras, Ludueña subrayara el gesto vívido que mejor define su mirada sobre el protagonista.
«Llego al expresionismo por la exaltación conceptual de las formas. No es un hecho puramente gestual sino una posición de mis signos profundos -explicó-. Por la ubicación que tienen, adquieren una característica en cada cuadro. Por eso mi pintura, con sus características expresionistas y los signos, se hace muy reconocible. Cada vez que pinto un cuadro hago mi autorretrato», explicó.
Y el pintor agregó: «Soy un barroco convencido. La cantidad exagerada de elementos se origina en mi horror al vacío. Siento su carencia en espacios que otros pintores llenan con modulaciones de color. Soy un pintor de formas más que del color, un estructuralista que, como tal, equilibra el plano sumando elementos y desde luego no podría ser otro el resultado».
Con la pintura a todas partes
Obra. «Pintor de invierno», de Jorge Ludueña.
Ludueña fue parte de la escena de la pintura argentina de los años 60, los del brillo de la Nueva Figuración -esa especie de «reconciliación» de la figuración y la abstracción, tras el auge de esta última, en la que se destacaron Luis Felipe «Yuyo» Noé, Ernesto Deira, Jorge de la Vega y Rómulo Macció-,pero sin ser parte activa de esa movida. Las tintas El Matadero y Palabra sostenida ingresaron a la colección del Museo Sívori tras haber sido premiadas en las ediciones de los años 1967 y 1968 del Salón Manuel Belgrano.
Para Carlos Areán, ex director del Museo de Arte Contemporáneo de Madrid, «Ludueña pertenece como expresionistaal mundo de Goya, Eugenio Lucas padre y Solana, pero no al de Munch, Ensor o Nolde. Creo que la diferencia estriba en que en el expresionismo nórdico las figuras, los ritmos sinuosos o cortados, el color intenso y la deformación feroz sirve para que el artista le comunique a gritos al espectador su tragedia íntima, su desgarro, su desacuerdo entre su personalidad angustiada y cuanto lo rodea (…) Los nórdicos no dejan respirar a las cosas, pero Ludueña exige que las cosas respiren, nos hablen y nos pidan respuesta sobre lo que ellas son».
Obra. «Nuestros señores de la silla», de Jorge Ludueña.
El pintor nació en Buenos Aires en 1927, fue autodidacta y más tarde estudió con el maestro Demetrio Urruchúa -autor, junto con Berni, Spilimbergo, Castagnino y Colmeiro de los celebérrimos murales de Galerías Pacífico-. También se recibió de kinesiólogo y estudió algunos años arquitectura.
En 1974 Ludueña se radicó en Madrid. Y siguió pintando y exponiendo. En 1999 decidió volver a la Argentina, donde asentaría su taller, pero murió, de golpe, en el aeropuerto de Ezeiza.
Contra el olvido
La obra de Ludueña integra las colecciones del Fondo Nacional de las Artes, Municipal de Buenos Aire; MoMA; De la Asociación Vanviteli, Nápoles, Italia; De Arte Contemporáneo, Madrid, España; De Arte Moderno Ricci Oddi, Italia; Del Dibujo, Castillo de Larres, Sabinánigo; museos Rallye, Uruguay, Chile e Israel, y de las pinacotecas De la Obra Cultural de la Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Madrid, de Córdoba, de Guadalajara y de Extremadura, España.
Pero hacía 10 años, desde la muestra antológica que le dedicó el Sívori, que no se exponía su trabajo en el país. «Las obras son testimonios y evidencias materiales de un tiempo que incubó grandes artistas que al resistir las clasificaciones quedan tapados por el olvido«, decía la presentación a esa muestra, que se realizó en el marco de un programa para poner en circulación las obras de dibujantes clave, como Lajos Szalay, Osvaldo Attila y Ezequiel Linares.
A través de la exhibición actual se busca, de acuerdo a la esposa y compañera de Ludueña durante los últimos 30 años, Onés, “resguardar y preservar el legado del artista”.
La invitación a la muestra señala que incluye 19 obras, 18 de las cuales están realizadas en óleo y acrílico sobre tela, tabla o corpóreo de madera. También hay algunas piezas en técnica mixta y serigrafías. Todas corresponden a la última etapa de su vida y la mayoría constituyen un conjunto en el que venía trabajando al momento de su muerte.
El universo en un trazo se exhibe en la galería Roldán José María, Libertad 1033, Ciudad Autónoma de Buenos Aires, de lunes a viernes de 11:30 a 19, hasta el 14 de junio. Entrada gratis.