Fuente: La Nación – Desde su impactante casa-taller, Marta Minujín conversó con Entre Nos sobre sus creaciones más emblemáticas y la importancia que significó para su vida su estadía en Nueva York, entre los años 60 y 70.
Pionera del happening, de la performance, de las esculturas blandas, del video, Marta Minujín, incansable a sus 81 años, transita por diversas manifestaciones artísticas de la misma manera que viaja por el mundo montando sus admiradas creaciones. Acaba de presentar el libro Mis años en New York, en el que narra sus experiencias en aquella ciudad estadounidense desde 1965 a 1974, años de mucha productividad y aprendizaje, en donde incursionó en el pop y el arte psicodélico.
–Te destacás por ir en busca de lo nuevo para que el arte no sea solo un objeto coleccionable, sino que active al otro, que lo haga pensar. ¿Siempre sentiste eso?
-Siempre me interesó muchísimo el espectador. En un momento hasta llegué a decir: “Muerte a los museos, muerte a las galerías de arte”. Después, con los años, cambié, porque al final los museos son los que trasladan la obra a la eternidad y la ven miles de personas. Mi idea era convulsionar a la gente, que la gente se metiese dentro de la obra de arte, por eso todavía sigo haciendo experiencias de arte inmersivo.
–En tu reciente libro Mis años en Nueva York, una pasión por crear contás aquella desesperación por crear con pocos recursos, avanzar contra viento y marea. ¿Se trata de un testimonio para los artistas?
-Está dirigido a los artistas para que abandonen su zona de confort y se vayan a vivir al extranjero. La vida cambia si vivís un tiempo afuera, cambia todo lo que ves, la gente que conocés. No tenés amigos al principio y después te haces miles de amigos. Es muy interesante vivir afuera, no tener madre, padre, hermanos. Todo es nuevo.
–Este libro muestra tus sensaciones, tus sentimientos, lo que te iba pasando todos los días. Pasabas de la confianza absoluta en vos misma a la incertidumbre, a la desesperación. Y el dinero que no alcanzaba.
-Viví un año comiendo maní salado de las máquinas. Engordé una barbaridad. O pan y queso por la calle, donde encontraba los muebles de mi departamento. Con “Yuyo” [Luis Felipe] Noé, que me ayudó. Dormía en un colchón en el piso.
–El primer año fue un muy austero.
-Mi hijo había nacido en abril y yo llego noviembre. Mandé mi obra, El Batacazo, sin hablar inglés, a Nueva York, con la mitad del premio Di Tella que había ganado. No tenía ni galería, ni depósito, ni donde poner la obra.
En febrero de 1966, Marta Minujín trasladó esta obra a Nueva York y la expuso en Galería Bianchini, a través de Leo Castelli. Es una ambientación construida a partir de cuatro situaciones en la cual se emplearon neón, hule, vidrio, madera, tobogán, abejas y conejos.
–¿Cómo fue aquella experiencia?
-Tuve que cerrar la muestra porque los conejos se morían y la Sociedad Protectora de Animales denunció a la galería. Salí en Times, En News, en el New York Times. Me empecé a hacer muy conocida, era una revolución esa obra.
–El Di Tella era el lugar de vanguardia en la Argentina, te habías ganado ese premio, pero después te enojaste con ellos. ¿Por qué?
-Habían prometido conseguir una galería y mandar la obra y no lo hicieron, tuve que salir sola a hacerlo. Pero me amigué cuando volví y expuse Importación-Exportación, a partir de ahí todos se hicieron hippies en Argentina.
En esta ambientación, Marta Minujín empleó luces de colores, humo, slides, films, música, fragancias, póster y tienda con exhibición de productos hippies importados de Nueva York.
-¿Cómo fue esa época, Marta?
-Vivir en medio de drogas psicodélicas, no vivir en una casa, vivir en un bosque o en un lugar así. Leer poesía, vivir de lo que se vendía, pero duró sólo tres años. Nunca más volvió a ser así. Después vinieron los punks, los más violentos.
–¿Cómo ves el mundo hoy?
-Hoy, el mundo es conceptual. Todo está en las ideas. Más en las ideas que en los sentidos.
–Siempre fuiste amante de la tecnología. ¿Hacés algo con inteligencia artificial?
-No me parece tan interesante, por ahora no la uso. Uso las redes, que son fantásticas. Me ven 313 mil personas. ¿Qué revistas producen 300 mil ejemplares? Ya ninguna. Antes era importante salir en las revistas, ahora en las redes. La inteligencia artificial es una herramienta. Le puedo pedir que haga una mezcla de [Pablo] Picasso y Marta y aparece algo que es esa mezcla. Lo puedo hacer para divertirme.
Marta Minujín siguió explorando en Nueva York y creó El Minuphone, obra que hizo gracias a la Beca Gughenheim.Se trata de una cabina de teléfono público convencional con siete efectos especiales que se producen al efectuar una llamada de dos minutos de duración. “En la cabina del teléfono electrónica -cuenta Marta- vos marcabas un número y eso producía siete efectos diferentes. Subía agua negra por las paredes, caía una pantalla fluorescente y con luz negra podías jugar con tu sombra, todo mientras hablabas. Había un aparato de eco. Había un gas que te hacía reír. Vivías distintas experiencias mientras hablabas por teléfono, como con el celular”.
–En esa época lo conociste a Salvador Dalí ¿Te hice amiga de él?
-Era un loco lindo. Era maravilloso, pero cuando entraba Gala [artista, musa y esposa de Dalí] se quedaba duro, paralizado. Le tenía temor. La amaba. Amor y miedo.
–¿Vos, cómo amaste? Estuviste casada toda la vida con la misma persona (el economista Juan Carlos Gómez Sabaini, fallecido en 2021).
-Yo era su cable perdido, el cable quemado y el cable a tierra. Ahora aprendí a vivir sin cable a tierra.
–Compartían todo ¿él te ayudaba en tus proyectos?
-Una vez me ayudó a rellenar 70 colchones para una muestra en París.
-Decís que todos los sueños se pueden cumplir. ¿Mirás hacia atrás y ves que todo lo que soñaste lo pudiste cumplir?
-Mirá lo que fue soñar el Partenón de Libros y lograr hacerlo en Documenta [una de las exposiciones de arte más importantes del mundo, con sede en Kassel, Alemania]. Tenía 70.000 libros, uno a uno, era gigante, del mismo tamaño del Partenón original.
–Ya venías de hacer un Partenón de libros prohibidos, en 1983, en la Avenida 9 de Julio.
-Con los 30.000 libros que prohibieron los militares. Yo ya estaba en la Argentina, regresé en el 74 y Romero Brest y muchos de nosotros tiramos todos los libros porque si no te mataban. Cuando terminó la dictadura fui a las editoriales, tenían los libros escondidos, así hice la recolección de 30.000 títulos prohibidos.
-¿Qué le da sentido a tu vida, Marta?
-El Arte. ¿Viste que Picasso murió con el pincel en la mano? Así va a ser mi vida.
Por Mariana Arias