Fuente: Infobae – El gran artista florentino fue a elegir el trozo de mármol de Carrara donde la esculpiría. El encargo de un grupo de cardenales y un banquero para un hombre que nunca la pudo ver. Por qué es la única escultura que firmó. La otra Piedad que quiso destruir. Y la tercera, que no terminó porque lo sorprendió la muerte.
Es difícil pensar en una escultura más famosa que la Piedad de Miguel Ángel Buonarroti. Pertenece a esas obras maestras que, a lo largo de los siglos, han marcado la evolución de la historia del arte y, en cierto sentido, también del sentido humano. En efecto, más allá de las convicciones religiosas, es casi imposible contemplar el rostro de esta escultura sin sentirse conmovido en el alma. Miguel Ángel, el genio absoluto de nuestro Renacimiento, uno de los artistas más célebres de todos los tiempos, creó otras obras maravillosas, desde el David hasta la Capilla Sixtina, sin olvidar el Moisés, pero en algunos aspectos La Piedad es única.
La estatua de mármol de Carrara fue encargada en 1497 a Miguel Ángel, de apenas veinte años entonces, por un grupo de cardenales a través del banquero Jacopo Galli. La escultura debía decorar la iglesia de Santa Petronilla, una capilla redonda separada de la actual basílica de san Pedro. Se usaba como mausoleo imperial y databa de finales del siglo IV, cuando se construyó para honrar al cardenal Jean de Bilhères, embajador del rey de Francia, que habría sido enterrado allí mismo.
El contrato entre el cardenal y el artista se firmó el 26 de agosto de 1498, y en él se estipulaba, además del pago de 450 ducados de oro, que estaría terminada antes de un año. En efecto, dos días antes de cumplirse el plazo la obra maestra ya estaba finalizada. Pero el cardenal no llegó a verla completada: había muerto unos días antes.
Miguel Ángel acudió personalmente a las canteras de mármol de Carrara para elegir el bloque del que liberaría su estatua. La escultura, fechada en 1499, es la única obra que Miguel Ángel firmó, grabando en una correa que cruza oblicuamente el pecho de la Virgen para sostener su manto la inscripción: MICHAEL.A[N] GELVS BONAROTVS FLORENT[INVS] FACIEBAT , » Lo hizo el florentino Miguel Ángel Buonarroti”. Esto, porque al parecer, algunos visitantes que llegaron a admirar la obra no creían que fuera de él. Al construirse la nueva basílica de san Pedro, la Piedad fue trasladada entre el año 1749 y 1750 a su ubicación actual: la primera capilla a la derecha. Es un lugar que siempre, en todas las basílicas, está dedicada a la crucifixión de Cristo.
La iconografía de la Piedad ya estaba muy extendida en el siglo XV. En particular en el norte de Europa era común encontrar las “Vesperbilder o “imágenes de Vísperas”, esculturas de madera que representaban a la Virgen María con el cuerpo de Jesús muerto en brazos. Eran objeto de devoción, sobre todo, durante la liturgia del Viernes Santo, cuando los fieles evocaban los dolores de la Pasión y se identificaban con los sufrimientos de María y de Jesús para encontrar consuelo a sus propios dolores.
Retrato de Miguel Angel Buonarroti, por Daniele da Volterra
Miguel Ángel ciertamente se inspiró en las “Vesperbilder”, al tiempo que revolucionó su estructura, estilo y sensación. En comparación con las obras alemanas, muy rígidas y basadas en un contraste entre el cuerpo alargado de Cristo y el cuerpo recto de la Virgen, en la Piedad Vaticana la composición parece mucho más flexible, con una estructura piramidal que expresa estabilidad por un lado y por el otro el otro sugiere un movimiento ascendente de las figuras, casi llegando al cielo. Además, las formas severas y sumarias de las “Vesperbilder” fueron sustituidas por la belleza ideal de los rostros típicos del Renacimiento, por los drapeados flexibles, por la espontaneidad con la que los cuerpos se posan uno sobre otro, en un entorno envolvente y conmovedor.
El cuerpo de Jesús es un poco más pequeño comparado con el de la Virgen, probablemente para recordar la infancia del Salvador. Sin embargo, el rostro de María es el de una adolescente, característica que también le costó algunas críticas a Miguel Ángel. En realidad, la elección del artista fue precisamente la de expresar la belleza intacta e incorruptible de María, su juventud imperecedera, que la convierte al mismo tiempo en madre e hija de su propio Santo Hijo. Una de las características más sorprendentes de la Piedad Vaticana es el pulido del mármol, al que parece que el artista dedicó una cantidad infinita de tiempo. Contemplando el rostro de María o el cuerpo de Cristo cuesta creer que sean de mármol, por lo lisos y resplandecientes que parecen. En el pasado, este pulido garantizaba que la estatua fuera claramente visible incluso en la penumbra de la capilla.
El 21 de mayo de 1972, durante las celebraciones de Pentecostés, László Tóth, un geólogo australiano, atacó la estatua de la Piedad con un martillo y logró infligir quince golpes antes de que se lo llevaran. Parece que el hombre, mentalmente inestable, habría actuado presa de una especie de fanatismo religioso, porque acompañó el ataque con el grito: “¡ Yo soy Jesucristo, resucitado de entre los muertos!”. Los daños infligidos a la Piedad parecieron inmediatamente incalculables: el brazo izquierdo de la Virgen quedó roto en partes, sus dedos, su nariz y sus párpados quedaron destrozados. El acto de violencia fue tan conmovedor que esa tarde los Canónigos de San Pedro partieron en procesión hasta la Capilla donde se ubica la escultura cantando el Miserere, en señal de luto.
Hubo una profunda reflexión sobre cómo era mejor actuar. Una postura era dejar la obra dañada en señal de denuncia del mundo moderno. La otra, restaurarla. En caso afirmativo, el problema era cómo. Finalmente, se decidió reconstruir el rostro y el brazo de la Virgen en su totalidad, intentando volver a la perfección de la obra original. Para ello se utilizaron los cincuenta o más fragmentos de mármol arrancados por la furia de László Tóth, una pasta de cola y polvo de mármol. Una vez finalizada la restauración, que duró 9 meses, La Piedad fue devuelta a su ubicación en San Pedro. Desde entonces, está protegida por un muro de cristal a prueba de balas.
Imagen de la escultura La Piedad de Bandini de Miguel Angel exhibida en el Museo de la Opera del Duomo en Florencia, Italia (REUTERS/Jennifer Lorenzini)
Las otras “Piedades”
La Piedad del Vaticano no es la única esculpida por Miguel Ángel. Posteriormente, creó dos esculturas más (una tercera es de atribución incierta) que retoman este tema: la Pietà Bandini y la Pietà Rondinini.
La intensidad de estas esculturas inconclusas no deja de ser admirable. Son como si la escultura quisiera salir por la fuerza del mármol que la encierra pero, al morir su creador, han quedado atrapadas por la eternidad.
La piedad Bandini fue vendida a Francesco Bandini por 200 escudos. Estuvo situada primero en la Villa de Bandini y más tarde en la Iglesia de San Lorenzo de Florencia, en Santa María dei Fiore. Finalmente, fue llevada en 1960 al Museo del´ Opera del Duomo de Florencia.
La realización la llevó a cabo en tres años. En ella se representa a Nicodemo sosteniendo al Cristo yacente, y a los costados están la Virgen María y María Magdalena. La cara de Nicodemo es el autorretrato de Miguel Angel. Su elaboración fue muy costosa para el escultor ya que se sintió insatisfecho con ella e intentó destruirla en varias ocasiones. Debido a una grieta en el mármol o por el perfeccionismo del autor (que nunca estaba satisfecho con su obra), esta fabulosa escultura estuvo a punto de desaparecer. Sin embargo, gracias a que lo detuvo su criado, se conservó para ser admirada en los siglos posteriores. Miguel Angel, a estas alturas de su vida, próximo ya a la vejez, fue influido por un gran sentimiento religioso, preparándose para el gran juicio divino. Desde 1500 a 1555, y voluntad fue siempre que estuviera depositada en el Duomo de Florencia.
La Piedad Rondanini, obra inconclusa, en la que Miguel Angel trabajó hasta seis días antes de su muerte a los 89 años (REUTERS/Jennifer Lorenzini)
Miguel Angel no tuvo tiempo de acabar la tercera, La Piedad Rondanini. Murió en plena elaboración, y se cuenta que estuvo trabajando en ella hasta seis días antes de morir, el 18 de febrero de 1.564 a los 89 años de edad, en su residencia romana junto al Foro Trajano. La Pietá fue heredada por su criado Antonio Francese, quien se la vendió al marqués de Rondanini, de donde deriva su nombre. Más tarde fue adquirida por el Ayuntamiento de Milán y ubicada en el Castillo Sforzano. En la escultura pueden apreciarse dos cuerpos, el de la Virgen y el de Cristo, apoyándose uno sobre otro como si fueran uno solo.
Estas obras de la Piedad, sobre todo la del Vaticano, nos indican hasta dónde puede llegar el genio del ser humano cuando se lo propone y cómo el arte, sea uno creyente o no, puede llevar nuestra conciencia hasta los niveles más elevados de la espiritualidad.