Fuente: Para Ti ~ Tiene 43 años, nació en Bahía Blanca, estudió tarot, numerología y brinda talleres de arte terapia pero lo más importante: confiesa que transitar varias enfermedades resultó una gran enseñanza para su vida.
María Baylac tiene 43 años, nació en Bahía Blanca, es artista plástica y “viajera del mundo”, como se autodefine.
“Al quinto mes de gestación mi papá le regalo a mi mamá el libro de “Juan Salvador Gaviota” de Richard Bach, con la siguiente frase: “Así como Juan Sebastián Gaviota quiero que salga nuestro niño/a”. Sin ni siquiera haber nacido, tenía una misión en esta vida: aprender a volar. Nací para volar”, explica María Baylac su próposito en esta vida y cómo se le otorgo ya antes de nacer.
Una adolescencia difícil
Y si bien recuerda haber tenido una infancia feliz, en la adolescencia comenzaron los problemas: sufrió bulimia y anorexia. “Yo en la adolescencia creía que, para ser felíz, había que lucir bella y delgada. Pensaba que lo que importaba era lo que le mostraba a los demás no quien era en realidad. Sufría mucho pero usaba una máscara con una gran sonrisa para esconder mi tristeza y, sólo una vez al mes, me permitía encerrarme en mi cuarto a llorar”, asegura la artista plástica.
María confiesa que se sentía muy sola en su sufrimiento. “Tenía 15 años y no le encontraba sentido a la vida. Llegué a hacer cosas horribles como ir a una fiesta de 15 años y llevar una zanahoria en el bolsillo del blazer para no tentarme con la comida que habría esa noche. Vivía esguinzada porque hacía mucha actividad física. Bueno, de ese tipo de anécdotas tengo mil y todas son muy tristes”, cuenta con tristeza.
Cuando, finalmente, sus padres supieron que sufría de bulimia y anorexia la internaron. “Estuve 6 meses internada y, 2 de ellos, falté al colegio. Cuando volví tuve que hacer trabajos para todas las materias y en Plástica me pidieron que pinte un cuadro asi que elegí hacer mi versión de La noche estrellada de Van Gogh y eso me conectó con el arte de una forma única y permanente”, asegura.
“A partir de ese momento comencé a pintar y a retratar mi vida en dibujos: eran cuadros de protesta que mostraban lo que sentía y me disgustaba o lo que amaba. Siento que la pintura me sanó porque me permitió reencontrarme conmigo. Te digo algo más: la enfermedad siempre fue mi gran maestra para conectarme con mi mejor versión”, cuenta con alegría.