Fuente: Clarín – “Todas Ias falsificaciones son como vampiros; deberían clavárseles una estaca en el corazón”. Lo dijo Josep Noble, quien fuera uno de los directivos más importantes del Museo Metropolitano de Nueva York, un museo que en algún momento dio a conocer que más del 40% de sus fondos eran falsificaciones.
Menos dramáticos que Noble, la mayoría de los que están involucrados en el mundo del arte suelen hablar de copia, reproducción y falsificación. Todas mueven cifras abultadas. Se habla de falsificación cuando son copias sin autorización y además, tienen voluntad deliberada de engañar, de pasar por originales y únicas.«Fake or fortune», la serie de la BBC sobre fraudes con el arte.
Si bien las historias que hoy leemos o vemos en películas y series suceden casi siempre en Europa o los Estados Unidos, –entre ellas, Fake or Fortune?, de la BBC, con Philip Mould o Fraude de arte, producida por Alec Baldwin–, en Latinoamérica, territorio utópico de copias de Giocondas, paraíso de compradores, vendedores y falsificadores de arte precolombino, abundan las anécdotas, el grueso, improbables, la mayoría, peligrosas.
Las Mona Lisa falsas en América
Se sabe que la «Mona Lisa», de Leonardo Da Vinci, estrella del Museo Louvre, fue robada de allí por el italiano Vincenzo Peruggia en 1911 y recuperada en 1913.El regreso de la Gioconda al Louvre
En junio de 1932, el periodista estadounidense Karl Decker publicó un artículo en el que reveló que un argentino había sido el cerebro de este robo y que en Estados Unidos había 6 copias falsificadas del cuadro de Da Vinci.
El marqués Eduardo de Valfierno se lo había confesado a Decker en 1914 en Marruecos. Este había conocido en Buenos Aires a Yves Chaudron, un pintor francés que realizaba falsificaciones de arte y que en Paris convencieron a Peruggia de robar la Gioconda del Louvre.
Mientras se buscaba la obra robada y el escándalo recorría el mundo, Chaudron hizo varias copias que luego fueron ofrecidas por Valfierno como si fuera la original a distintos coleccionistas. A medida que las falsificaciones fueron finalizadas, Valfierno viajó con ellas a Estados Unidos, una por vez, para no despertar sospechas. Vendidas todas, abandonaron a Peruggia a su suerte. Nunca quisieron la original.
Hay dos libros escritos por dos argentinos que ficcionan la supuesta vida de Valfierno. Uno, de Martin Caparrós quien obtuvo el Premio Planeta por ese libro, y otro, del ex embajador y columnista político Diego Guelar.
La historia es muy bonita, pero es mentira. Nunca existió el Marqués de Valfierno. Por tanto nunca existieron las Giocondas falsas importadas a América.
La mayor fábrica de artefactos prehispánicos
El interés por el arte precolombino, el más falsificado en Latinoamérica, continúa hasta hoy, entre el expolio y la recuperación de auténticas piezas y el falso maridaje o pastiche, la industria de la falsa procedencia y las copias burdas que se venden en todo el mundo, dando lugar a cientos de historias.
Una de las más interesantes es la del coleccionista mexicano Josué Sáenz, quien compró las 10 páginas sobrevivientes del «libro» que solía conocerse como el Códice Grólier y ahora es conocido como el Códice Maya de México.
Por mucho tiempo, fue considerado falso al afirmar distintos estudiosos que el estilo no era maya y que era “el más feo” en cuanto a trazos y color. Investigaciones posteriores destacaron que eran tiempos de carencias que también influyeron en los materiales y el arte. Hoy es el manuscrito legible más antiguo del continente americano. Los árboles de donde tomaron las cortezas para elaborar los soportes datan entre 1026 y 1157.
A este mismo coleccionista le fue ofrecida en 1966, y a través de una llamada anónima, una máscara antigua con incrustaciones de jade y hueso. Los ojos, la nariz y la boca de la cara estaban bordeados de un material resinoso rojo. Sin embargo, lo que más llamaba la atención eran los dientes, una hilera de dientes…. humanos. La máscara –le dijeron– podía representar al dios maya Itzamná, Señor de los Cielos. Página 7 del Códice Maya de México.
Sáenz la compró durante un viaje de película que incluyó un vuelo aéreo, con una brújula tapada para que él no supiera hacia dónde iban. Ya en su poder la máscara, ante la sospecha de que era falsa, la puso en venta y ésta pasó de mano en mano. Luego se comprobó que era original. Hasta donde sé, forma parte de la Colección Bliss de arte precolombino, en Estados Unidos.
El primer taller de falsificadores latinoamericanos de cerámica prehispánica reconocido como tal fue el de la Familia Alzate, en Colombia. De impecable factura y gran imaginación, llegaron a falsificar objetos que no existían en la etapa prehispánica, por ejemplo: cafeteras.
Se dice que Julián Alzate vendió más de mil precolombinos falsos y engañó a la plana mayor de la arqueología mundial de ese tiempo. La colección Alzate cobró dimensiones míticas y actualmente es conservada por el Museo Universitario de la Universidad de Antioquia.
El Museo del Oro en Lima
En el 2001, un informe dictaminó que el 98% de las piezas expuestas en el Museo de Oro de Lima eran falsas, entre ellas joyas incaicas y tapices prehispánicos. En el 2018, en un trabajo conjunto expertos del Museo de América, en Madrid, y la Policía española y de Estados Unidos llegaron a la conclusión de que el 90% del arte precolombino vasijas policromas mayas, urnas amazónicas, vasijas moche, figuras Nayarit, máscaras teotihuacanas o figurillas olmecas que se vendía en el mercado nacional e internacional y por internet era falso.
Si antes las falsificaciones de obras contemporáneas latinoamericanas se producían la mayoría de las veces en el país de origen del artista, las cosas han cambiado rápidamente.
Los hijos del colombiano Fernando Botero dieron a conocer en 2023, pocos días después de la muerte del artista, un comunicado donde, entre otras cosas, señalaron: «Vamos en contra de los falsificadores asiáticos de la obra de mi padre”.
“Lamentablemente en China, Vietnam, Tailandia y otros países asiáticos, hay organizaciones criminales que falsifican la obra, y por razones geográficas, de idioma, y legales —que las leyes de protección de la propiedad intelectual no son tan estrictas o efectivas allí como en Occidente–, la lucha contra ese flagelo se ha dificultado más en el Oriente”, significó Fernando Botero Zea, quien también dijo que son las esculturas, y no las pinturas, las más falsificadas.Museo Oro de Perú
Las obras de Botero, nacido en Colombia en 1932, han alcanzado récords de venta. Auténtico es el torso en el porteño Parque Thays de Retiro. Su pintura «Los músicos» se subastó en más de 5 millones de dólares en Christie’s, en noviembre del 2023 y su escultura «Hombre a caballo» fue vendida en 2022 por 4.3 millones de dólares también en Christie’s. La misma casa de subasta que retiró de la venta en 1993, un cuadro falso, «Los bailadores».
Hace unos años me encontré con el hijo de Botero en Pietrasanta. Le pregunté si era cierta la historia de que había encontrado en una galería argentina una falsificación de su obra. Le pregunté también sobre los Boteros, falsos y originales, que habían sido incautados en casas de mafiosos y, en general, el gusto de los narcos por su obra. Se rió como quien no puede hacer nada.
Con nombre y sin él
En Falsificadores Ilustres, uno de los pocos libros traducidos al español sobre este tema, el escritor y periodista francés Harry Bellet, licenciado en historia del arte, asevera que la falsificación es “el oficio más antiguo del mundo”. Bellet, además de mostrar casos conocidos, ofrece lo que podría ser un pequeño manual del falsificador.
En el mundo del mercado del arte se repite que para que una falsificación tenga éxito se necesita un artista de renombre, un falsificador sin escrúpulos, un intermediario mentiroso, un galerista con contactos, un crítico o especialista con prestigio y un incauto con dinero, algo que ya tenía claro Dante Alighieri, cuando en su célebre Divina Comedia, considera a los falsificadores como grandes pecadores y los sitúa a las puertas del infierno, en la décima fosa del octavo círculo, Canto trigésimo.
Son pocos los grandes falsificadores de arte cuyos nombres se conocen, aunque cada país tiene los suyos. Sus identidades se manejan, la mayoría de las veces, entre el chisme y el misterio, de donde nacen las historias, algunas desopilantes.
Elmyr de Hory, el más famoso falsificador, tuvo su historia latinoamericana. El pintor y falsificador húngaro se suicidó en Ibiza en 1976, cuando iba a ser extraditado. Antes vivió en México y, según algunas crónicas, visitaba Buenos Aires, buscando inspiración. Falsificó a Picasso, Modigliani, Matisse, Cézanne y Chagall, entre otros, fue protagonista de un libro que escribió Clifford Irving y de un film sobre su vida que hizo el mítico Orson Welles, F de falso.Elmyr de Hory, el falsificador de maestros europeos celebrado por el jet set. Se suicidió en Ibiza en 1976.
De Hory tiene un museo donde se exhiben algunas de sus obras falsificadas. El escritor español Diego Feliu publicó una rigurosa investigación periodística en la que desmiente que este haya sido el genio que se cree que fue. La vida del mayor falsificador de obras arte de la historia puede ser una estafa.El genial cineasta estadounidense Orson Welles quedó fascinado por la personalidad de De Hory; contó su historia en el brillante documental «F de Falso».
El mexicano Brígido Lara, quien se supone falsificó más 40.000 piezas de cerámica precolombina hoy repartida por colecciones y museos del mundo, es uno de los pocos nombres que suelen mencionar los investigadores especializados en arte precolombino.
Falsificadores consabidos e ignotos
La primera esposa de Diego Rivera, la rusa Angelina Beloff, conocida como Quiela, falsificaba a primitivos italianos y flamencos, así como a antiguos pintores catalanes. Lo hacía mientras estaba casada con Diego, según contó otro gran artista, David Alfaro Siqueiros.
Diego Rivera junto a Frida Kalho están entre los más falsificados. La amiga de ambos, la pintora surrealista Remedios Varo, falsificaba a Giorgio de Chirico, quien lo sabía y la avalaba.Frida Khalo, una de las artistas más falsificadas de México.
Más reciente en el tiempo, en México, el artista Gabriel de la Mora hizo en 2011 una exposición titulada “Originalmente falso”. Rescató y compró obras en el mercado negro del arte, según él “con pedrigrí”, atribuidas a Frida Kalho, Diego Rivera, David Alfaro Siqueiros y Leonora Carrington, entre otros, y las sometió a diversas intervenciones hasta convertirlas en una obra original. Buena parte de éstas fueron vendidas.