Fuente: La Nación ~ La tendencia se reforzó en pandemia, ante la necesidad de restablecer los vínculos sociales en espacios abiertos.
Las imágenes del Arco del Triunfo envuelto en tela sorprendieron al mundo la semana pasada. Uno de los íconos de París amaneció un día con un centenar de escaladores colgando a 50 metros de altura. Pronto se supo que estaban haciendo realidad un proyecto nacido seis décadas antes, impulsado por la pareja de artistas Christo y Jeanne-Claude, que ya había hecho algo similar con el Pont-Neuf en 1985 y con el Reichstag, donde se reúne el parlamento alemán en Berlín, una década más tarde. “Será como un objeto vivo que se moverá con el viento y reflejará la luz. La superficie del monumento se volverá sensual. La gente querrá tocarlo”, imaginaba Christo, fallecido en 2020 mientras trabajaba para concretar el sueño compartido con su esposa.
Abierta a visitas con entrada gratis hasta el domingo próximo, la masiva convocatoria que logró esta intervención urbana demostró una vez más el poder del arte para conmover, generar encuentros y ofrecer nuevas perspectivas. Una tendencia que parece haberse acelerado con la pandemia, ante la necesidad de restablecer los vínculos sociales en espacios abiertos.
Mientras Jorge Macchi trabaja en la creación de una escultura para un edificio público de Zurich, un móvil que colgará en el patio central de una escuela para oficios relacionados con los servicios sociales, Gastón Deleau está convirtiendo un trailer en un “museo móvil”. “Llevar el arte donde va la gente” es la propuesta del director de FOLA, asociado en este proyecto con la Fundación Arte x Arte, que planea exhibir obras de cincuenta fotógrafos argentinos en una suerte de “foodtruck cultural” con el que recorrerá el país desde enero.
Una iniciativa similar impulsa desde hace un año el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires con Mi vereda, proyecto ideado y coordinado por la artista Valeria Vilar con Zoe Di Rienzo como curadora invitada, que lleva muestras al espacio urbano. Sobre la fachada de su sede de la Avenida San Juan 350, el próximo sábado volverá a exhibir trabajos recientes de artistas locales.
Muy cerca de allí, en La Boca, Fundación Proa marcó varios hitos en el arte público al instalar en su explanada obras monumentales como la araña gigante de Louise Bourgeois o la escultura realizada con bicicletas por Ai Weiwei. También impulsó el espectáculo del artista chino Cai Guo-Qiang, que copó toda la zona sur de la ciudad al unir tango y fuegos artificiales en 2015.
Un monumento inspirador
En el corazón de Buenos Aires, el Obelisco inspiró iniciativas similares a la de Christo. La más reciente fue la de Julio Le Parc, en 2019, durante el gran homenaje ofrecido al artista mendocino por sus 90 años. Durante la Noche de los Museos, mediante la técnica del mapping, varias de sus obras más emblemáticas se proyectaron sobre el monumento al compás del tango y la música clásica. Pionero del arte cinético, radicado en París desde 1958, Le Parc se encontraba entre el masivo público reunido en la Avenida 9 de Julio, que reaccionó con ovaciones y aplausos al espectáculo gratuito. Este año logró un impacto similar al intervenir con una colorida obra la fachada de la Maison Hermès en Tokio, en el marco de su primera muestra en Japón, mientras la ciudad era sede de los Juegos Olímpicos.
En 2015, Leandro Erlich había provocado también el asombro colectivo al simular la desaparición de la punta del Obelisco y su traslado a la explanada del Malba, en una acción sorpresiva titulada La democracia del símbolo. En la recreación de ese ápice en escala real que instaló sobre la Avenida Figueroa Alcorta fue posible descubrir con entrada gratis lo que se ve sobre la Avenida 9 de Julio desde el interior del monumento, por primera vez desde su fundación en 1936.
El artista que “anudó” las escaleras mecánicas de la cadena de tiendas Le Bon Marché e instaló en las calles de París una casa que parecía derretirse, mientras se realizaba en la capital francesa la Conferencia de Naciones Unidas sobre el cambio climático en 2015, volvió a sorprender en el Malba en 2019: durante su muestra antológica, colgó en su fachada un cartel con una oferta de venta del museo.
El Obelisco también fue protagonista en grandes obras de Marta Minujín, como la versión recostada que presentó en 1978 en la Bienal de San Pablo –antecedente del Big Ben que construyó este año en Manchester–, o su recreación con pan dulce en La Rural, en 1979. La Avenida 9 de Julio fue escenario de otro hito monumental: el Partenón de libros prohibidos con el que celebró el regreso de la democracia, en 1983. Volvió a ser noticia en 2017, cuando fue reconstruido para la prestigiosa Documenta de Kassel con 55.000 publicaciones de todo el mundo que alguna vez fueron censuradas.
En 2011, Minujín usó 30.000 libros para levantar una Torre de Babel de 25 metros de altura en la Plaza San Martín. “Simboliza la búsqueda de la unidad”, explicó entonces la artista más popular de la Argentina. Una unidad que todos extrañamos.