Fuente: La Nación ~ Reunidas por una muestra, un grupo de joyeras cuenta cómo es el trabajo en el taller y qué pasos suelen seguir para lograr piezas únicas.
Indagan con las manos, parten de la curiosidad y la exploración material para crear piezas de joyería contemporánea, una disciplina que articula la creatividad artística, la búsqueda de identidad y la experimentación material. Desde micro esculturas portables a grandes piezas, el proceso productivo busca el mismo destino: una obra de arte para llevar en la piel.
Brazaletes, anillos, broches, aros y collares componen una colección múltiple y diversa. Dispuestas a revelar la trama de sus investigaciones y la semilla de la creatividad, un grupo de joyeras contemporáneas dialogó con LA NACION sobre inspiraciones y procesos. ¿Dónde surge la idea que luego se traduce en joya? ¿Cómo es el trabajo solitario en el taller? ¿Qué sensaciones atraviesan? ¿Cómo se plasma un accesorio desde un concepto puntual?
Distintos caminos
Las vivencias se entrelazan. Algunas artistas prefieren partir de consignas que las guíen en la búsqueda, otras no. Hay quienes trabajan con ideas preconcebidas, y otras todo lo contrario. Van moldeando las piezas y están atentas a lo que “les dice” el material: piedra, papel, metal, plástico. Dispuestas a develar pulsiones creativas, las autoras tejieron en voz alta su propia trama. Elvira Cibotti, Mabel Pena, Fabiana Gadano, Patricia Gallucci, Sol Flores, Laura Giusti y Paula Zuker son algunas de las integrantes del colectivo Joyeros Argentinos, al frente de la muestra Desde el taller, hay algo que necesita ser contado. La exposición, que se presenta en el Museo Histórico Sarmiento (Juramento 2180), se puede ver hasta el 14 de agosto y formó parte de la III Bienal de Joyería Contemporánea.
“Es bastante solitario el trabajo en el taller aunque hay instancias de puesta en común con otros. Sobre todo con alumnos y alumnas”, señala Fabiana Gadano. “Muchas veces me encuentro compartiendo situaciones personales que me llevan a tomar decisiones artísticas durante las clases”, se suma Patricia Gallucci. “Me inclino por someter las piezas a la mirada del otro porque eso contribuye a reafirmar el camino. De todas maneras, el trabajo es más individual que solitario”, define Elvira Cibotti. “El taller es el lugar para conectarse con el material y la locura propia, desplegar y coparlo todo”, enfatiza Mabel Pena.
Investigaciones materiales
La frontera entre la experimentación y los accidentes involuntarios no es un tema menor, ya que las joyeras suelen trabajar con fuego, ácidos o metales que someten a altísimas temperaturas. “Llevar el material al límite de la rotura es un desafío que requiere mucha concentración para identificar cuándo parar. Hay cierta percepción del mundo en la delicadeza de los materiales. Me tuve que bancar que se rompieran 200 piezas de alfarería porque el cuerpo y las manos me pedían más”, dice Gallucci, quien reconoce un modo de hacer “desde las tripas”.
En un colgante liviano y etéreo se puede rastrear el trabajo de hormiga que Elvira Cibotti realiza con papeles reciclados y prensados por colores, seleccionados entre publicidades gráficas que exponen estereotipos femeninos. “Asumo mi propia obsesión para crear bustos femeninos sin cabeza a partir de 40 capas de material. La técnica implica mucha paciencia, los tiempos que impone requieren mucha serenidad para que el resultado final sea el buscado”, dice la joyera.
Los desechos encontrados por el Delta son el punto de partida para Mabel Pena; sobre todo, las bolsas plásticas de supermercado que quedan colgadas en las ramas cuando la bajante del río las deja al descubierto. “Transformar el plástico es fascinante, hay que dejarse llevar, buscar formas”, señala la autora de hilos de filamento que logra a partir de dibujos 3D. Líneas moduladas de polietileno que se engrosan y bifurcan. Entre el repertorio de materiales, también se destacan las botellas plásticas que Fabiana Gadano muta en broches o las maderas que Sol Flores restaura para crear pequeños objetos lúdicos. También, los cascotes de la Plaza de la Dignidad, en Santiago de Chile, que protagonizaron las revueltas sociales en 2019 y Paula Zuker resignificó en anillos, collares y broches. “Pedazos de concreto que se transformaron en relatos cargados de sentido. El escombro como testimonio, rastro, evidencia y patrimonio”, señala Zuker, que se especializa en el trabajo con piedras “no siempre preciosas”, según aclara.
En tanto, Sol Flores toma el lenguaje, las preguntas y respuestas de niños y niñas como punto de partida para representar carruseles articulados en madera. “Es de los pocos, si no el único, material que mientras lo trabajás desprende un perfume riquísimo que envuelve todo el taller”, dice.
Los talleres de las autoras suelen ser búnkeres creativos donde los materiales se catalogan por morfología, color, procedencia, textura. En estos universos personales de exploración no sólo las manos encabezan la lista de herramientas. También hay latas repletas de pinceles, estantes donde se apilan limas, sopletes, martillos y tornos. Un surtido de instrumentos que requiere técnicas precisas. Además de utensilios específicos, hay algunos artefactos hogareños. Fabiana Gadano declara plancha doméstica y secador de pelo. Patricia Gallucci, un horno eléctrico para secar ramas que luego sumerge en porcelana.
En el corazón de estos laboratorios vivos las joyeras se enfrentan con sus propias hojas en blanco. ¿Qué disparadores las motivan a componer? ¿Ayuda una consigna o, por el contrario, limita la creatividad? “Muchas veces trabajo en piezas solo porque me parecen lindas y no necesariamente para contar algo”, asume Sol Flores, autora de piezas que resignifican calesitas y personajes de Caperucita Roja. Para Laura Giusti, las consignas ayudan en caso de “estar en blanco”. De lo contrario, durante un proceso avanzado “es preferible no distraerse con consignas. Siempre depende del momento en que te encuentres”, plantea la joyera que, desde 2008, está al frente de Joyeros Argentinos y organiza junto a Paula Isola las bienales latinoamericanas de joyería contemporánea.
Para Gallucci, las interpretaciones de los temas que funcionan como disparadores son “absolutamente personales”. Mabel Pena confiesa cierto disfrute en traducir al lenguaje de la joyería contemporánea una consigna vinculada con determinada temática.
Pero Gadano manifiesta hartazgo: “Hay un vicio instalado hace años, el de siempre manifestarse a través de un concepto, una exigencia”, reconoce. Zuker, en tanto, acomoda las consignas a su trabajo: “Siempre priorizo lo que está en mi mesa de trabajo esperando y hablándome. Las consignas me dan algún tipo de envión. Sin obedecer al pie de la letra, me paro en mis zapatos pero en otros escenarios”, desliza.
Cruces multidisciplinarios
Docente de nivel inicial de francés, a Elvira Cibotti le cuesta “trabajar sin hilo conductor. Necesito un contenido. Y después capaz el material devuelve otra cosa”, señala la autora de la pieza Resiliencia, que respondió al tema sugerido para la exposición Desde el taller: qué le pasó a los joyeros durante la pandemia. Graduadas en Diseño Industrial, Gadano y Gallucci no dejan de lado las aplicaciones proyectuales y las escalas. “Pienso a una joya como un objeto funcional, ornamental y expresivo”, apunta Gallucci. Gadano es tajante: “Hay un divorcio clarísimo con el diseño industrial, una cosa es resolver configuraciones para un usuario, con desarrollos en serie, y otra, desarrollar una pieza única. Mis colegas no entienden el valor de una pieza única”, dispara.
Mientras Pena trabajó muchos años en vestuario y escenografía, Zuker se desempeñó como fotógrafa y Giusti estudió Antropología.
Saberes que convergen, conocimientos que nutren piezas donde se entrelazan las técnicas y las historias personales. Esculturas que hablan de contextos y realidades y que también distinguen a quienes las portan. Configuraciones que subrayan expresividades. “Aquellos objetos que tuvimos y modelamos entre nuestras manos mantendrán latente la impronta del anhelo y de nuestra respiración agitada por el descubrimiento de entonces. Y habrá otros corazones que se aceleren al oír nuestro compás y habrá otras manos que perciban el eco y lo transformen en deseos nuevos. De esto se trata hacer y dar a ver. Se trata de correr velos, de comunicar y de sentirnos próximos y semejantes”, escribió Fabiana Gadano a propósito de la muestra Desde el taller… hay algo que necesita ser contado.