Martín Reyna: “Soy una especie de adicto al color”
Fuente: Clarín – Instalado en París desde 1992, el artista presenta sus pinturas recientes en la Galería Argentina de la embajada. En ellas, imagina el color y las ondulaciones del océano al cruzarlo desde el aire.
Martín Reyna aprendió a dibujar árboles con su papá, en el Parque Lezama. La realidad es que el quería dibujar jugadores de fútbol, como su amiguito. Pero esos espectaculares árboles del parque iban a marcar su obra desde chico, como el agua, la naturaleza y el color.
En Francia desde los 90, hoy es el Nuevo Maestro argentino en París. Su mundo es el agua, que corre y lidera sus tintas de colores fuertes, espectaculares, en un movimiento único e impredecible. Un pintor sin caballete, con la naturaleza, el piso, las piedras y las tintas como bastidores.
De este lado del Atlántico es su exposición en la Galería Argentina de la rue Cimarrosa. Un experimento que se inició en Patagonia, en el Paralelo 42, donde viven sus padres, pintando sobre un paisaje espectacular, y culminó en el patio de la embajada argentina, trabajando sobre las piedritas los sábados y domingos y rogando que hubiera sol y no lloviera. De este lado del Atlántico es exposición más reciente de Reyna en la ciudad, concebida con el curador Eduardo Carballido y es la continuidad de Atlántico, que expuso en el Museo del Agua, en Buenos Aires. Un laberinto ondulado, sinuoso, colorido que une a la Argentina y Francia, el país donde vive con su esposa y su hija economista. Un mar de colores con un conductor de orquesta: el agua, su memoria, la que marca el camino de su obra. Así lo explicó Martín Reyna cuando los amigos, pintores, intelectuales lo abrazaban y lo felicitaban en ese pulmón de encuentros, que es la Galería Argentina.
Reyna pinta en acuarelas, inspirado en Turner y la tradición inglesa. Foto: Noel Smart.
-¿Cuál es la diferencia entre este lado del Atlántico y el otro?
-En este caso estamos de este lado. Habíamos concebido la exposición Atlántico en Buenos Aires, en el divino edificio de Obras Sanitarias de la Nación. Ahí adentro funciona hace ya varios años el Museo del Agua. Desde hace años trabajo con el agua y el color. El agua es ese elemento o ese otro pintor con el que yo estoy todo el tiempo. Aquella exposición que concebí junto a Julián Mizrahi de la Galería del Infinito se llamaba Atlántico porque determinamos que era mi nexo entre Francia y Argentina o mi separación. Yo decía: “Lo atravesé cien veces, pero siempre por arriba, nunca por el agua. Entonces voy a pintar aquello que me imagino que hay ahí abajo mientras atravieso ese Atlántico”. Cuando comenzamos, le decía a Eduardo Carballido: “esto es una especie de extensión de Atlántico”. Pero la trajimos De este lado del Atlántico, entonces quedó el título.
Ondulaciones
-¿Cómo fue hacer esta obra ondulada, pero sin perder tus características de color, de fuerza, de textura, de naturaleza?
-Estamos hablando de paleta. En mi caso, que trabajo con la luz natural es muy difícil de controlarla. Trabajo el color de una manera inconsciente. Nunca sé qué le va a pasar al color. Diría que el color está afuera antes de que yo me ponga a pintar, como si la propia luz lo determinara. Todas estas obras se hicieron al aire libre, de una manera bidimensional, con el papel en el piso. Y después, en la instalación, le damos el carácter ondulatorio, también para confirmar un poquito el sentido acuático del asunto. La mitad está hecha en Patagonia y el resto en el patio de la embajada en París.
-¿Cómo conseguiste reproducir la naturaleza en el patio?
-En general, en esta suerte de exposiciones-instalaciones trato de que la obra esté muy relacionada al propio espacio donde se va a mirar. Porque me interesa es modificar el espacio en el que se ve. Le pregunté a Eduardo si podríamos usar este patio para pintar la otra parte, la De este lado del Atlántico y él me dice que los fines de semana sí, porque es tranquilo, sin gente que atraviesa el patio, que es de los artistas argentinos. ¿Por qué no pintar en este patio?Martín Reyna y el curador y galerista Eduardo Carballido.
-Comenzaste este proceso pintando en el Bois de Boulogne, con las piedras, con esas pequeñas ondulaciones y después en el Paralelo 42 de la Patagonia, porque ahí viven tus padres.
-Patagonia es el lugar que eligió mi hermano como residencia, hace ya varios años, en los ochenta. Él se instaló y con los años mis padres se mudaron también, porque era mejor para ellos vivir en ese entorno que en Buenos Aires. Cuando los visito regularmente me pongo a pintar porque el paisaje es imponente.
-¿Dónde es?
-Entre el Bolsón y Lago Puelo, en un barrio que se llama Golondrinas, que está por la ruta 40. Es uno de los paisajes que más me impresionó, de todos los que conozco. Empecé a visitarlos de manera natural, pero de a poco me dije ”esto lo tengo que convertir en pintura; no puedo quedarme con las manos atadas”. Allí pinto mucho.
-¿Y cada vez te quedas más tiempo?
-Cada vez me quedo más tiempo. Ahora hemos instalado una especie de invernadero para que yo pueda seguir pintando si se larga a llover. Además pinto papeles que son muy grandes. Por eso necesito ese invernadero. Antes pintaba unos papeles de un metro y medio por un metro y medio, dos metros máximo. Ahora los papeles tienen 10 metros, van a instalaciones, a veces como en el caso del Museo del Agua, en muy poco tiempo o en un mes tuve que pintar casi 100 metros.Detalle de la exposición «De este lado de Atlántico», de Martín Reyna, en París. Foto: Noel Smart.
Colores de Patagonia y París
-¿Y cómo has evolucionado desde el Bois de Boulogne al Paralelo 42 y de nuevo acá?
-Creo que el asunto de la evolución o transformación, que me parece una palabra que corresponde más, es el color. Por en el patio de los artistas argentinos los dos papeles de la entrada de la galería tienen una paleta muy diferente a los dos atrás, de la Patagonia. Esos colores no aparecen si no me voy a pintar ahí.
-No hubieran aparecido.
-Exactamente. Es muy distinto lo que pasa con el color cuando pinto en Francia y o en Argentina. En una oportunidad estuve en Chascomús, a veces voy a Normandía, Bois de Boulogne, Irlanda. Trato de ver qué color me propone cada escenario, color, luz .Llamémosle, color-luz-agua.
-Sos un pintor sin caballete.
-Hay una serie de obras que hago en mi estudio de París: son obras medianas, algunas un poquito más grandes. Se pintan con óleo sobre tela y serían como pinturas de pintor, en el sentido clásico. Sin caballete porque nunca me gustó la imagen, “muy bellas artes”, y yo soy autodidacta.
-En la exposición hay unas instalaciones en blanco y negro. En medio de esa fuerza del color son muy impactantes esos neutros.
-A mí el blanco y negro siempre me resultó el momento de poder descansar del color. El color empalaga, marea, me abisma a veces, me satura, me deja muy desorientado. Y en ese momento el blanco y negro sería como una vuelta a cero. Como si me marcara la radiografía de lo que está pasando, mientras que el color no me deja ver. Ahí vuelvo a esa especie de escritura en blanco y negro, que se hace con agua.
-Ahora activaste la memoria del agua.
-Me parece impresionante lo que el agua me muestra. Me pongo delante de la obra, del papel y estoy esperando ver cómo el agua va a reaccionar. Mi ejercicio, que es de un equilibrio delicado, es ver cómo el agua se va como acomodando y ver qué le pasa.Detalle de las obras más monocromáticas que Martín Reyna crea cuando el color lo agobia.
El agua y las tintas
-¿Cómo pintás? ¿Cómo es el vínculo entre las tintas y el agua?
-Primero pongo a actuar el agua, que es invisible, pero que va dibujando. Es como que el agua dibuja primero. El agua hace todo. Quiero que el agua lo haga y eso a veces me resulta difícil. Quiero no intervenir, no quiero al artista. El otro día en una entrevista me salió decir que el agua percibe. Después cuando lo escuché dije ¿cómo? El agua está percibiendo el territorio en el que se está moviendo. Dibuja de una manera u otra. Interviene después el color. El agua está percibiendo al color y le está diciendo al color que esto es posible y que esto no. Que esto se va a mezclar y que esto no se va a mezclar. Yo no lo puedo decidir a eso. ¿Por qué hay colores que se mezclan y otros que no? Eso es el agua, es una cuestión química. Decide: no, este pigmento con este yo no lo puedo mezclar y este con este lo mezclo. Entonces mi estudio, si se puede llamar así, sería ver qué es lo que el agua está percibiendo.
-¿Esta exposición es un juego lúdico entre luz, color y agua? ¿No hay frontera?
-Es un juego lúdico. Creo que me gusta mucho que la gente la descubra. Que no sea una cosa que está presentada, sino que cada uno va y hace su propio recorrido.
-En tu obra hay una intensidad de colores que se entremezclan, ¿no? A veces te impactan, otras te perturban, otras te asombran. ¿Por qué le das ese protagonismo al color?
-Me da la impresión de que me transformé en una especie de adicto del color. El día comienza y yo sé que voy a necesitar del color. A veces convoco a algún color y a veces, a otro. No hay discurso posible para darse cuenta por qué un día es el rojo y otro el amarillo con el violeta. Estamos en una zona de inconsciente muy grande. Incluso los filósofos griegos no estaban muy contentos con el color; ellos querían la palabra. YVista de la exposición de Martín Reyna en París. Foto: Noel Smart
El pintor en su atelier
-¿Y seguís yendo al Bois de Boulogne?
-Sigo yendo al Bois de Boulogne, pero no a pintar. Más que nada por impulso, por ganas de ir. Por alguna pintura que no la puedo hacer en el taller, que necesito la luz y el espacio. En Francia el tema de la luz nos cuesta mucho. A veces me paso dos semanas esperando. Mañana parece que va a haber sol, pero no se sabe.
-Tu bandera va a exponerse en la escalera de la embajada. ¿Es importante estar en contacto en París con la comunidad argentina?
-La pregunta es importante. Para mí fue permanente desde que llegué a París en 1992. Lo tuve siempre. Entonces, diría que es como algo absolutamente con lo que cuento. No me puedo dar cuenta casi de la importancia por lo regular y por lo cotidiano que me resulta. Creo que esta exposición es la tercera exposición individual que yo hago en la Galería Argentina. Y participé en muchas otras con argentinos.
Este ser parte de una comunidad argentina, a pesar de que vivo en París, que trabajo con instituciones francesas, que expongo en galerías francesas y todo, para mí se volvió algo como constante y regular, que forma parte de mi trabajo.