Fuente: El Chubut ~ El mural llamado «Vientos del Sur» fue uno de los ganadores del Concurso Federal de Muralismo impulsado por el Ministerio de Cultura de la Nación. El artista que lo lleva adelante es Axel Díaz de 28 años, nacido en Trelew. Cabe destacar que fueron seleccionados 70 proyectos en todo el país y tres son de la provincia de Chubut.
En diálogo con EL CHUBUT, Axel Díaz, estudiante de la Licenciatura en Pintura de la Universidad de la Plata, explicó que «la temática del concurso era la soberanía y había varios puntos de los cuales se podía componer, por ejemplo la inclusión, la soberanía territorial, alimentaria y demás». Entonces, «yo me enfoque básicamente en la resistencia de los territorios ya que mi producción un poco se remonta desde los hechos de la conquista del desierto hacia el presente, es decir, contar un poco la resistencia que se tuvo acá en la zona de la Patagonia, más que nada en Chubut», añadió Díaz. En el mural, también se observa plasmado «los atentados a la soberanía, libertades ya que me enfoqué en algunas causas como la masacre de Trelew, la Guerra de Malvinas, algunas citas también con respecto a las conquistas que fueron llevadas a cabo por las mujeres», explicó el autor del mural. Cabe destacar que la idea principal del mural es «la resistencia, la lucha y la defensa de los territorios», concluyó Axel Díaz. Con respecto a Díaz, se trata de un joven de 28 años que se encuentra a pocas materias de culminar la Licenciatura en Pintura de la Universidad de La Plata y espera el año que viene terminar el profesorado.
Fuente: El Once ~Integrantes del programa municipal “Todas las manos” comenzaron los trabajos de restauración del mural, en el frente de la planta potabilizadora en avenida Ramírez. “El dibujo original se realizó en 2012”, supo Elonce TV ComentariosEnviarImprimir Integrantes del programa municipal “Todas las manos” comenzaron los trabajos de restauración del mural, en el frente de la planta potabilizadora y centro de distribución ubicado en avenida Ramírez. La iniciativa tiene como propósito mejorar el frente del histórico establecimiento potabilizador, que cumple, en el mes de mayo, 80 años de operatividad.
“El trabajo comenzó el lunes, llevamos tres jornadas y esperamos terminarlo el 14 de mayo, si el clima nos acompaña. El dibujo original se realizó en el año 2012, el paso del tiempo, la lluvia y el viento, hacen que la restauración sea necesaria”, expresó a Elonce TV Alejandro Barzola, integrante del programa.
El trabajo se realiza en base a fotos de archivo del mural original. “Hay tramos que no se nota el trazo”. Fueron muchos los autores del dibujo que quedó plasmado en el paredón de 59,80 metros de extensión por 2,85 metros de altura.
En esa amplia superficie se puede apreciar el uso del río por parte de los primeros pobladores, para captar agua para las actividades cotidianas; la presencia de lavanderas, el aljibe de la plaza 1º de Mayo como fuente de abastecimiento, el primer servicio de red originado en Toma Vieja, la construcción de la planta potabilizadora de Ramírez y los nuevos mecanismos de potabilización vigentes, entre otros detalles.
Fuente: Profesional FM 89.9 ~ Esta iniciativa busca “sacar a la cultura del encierro” tras la pandemia del coronavirus y promover el arte urbano.
Este martes el secretario de Cultura y Turismo de la ciudad de Salta, Fernando García Soria, habló en Profesional FM sobre las políticas que se están implementando en la cultura y nombró como ejemplo el “distrito de murales”, ubicado en Parque Belgrano.
“La idea de este año es llegar con 12 murales”, confirmó García Soria en Radio Festa por FM 89.9 y adelantó que la iniciativa seguirá en los Bajo Puentes, algunos lugares emblemáticos, más, pedidos especiales de lugares de los vecinos.
Los artistas que construyeron los murales hasta ahora son Martín Córdoba, Heber Artaza y Mauricio Molina. La segunda etapa ya está en marcha con Milli D´Aiello, Luz Santechia y Lu Moiraghi; mientras que para la tercera, se proyecta llamar a concurso a los artistas locales que realicen muralismo.
En este barrio se están ejecutando murales monumentales sobre edificios para que los salteños disfruten de obras de arte al aire libre. Fue elegido por ubicación, accesibilidad y por contar con grandes superficies para pintar.
El secretario explicó que la movilización surgió tras el pedido de la intendenta, Bettina Romero, para revivir y resurgir la cultura guardada por la pandemia y luego del análisis que durante años se cuestionó el arte y la cultura encerrados.
Fuente: Buenos Aires ~ El Ministerio de Espacio Público e Higiene Urbana a través del programa Color BAinauguró dos murales para y por mujeres. El primero está en Av. Jorge Newbery y Guzmán, en Chacarita. El segundo es un vinílico y está en Av. Santa Fe entre Juan B. Justo y Godoy Cruz, en Palermo, frente a la estación del subte D. Fueron realizados por mujeres, con el propósito de seguir difundiendo mensajes a favor de la equidad de género en el espacio público. Una fotogalería los muestra.
Mensajes a favor de la equidad de género
• El espacio público tiene que ser un lugar de igualdad. Por eso día día trabajamos para reivindicar nuestros derechos y para achicar la brecha.
• Es importante recordar que las ciudades fueron pensadas por y para los varones.
• Por eso tenemos que seguir visibilizando las problemáticas que todavía arrastramos al día de hoy en igualdad de género.
“Inauguramos un nuevo mural inspirado, producido y ejecutado por mujeres. Este mural demuestra que, si avanzamos todas juntas, podemos lograr cambios históricos en la sociedad”, expresó la Ministra de Espacio Púbico e Higiene Urbana Clara Muzzio.
Estos murales nos recuerdan que todas las personas nos merecemos un trato igualitario y justo; sin violencia, estigmas ni estereotipos. Lo que buscan es representar a diversas mujeres para que cualquier mujer que circule por la zona se sienta identificada.
Mural Mujer
Lugar: Av Jorge Newbery y Av Guzmán, Chacarita.
Descripción: Mural de Inés Ayerza y Rocío Martinez Serra en conmemoración del Mes de la Mujer. Tomando también al Día de la Mujer como un día de lucha y no de festejo, la idea es que la obra pueda demostrar que toda conquista de derechos a lo largo de la historia se logró de forma colectiva haciendo énfasis en que las mujeres unidas, juntas pueden avanzar y lograr todo lo que se propongan. Se representará a la mujer como protagonista activa en la sociedad y se la reflejará en toda su diversidad. Los conceptos a trabajar fueron: Girls support girls, empoderamiento, girl power, mujeres bellas y fuertes, hermandad de las mujeres.
Inspiración: Para representar a las mujeres, los artistas decidieron investigar y mirar la realidad cotidiana, por eso las mujeres representadas son alumnas del taller de arte de las artistas (Inés y Rochi). Es decir que el mural no es solo estética sino también compromiso, investigación. Fue un trabajo colaborativo entre Color BA y las artistas. Además lo lindo es que en definitiva es un gran equipo de mujeres creando juntas: Color BA, Inés y Rocío, las mujeres retratadas, que son compañeras y alumnas de las artistas que son sus profesoras. La elección de artistas mujeres para este mural tuvo que ver con el objetivo de dar cuenta lo invisibilizadas que muchas veces están y la falta de reconocimiento y posibildades que se les ha dado a las mujeres artistas a lo largo de la historia.
Artistas: Ines Ayerza (@ines.ayerza) y Rocio Martinez Serra (@romartinez.arte).
Mural Vinílico Mujer
Lugar: Santa Fe entre Juan B Justo y Godoy Cruz, Palermo, frente a la boca del subte.
Descripción: En conjunto con Apu, Color BA y la artista Verónica Escalante se realizó un mural digital en el marco del Mes de la mujer.
Concepto: Tomando al Día de la Mujer como un día de lucha y no de festejo, se decidió representar a la mujer como protagonista, activa en la sociedad, reflejarla en toda su diversidad así como en todas las situaciones culturales, sociales y económicas.
Fuente: Agencia San Luis ~ Víctor Canaviri, Aarón Dorado y Franco Alcaraz trabajaron a 16 metros de altura para crear la obra que decora uno de los patios del Hospital Central.
La inauguración del Hospital Central “Ramón Carrillo” fue un día histórico para nuestra provincia. Y también lo fue para el arte local. Cuando el gobernador, Alberto Rodríguez Saá, presionó el botón y una tela blanca de más de 16 metros comenzó a bajar, ninguno de los presentes imaginaba lo que había detrás: el rostro, en dimensiones gigantes, del primer ministro de Salud de la Nación, Ramón Carrillo. La imagen de este imponente mural dejó a todos impresionados y recorrió los medios provinciales y nacionales. La obra estuvo a cargo de 3 artistas locales del Programa de Diseño y Arte “Pinta San Luis”, dos de ellos del Plan de Inclusión Social, quienes tuvieron en sus manos la responsabilidad de realizar esta importante pieza: Víctor Canaviri, Aarón Dorado y Franco Alcaraz.
“Es un verdadero orgullo para nosotros y para el Plan de Inclusión Social que dos chicos que desde los inicios trabajaron en el Pinta, lograran realizar este megamural. Se animaron a subirse a 8 cuerpos de andamios con 16 metros de altura, superaron el miedo a la altura y trabajaron a la par de los artistas. Es un orgullo que nuestro equipo crezca y se autosupere. Gracias a nuestro gobernador y ministro de Obras Públicas e Infraestructura, Alberto Rodríguez Saá, por generar estos espacios y oportunidades”, recalcó la jefa del programa, Rocío Agüero García, y agregó: “San Luis es una provincia donde se concretan los sueños. Agradecemos la confianza que nos tuvieron y la oportunidad que nos dieron para ser parte de esta magistral obra”.
Trabajo en equipo
Aarón Dorado, del Plan de Inclusión Social, es parte del equipo de Pinta San Luis desde 2017 y si bien, siempre trabajó pintando, era la primera vez que realizaba un trabajo de grandes dimensiones y lo sintió como un gran desafío desde el principio. “Lo más difícil fue trabajar en los andamios por la altura, no me dio vértigo, pero era complicado pintar un rostro tan grande. Primero, marcamos la pared y después comenzamos a pintar; si bien tengo conocimientos, dibujar era algo nuevo para mí y me gustó mucho aprender”, contó y confesó que no pensaba que la obra iba a tener tanta repercusión. “Lo vi en vivo desde mi casa y me emocioné cuando me nombraron. Enseguida me empezaron a llegar mensajes de mis familiares y amigos que me escribían para felicitarme. Estoy orgulloso y contento por haber sido parte de este gran mural”, expresó feliz.
Otro de los artistas fue Franco Alcaraz, también del Plan de Inclusión, quien reconoció que lloró por la emoción en el momento del descubrimiento del mural. “Desde que estoy en el Pinta he aprendido bastante y me gustaría seguir aprendiendo. Víctor nos marcaba y nosotros pintábamos. Fue un gran trabajo en equipo. Para mí, lo más difícil fue hacer la parte de los ojos y la boca porque tenía que quedar bien. Fue una gran experiencia y espero repetirla”, finalizó.
La técnica
El artista mercedino, Víctor Canaviri, contó que el mayor desafío era el tamaño porque las proporciones debían ser las correctas. “Trabajamos con cuadrícula y les iba marcando a los chicos con láser donde debían pintar. Fue complicado porque era necesario alejarse de la pared para poder hacer bien el diseño. Disfruté muchísimo el proceso porque fue una satisfacción trabajar con Aarón y Franco”, enfatizó. Aseguró que los tres estaban muy emocionados y que lo tomaron como un gran compromiso. “Espero que podamos seguir trabajando en equipo y con obras de gran tamaño. Se notaba que los chicos estaban entusiasmados y les gustó. Una de las funciones del arte es poder compartir, y lo logramos”, concluyó.
Fuente: Clarín ~ «¡Ese amarillo está muy chillón! Hay que apagarlo un poco, que sea más ocre, como el de la baranda del balancín. Ponele más violeta». Con medio cuerpo fuera de la ventana del sexto piso de un edificio de Banfield, Martín Ron, muralista, artista visual y, antes que nada, un hombre talentoso en el uso del rodillo, da indicaciones a su equipo de trabajo, Mariana Parra y Nicolás Dicianno.
Es un martes de mediados de enero, hace más de 30 grados, y estamos en Belgrano 1529, donde hace pocos días Martín, uno de los artistas argentinos más requeridos del planeta, empezó a pintar no sólo el mural más alto de su carrera que ya lleva dos décadas, sino uno de los más altos de la región.
Son 65 metros de la medianera de un edificio de 21 pisos, a media cuadra de Maipú, una de las zonas comerciales de esa localidad.
Llegó a esta pared, porque, antes, hace un año, pintó otra en la cuadra siguiente y, juego óptico mediante, fue elogiado y aplaudido por los que lo vieron en vivo o compartido en alguna red social. Ambos edificios son emprendimientos de Vidal Constructores y fue a su titular, Daniel Vidal, al que se le ocurrió sumar arte a las torres terminadas, después de haber quedado deslumbrado por los murales de Ron en Casa Amarilla.
Primero fue la pared de Belgrano 1646, con un mural de 50 metros de un nene que juega con un globo metalizado. Le siguió la de Belgrano 1529, con un mural de 65 metros, de una nena, amiga del primer nene, que apila ladrillitos de encastre, parada en puntitas de pie sobre un globo metalizado. Más adelante, cuando la construcción esté terminada, habrá una tercera medianera con un nuevo mural, lo que formará un tríptico de obras de Ron en la zona.
De principio a fin, para tener perspectiva de cómo marcha la obra, Martín debe subir a la terraza de un edificio vecino. Es Andrea, la que vive en el sexto piso desde el cual Ron da indicaciones a su equipo asomándose por la ventana, la que acepta prestar su llave, su contacto, su departamento para que los artistas puedan trabajar.
Da la casualidad que ella es estudiante de Bellas Artes y no-puedo-creer-tener-esta-vista-del-mural-desde-mi-ventana. Andrea todavía no sabe -pero ahora va spoiler– que el día en que el mural esté terminado a fines de febrero, cuando la última pátina de protección esté colocada «para que aguante más la intemperie», recibirá un regalo especial de parte de Martín: una brocha cariñosamente dedicada.
Seis semanas después de plantar el diseño, pintar y probar colores –»manchar», como se dice en la jerga–, emprolijar detalles, laquear el trabajo y superar escollos climáticos y técnicos, el mural está terminado.
Pintar un mural de más de 60 metros en seis semanas es un buen tiempo. Pero Ron asegura que si el clima le hubiera permitido trabajar de corrido y a toda máquina, habría podido concretarlo ¡en cuatro semanas!
Algo que parece absolutamente descabellado para cualquiera de los mortales que pasamos por ahí y, a riesgo de provocarnos una contractura en el cuello, inclinamos la cabeza hacia arriba, prácticamente recostamos la nuca sobre la espalda, hacemos visera con la mano sobre los ojos, y miramos perplejos semejante obra. ¡¿Cómo hizo?!
Hay una relación directa entre los dos murales que Martín Ron pintó en Banfield con un año de diferencia. Una idea empujó a la otra: como en la cuadra siguiente al mural de la nena está el mural del nene, Ron pensó en hacer obras que dialogaran entre ellas.
A Ron le interesa la gestualidad de los más chicos, esa inocencia que transmiten en su forma de actuar. Algo que llevado a gran escala encuentra aún más interesante. De ahí el desafío, de ahí que decidió pintar niños.
Pero si hay algo que Martín hace siempre, siempre, antes de empezar un nuevo proyecto es acercarse a la pared en cuestión varias veces, durante varios días para ver qué le inspira el lugar.
Faustino, el nene que quedó inmortalizado en otro mural de Martín Ron, en Banfield. Foto Enrique García Medina
El nene de Belgrano 1646 se llama Faustino, ahora tiene 8 años, pero en el momento de quedar inmortalizado en esta medianera de Banfield tenía 7. Es hijo de una pareja de amigos de Martín Ron.
En 2018, la imagen de Faustino haciendo la vertical llegó a una medianera de un edificio de Moscú. El chico tuvo que practicar durante semanas y semanas esa pose para que la posición fuera real y no trucada en la foto que finalmente Martín usó como base.
Es que para hacer los diseños que más tarde serán murales, Ron se basa en fotografías que él mismo saca. En el caso de las obras de Banfield, fue una serie de fotos que tomó a fines de 2019, durante un asado en su casa de Boedo. Ron fotografió una y mil veces a Faustino y a su amiga Ailín (sobrina de la actual pareja del papá de Fausti), jugando al natural, sin premisas, sin poses.
Para el primer mural, el que pintó en febrero de 2020, se quedó con una foto de Faustino soplando un globo metalizado; para el segundo, que pintó en enero de 2021, con una de Ailín escribiendo en un pizarrón, en un momento en que todos estaban en un recreo de la sesión fotográfica. De reojo, Martín pescó ese momento en que los dos chicos escribían en un pizarrón. Ailín, en puntitas de pie, tratando de llegar a lo más alto, con los piecitos sucios, esa era la imagen que el artista buscaba.
Ailín, la nena que inspiró el mural de Martín Ron en Banfield. Foto Enrique García Medina
Con las facilidades que da la tecnología, hizo las maquetas de forma digital –rara vez las imprime–, armó la cuadrícula que le permite plantar el diseño a gran escala y cambió, modificó e intervino a su gusto y conveniencia, y el pizarrón de la foto original pasó a ser una pared de ladrillitos de encastre, un guiño a la pared de ladrillos donde ahora vive la obra.
A Faustino le encanta verse en el mural. Dice que es famoso. Ailín, más tímida, apenas se reconoce en esa posición de espaldas. Aún no es del todo consciente de su imagen a gran escala en la pared de un edificio.
Una semana antes de arrancar este mural el 5 de enero, Martín Ron debe ocuparse de la logística. Por ejemplo, contactar a la empresa que monta el balancín electrónico, esa especie de balcón que cuelga de los edificios, con el sostén que le da desde los extremos dos cables de acero y el impulso de un motor para subir y bajar. Se los suele usar para hacer diferentes trabajos que van de limpieza a pintura y en el caso del muralismo, la empresa debe evaluar el estado de situación, las necesidades, los días que estará colgado y ofrecer la mejor tecnología y seguridad.
Después, viene la parte social, por decirlo de algún modo. El desembarco en una pared que lo tendrá a él y a su equipo durante varias horas de muchos días seguidos, incluidos fines de semanas y feriados, necesita de generar ciertos lazos con la comunidad que lo rodea. Porque no es que va a trasladar las latas de pintura, ni los rodillos todos los días desde su taller de Caseros, sino que va a guardar todos los materiales en algún depósito o garage o departamento vacío que le presten el tiempo que dure la realización de la obra.
Martín Ron y su equipo de trabajo: Mariana Parra y Nicolás Dicianno. Foto Germán García Adrasti
Después, sí, a colgarse de la pared. Uno de los primeros pasos para plantar el diseño consiste en delinear una cuadrícula o grilla de base que actúe de referencia a la hora de plantar el dibujo. Esto es, en el caso de la nena, por dónde va a pasar la mano, por dónde la cabeza, por dónde las piernas. Esa cuadrícula, que funciona como coordenada, ya no es una división de la pared en cuadrados, sino una pared toda garabateada en aerosol con dibujos alusivos al coronavirus –virus, bacterias, vacunas, repetidos de arriba a abajo–.
«El garabato con aerosol en la pared es visto como una irrupción violenta. Cuando hice el mural del nene, los vecinos no entendían y llamaban al constructor para avisarle que estábamos grafiteando la pared. El aerosol está estigmatizado como algo vandálico y llaman a la policía. En cambio, si te ven con un pincel, ya es otra cosa, le tienen respeto, lo ven como una herramienta de trabajo y hasta te ofrecen ayuda», sonríe Ron.
Los garabatos en la pared funcionan como coordenadas para plantar el diseño. Foto Lucía Merle
Con la pared garabateada de arriba a abajo, trabajo que le lleva una mañana entera, Martín saca una foto vertical a la que, tecnología mediante, le superpone la imagen del diseño de la nena. De esa manera, tiene la guía por dónde pasará cada trazo. Trasladar el diseño a la pared le toma otros tres días de trabajo.
Con el contorno de la nena dibujado en la pared, Ron hace «un sellado», es decir, coloca una primera mano de pintura sin pigmento, que es brillante y plástica, además de transparente, para que colorear sea más fácil y el pincel resbale más. Caso contrario, la superficie absorbe mucha pintura. Y a la figura de la nena, le da una mano de color rosa que le permita tener una referencia a la hora de hacer el fondo.
Lo que sigue es empezar «a manchar», como le dicen en la jerga, es decir, a probar y calibrar colores para ver tonos, cómo queda, cómo se ve. «Aislados podés tener un montón de colores y después los juntás y no funcionan, los colores tienen que quedar armonizados, ni muy chillón, ni muy opaco», sentencia Ron. Por eso los prueba en una porción de la pared, antes de hacerlos extensivos a toda la superficie.
«Mi objetivo –explica– es que esté todo coloreado rápido para matar el blanco del fondo y para tener un panorama más claro de cómo funcionan los colores y ecualizarlos».
El mural, en una etapa intermedia. Foto Germán García Adrasti
Se pinta, primero, a grosso modo, el fondo; después, la figura. Y después se emprolija. También se trabaja por partes, según una planificación diseñada de antemano: un día la parte de arriba, la cabeza; otro día los ladrillitos de encastre; otro día los pies.
El final no sólo consiste en emprolijar detalles y en darle capas de impermeabilizante (laca poliuretánica) para que se conserve durante más tiempo. También está en saber poner el punto final: dice Martín que siempre se puede mejorar o modificar algo, pero que hay que saber soltar la obra, que hay murales que quizás no vuelva a ver en su vida, pero que están ahí, para ser contemplados por los demás. «La obra –señala– está disociada del artista, porque no puedo enrollar la medianera y llevármela al living de mi casa. Está ahí para todos».
Desde hace tres años, cada vez que empieza a pintar un nuevo mural, Martín Ron tiene una cábala: escribir «Hola, mamá» en el boceto inicial plantado en la pared. Es una marca personal, como cuando dice “mucho biri biri” por mucho “blablá”, mucha conversación.
El «Hola, mamá» quedará tapado a medida que avance el mural. Lo escribió una vez en una obra que pintaba en 2018, en Moscú –el niño Faustino haciendo la vertical– para mandarle una foto a su mamá desde esa otra punta del planeta en donde estaba. Cada nuevo proyecto, desde entonces, tiene esa frase, escrita en aerosol y la posterior foto para que mamá Norma infle el pecho de orgullo.
La cábala: escribir «Hola mamá», que esta vez, después de un año pandémico sin pintar fue «Volví mamá». Foto Lucía Merle
2020, no obstante, fue un año particular, fue el año de la pandemia y el confinamiento. Para Ron, artista de exteriores, fue el año en que casi no pudo pintar. Llegó a terminar el mural del nene en marzo, justo antes de que se anunciara la cuarentena obligatoria. Volver a agarrar una brocha casi un año más tarde, en enero, volver a subirse a un balancín, volver a ensuciarse las manos de pintura, tuvo un sabor especial para el artista, que en lugar de escribir “Hola, mamá” como tantas veces, puso «Volví, mamá». Volví al ruedo, volví a pintar. Salí de la jaula.
Técnica
250 litros de pintura hidroesmalte se quedan en este mural. Martín Ron pinta con pincel y brocha, hace vieja escuela y no grafiti contemporáneo. Dicho de otra manera: no usa aerosol. Se acostumbró a la técnica del óleo, con veladuras (una técnica que consiste en aplicar una capa de pintura muy diluida sobre una pared ya pintada), pero dominando la escala gigante.
250 litros de pintura requiere el mural de la nena. Foto Germán García Adrasti
Reemplaza los pincelitos de cuadros chicos por brochas grandes y rodillos. Un mural se trabaja capa por capa: primero planta un color de manera rústica y después va pintando una mano tras otra hasta modelar la forma y conseguir volumen. Muchas capas de buena calidad le garantizan a la obra una larga vida útil. Eso y la laqueada del final para que se conserve durante más tiempo.
Estilo
Sus obras a gran escala se caracterizan por el estilo hiperrealista, con el uso de colores fuertes, texturas y elementos de la vida cotidiana. Trabaja con la técnica de 3D, dándole más realismo a su obra. Uno de sus sellos personales es el uso de la cuadrícula que está presente en varios de sus murales. Tiene algunos trabajos sobre lienzo –es algo que hace para sí mismo, sin presión y para experimentar–, pero lo que verdaderamente le gusta es el muralismo, porque es un desafío, porque le da adrenalina, porque cada pared es única e irrepetible.
Su estilo es el hiperrealismo. Foto Germán García Adrasti
Pros
Pintar esta medianera en pleno verano no fue tan terrible, porque Ron y su equipo pudieron trabajar mayormente a la sombra, gracias a la orientación de la pared. Un muro sin sol y de gran tamaño, explica Martín, son dos condiciones ideales para el artista.
Acá, por los puntos de vista que tendrán los peatones, no está previsto ningún truco óptico, como sí en cambio lo está en el mural del nene: una especie de distorsión, llamada anamorfosis, que favorece algunos puntos de vista en detrimento de otros.
Además, como la pandemia no le permite agendar otros compromisos a largo plazo, no tenía plazos que cumplir. En los festivales, siempre corre contrarreloj para dejar el mural terminado, pase lo que pase, porque no lo puede dejar a la mitad. Acá, en cambio, nadie lo apuró.
El cariño de los vecinos, mientras Martín Ron hacía el mural. Foto Germán García Adrasti
Si se mira en detalle, se verá que la medianera tiene ventanitas en todos los pisos. No es una pared completamente lisa. ¿Si algún vecino se enojó por encontrarse con el artista al otro lado de la ventana? No. Al contrario, le ofrecieron ayuda, agua mineral, medialunas, café y los más chicos hasta dibujaron mensajes de apoyo que dejaron pegados en el vidrio. Así vale la pena colgarse.
Y después estuvo Andrea, la vecina del sexto piso, que vive a dos edificios de distancia del mural en cuestión y que, generosamente, prestó su ventana, su llave y la terraza del edificio para que Martín pudiera observar, con algo de distancia y altura, el rumbo de la obra. Su ayuda es invaluable.
Desde la casa de Andrea, una vecina del edificio de al lado al del mural, Martín Ron pudo tener perspectiva de cómo iba la obra y dar indicaciones. Foto Lucía Merle
Contras
Para empezar este mural, que seis semanas después estará finalizado, hubo algunos traspiés, aunque nada graves. Primero, falló el balancín y hubo que esperar la reparación por parte de la empresa que monta la estructura que cuelga a los artistas durante el tiempo que les lleve concretar la obra. El coronavirus y los protocolos, como en todos lados, demoraron la gestión.
La espera vale la pena y es absolutamente necesaria. Así de importante es el balancín, esa especie de balcón que pende de los edificios para pintar o limpiar las paredes y cuya seguridad no puede fallar bajo ningún punto de vista.
Martín y su equipo trabajan con doble arnés de seguridad, casco y la llamada «línea de vida», colgada de forma independiente al balancín por si acaso hubiera un desperfecto quedar colgado del edificio, algo que hasta ahora nunca le sucedió. ¿Si tiene vértigo? Martín asegura que sí, que el miedo nunca se va del todo y que eso, en algún punto, le da adrenalina. Y que colgarse de un balancín, vaya y pase, pero lo verdaderamente vertiginoso es pintar desde una grúa, porque se mueve muchísimo más.
Al balancín se sumó el clima. Enero y febrero tuvieron numerosos días de lluvia; o días en los que parecía que iba a llover y al final no llovió; o días en que parecía que no iba a llover y al final llovió.
El clima condiciona en todo momento la tarea del muralista de exteriores: una jornada de trabajo en un mural no es algo que se pueda resolver en pocas horas.
El artista Martín Ron hace murales desde hace 20 años. Foto Germán García Adrasti
Hay que cargar la camioneta de latas de pintura, rodillos y materiales de recambio, llegar al lugar a 25 kilómetros de casa, cargar el balancín (funciona de abajo hacia arriba), ponerse el arnés y colgarse de la pared. Todo eso lleva tiempo.
Si no fuera porque esta medianera tiene orientación oeste, lo que significa sombra casi todo el día hasta al atardecer cuando apenas recibe un poco de luz y calor, habría sido imposible pintar esta pared al rayo del sol, en pleno verano bonaerense.
Y después, claro, está el viento. Si hay mucho viento, el balancín se mueve. Mucho. Y rebota y golpea contra la pared. Pensar que colgados más cerca del piso es más seguro es completamente errado. Cuanto más abajo, más largo es el cable que llega de la terraza y mayor es el balanceo. Si hay viento, mejor quedarse pintando los detalles de más arriba. Y si hay mucho viento, mejor ni pintar, mejor suspender la jornada.
Lo que se dice, gajes del oficio de muralista.
Martín Ron es un artista visual y muralista argentino, nacido el 13 de marzo de 1981, en la localidad de Caseros, al oeste de la provincia de Buenos Aires. Hijo de Guillermo y Norma, y hermano de Guillermo y Federico, ambos más chicos que él, ninguno de sus familiares se dedica ni al muralismo ni al arte.
Porque agarró lápices de colores antes que juguetes, diestro de mano, de chico lo mandaron a hacer dibujo en un taller a dos cuadras de su casa. Por su ductilidad y talento, rápidamente se convirtió en el favorito de la clase de Plástica y también el encargado de pintar las escenografías de los actos en la escuela Nuestra Señora de la Merced, de Caseros: una escarapela, una bandera, un Cabildo.
No dudaron en la escuela en pedirle que pintara el jardín de infantes. Martín cursaba el secundario y aceptó: lo hizo durante el horario escolar con sus amigos, algo así como sus «asistentes». Las del jardín fueron las primeras grandes paredes que pintó.
Con la plata que ganó, se pagó el viaje de egresados a Bariloche. Así, mientras pensaba qué quería ser cuando fuera grande, empezó a darse cuenta de que eso de andar coloreando muros era algo que le encantaba hacer.
Pero terminó el secundario y se anotó en Ciencias Económicas, un poco porque su mamá Norma es contadora, otro poco porque le decían que una carrera dura le garantizaba el futuro y otro poquito porque estudiar Bellas Artes en el 2001 no era un lujo que se pudiera dar. Llegó a hacer tres años antes de dejar.
Lo que nunca dejó de lado fueron las brochas y las latas de pintura. A la par de la cursada y de un trabajo contable con su mamá, él siguió dibujando paredes, adiestrando la mano.
“Empecé a hacer murales por la adrenalina que me daba salir a la calle a pintar un dibujo, volver al otro día y observar cómo reaccionaba la gente”, recuerda Ron, de 40 años recién cumplidos.
Y aunque era consciente de que su arte a veces era efímero (porque el muro volvía a ser pintado encima o era demolido), ese salir a cazar paredes le despertó la pasión: primero el mural como hobby; más tarde, como profesión.
Cerca de su casa, en el Municipio de Tres de Febrero, fue el encargado de «embellecer» las paredes de las casas de la zona. La ecuación era sencilla: vecinos que cedían paredes algo despintadas para que Ron y su equipo plasmaran su arte y mejoraran la estética del lugar. Segundo gran antecedente.
Mientras él seguía pensado qué quería ser cuando fuera grande, lo seguían invitando a pintar murales. «¡¿Cómo me voy a dedicar a esto?!», se preguntaba. El camino del muralismo estaba ahí, invitándolo. Sólo había que animarse a transitarlo.
Por fortuna, siguió una corazonada y se animó.
Lo que siguió es una exitosa carrera de muralismo, que lo llevó a pintar más de 300 paredes en todos los rincones del planeta, desde Nueva York a Moscú, desde Malasia a Australia, y a convertirse en uno de los 10 mejores muralistas del mundo. Y, claro, también, en un orgullo argentino.
Son numerosas las intervenciones de Martín Ron en las paredes argentinas.
Primero fue una acción de «embellecimiento urbano» en el partido de Tres de Febrero. Con un equipo de trabajo, pintó paredes despintadas que los vecinos cedían para mejorar. También ahí pintó al escritor Ernesto Sabato, en donde hoy funciona su casa-museo. En Capital, en 2013, estampó un mural de 412 metros cuadrados en un edificio de cuatro pisos de Villa Urquiza: El cuento de los loros lo tituló.
«El cuento de los loros», en Holmberg y Rivera, Villa Urquiza. Foto Ariel Grinberg/ Archivo
También intervino la línea B logrando un efecto óptico cuando el subte toma velocidad. Y en la línea H, hizo los retratos de la cantante y actriz Tita Merello y del músico Ángel Villoldo. Le dio color y vida al bajo autopista del Acceso Oeste y Perito Moreno, en el límite entre Liniers y Ciudadela.
En 2018, pintó «El Muro de la Memoria», un mural de 12 metros de ancho por 30 de alto, para honrar a las víctimas del atentado a la AMIA: lo hizo en dos columnas que quedaron de la mutual de la calle Pasteur 633.
«El Muro de la Memoria», en Pasteur 633, homenaje a las víctimas del atentado a la Amia. Foto Mario Quinteros/ Archivo
Un año más tarde, el homenaje llegó a las paredes del Hospital de Clínicas, ubicado en la avenida Córdoba al 2300. Es un tríptico de murales que pueden verse por la calle Uriburu en los tres cuerpos que forman parte del gran hospital, que recibió el homenaje por parte de la AMIA por haber atendido cerca de 300 heridos aquel 18 de julio de 1994. El mural de Martín Ron es el del medio y rinde tributo a los trabajadores de la salud.
Entre otros de sus murales más conocidos, están el de la tortuga en 3D que sale de una pared (ya demolida) en Barracas y el de una anciana en el frente del bar Desarmadero en Palermo, en Gorriti y Armenia.
Sus murales en el resto del mundo
No solo en Argentina hay obras de Martín Ron. Admirador de Eric Grohe -destacado muralista estadounidense-, el argentino tiene una decena de murales en todo el mundo: ha pintado en ciudades como Londres, Tallin, Penang (Malasia), Bristol, Miami, Tenerife, Bremen, Glauchau (Alemania), Nueva York, Tumby Bay (Australia), Moscú.
Participó del festival Rock Werchter en Bélgica, donde pintó una torre armada con viejos contenedores, una obra de gran tamaño con un retrato de un hombre que sostiene en su boca una rama en la que está apoyado un colorido loro.
Tuvo una muestra individual en la galería Mead Carney, de Londres. Y tiene tres murales en Inglaterra: en la clásica cervecería Old Thruman’s Brewery en Colbert Place; en el edificio Number 90 en Hackney Wick -una imagen hiperrealista titulada «Machaco»- y el tercer mural en Bristol, bajo el nombre «Andrómeda». Ese mismo año pintó un gran mural titulado «Mudra» en Tallin, Estonia. También pintó un enorme mural hiperrealista con tres tortugas marinas en efecto 3D en la ciudad de Penang, Malasia, donde las tortugas dejan sus huevos en las playas de esa ciudad.
Un día de 2016, Carlos Tevez lo llamó a Martín Ron: «Quiero que pintes un mural del Fuerte Apache en mi casa», le pidió. Ron, hincha de Boca, fan del futbolista, creador del Carlitos que ensalza un muro en Fuerte Apache, aceptó. De alguna manera, lo que inició Ron con aquel mural de Carlitos en el barrio natal del jugador se repitió de forma inversa y terminó con un mural de Fuerte Apache en el gimnasio personal de la casa de Tevez, un lugar de entrenamiento y motivación.
Cuando Ron pintó el Carlitos en Fuerte Apache, en una pared que da a un potrero –la ubicación no es inocente–, lo pensó como un símbolo de superación y de inspiración para los chicos que vivían y viven en el lugar, los que sueñan con ser como Tevez.
El mural de Carlitos Tevez en Fuerte Apache. Foto Fernando de la Orden/ Archivo
No se sabía de la existencia del Fuerte Apache en el gimnasio de la casa del jugador de Boca hasta que el propio futbolista lo dio a conocer a fines del año pasado. Recién ahí, Ron se animó a subir a sus redes imágenes de aquel trabajo que solo se conocía en el círculo íntimo.
No fue, sin embargo, el único mural que pintó en la casa del actual Diez de Boca en La Horqueta. En la pared de un pasillo curvo del subsuelo, Ron estampó a fuerza de color y talento la carrera deportiva de Tevez: Carlitos en Boca, Carlitos en el Manchester United, Carlitos en el Manchester City, Carlitos en Corinthians, Carlitos en el West Ham, Carlitos en la Juventus… Solo falta su paso por China.
Lo que viene: el mural «récord»
El 1° de Mayo, Martín Ron se colgará nuevamente y será récord.
Arrancará a pintar un mural en plena avenida Corrientes. Será en la medianera de la torre Lex Tower, en Corrientes 1454, entre Uruguay y Paraná, mano derecha, y constituirá todo un récord para el país y la región por su altura: un mural de 100 metros de alto, a tres cuadras del Obelisco.
Aunque todavía no tiene el diseño, Martín Ron adelantó a Clarín que para esta obra usará la técnica pictórica de «trompe-l’œil» (trampa para el ojo), que busca engañar a la vista jugando con el entorno y con efectos ópticos de sombra y perspectiva: siguiendo con la temática de dibujar niños, simulará unos chicos jugando en las ventanas.
Lex Tower, en avenida Corrientes al 1400. Sobre esa franja lateral de 100 metros, Martín Ron realizará el mural más alto del país y la región. Arranca en mayo.
Fuente: El civismo ~ Fue realizado por la lujanense Fernanda Baffa. La obra se encuentra en el Club SAPA, de Marcos Paz.
La artista plástica lujanense, Fernanda Baffa, pintó un mural en homenaje al atleta olímpico Braian Toledo, fallecido el año pasado en un accidente de tránsito. Inaugurado el 27 de febrero en la localidad de Marcos Paz, se trata de una obra de 4 metros por 3, realizada en el Club SAPA, donde el joven entrenaba desde su niñez.
Fernanda Baffa se recibió como docente en la Escuela de Arte de Luján. Como artista se capacitó en muralismo y arte público monumental en la Facultad de Artes de la ciudad de La Plata. Realizó obras murales en el Luna Park, y en el Parque temático de Tierra Santa. Su obra más importante se encuentra en el Palacio de San Calixto, Roma, Italia.
En el año 2017 fue convocada junto a su equipo para realizar un mural de 12 m por 3, en la Iglesia de Santa Anastasia en la Vigilia de Pentecostés con el Papa Francisco. Y en 2018 tuvo oportunidad de entregar en mano el libro 30 años de Evangelización creativa al Papa argentino
El mural de Braian Toledo es un esgrafiado, técnica tipo bajo relieve de colores.
El video de la construcción de la obra se puede ver desde el canal de YouTube de Jorge Tarifa, artista que participó junto a Baffa de su realización.
Fuente: Infobae ~ El 25 de noviembre el planeta se detuvo por un rato cuando se conoció la noticia de que el corazón de una de las personas más amadas del mundo había dejado de latir. Los principales portales y canales de noticias del globo alinearon sus titulares y graphs para informar que el mejor jugador de fútbol de todos los tiempos había pasado a la eternidad y mientras las lágrimas de millones de personas brotaban incontrolablemente, en un rincón de Buenos Aires, un pincel y una paleta daban vida a un trabajo excepcional.
Apenas Maxi Bagnasco escuchó que Diego Armando Maradona había muerto, quedó pasmado y dentro de sí nació la necesidad de expresar sus sentimiento a través de la mejor forma que sabe hacerlo: la pintura. Es que el recuerdo de su niñez, del día que se acercó a Segurola y la Habana con un dibujo del por entonces jugador de Boca junto a sus hijas que le entregó en persona a Dalma, le vino de inmediato a la mente y por eso decidió publicar la imagen de su trabajo en las redes con una dedicatoria especial: “Te dibujé también el día que te fuiste”.
Lo que hasta ese momento el artista desconocía era que después de tocar ‘publicar’ en su celular, su obra se iba a viralizar de tal manera que su público, que ya lo había dejado de conocer como el caricaturista que supo ser en sus comienzos, ahora también dejaría de llamarlo ‘muralista’, porque su capacidad para dibujar al Pelusa iba a eclipsar toda su trayectoria. A las pocas horas lo contactó un canal de televisión y días más tarde un fanático le pidió que dibuje una imagen gigante de su ídolo en el patio de su casa.
Así, comenzaron a llover las propuestas: fue el artífice junto a Dreier (el artista con el que trabaja codo a codo) del mural en el santuario inaugurado en la cancha de Argentinos Juniors, lo contactaron de varios clubes para pintar el rostro de Diego y de repente el planeta conoció su nombre: “Tuvimos una repercusión mundial, porque estábamos haciendo después del fallecimiento, su santuario oficial acá y tuvimos entrevistas de la Rai, China, Venezuela… de todas partes del mundo. Vi mi nombre en noticias en portugués, italiano, en idiomas que ni imaginás”.
Maxi Bagnasco y Dreier, junto a algunas de su últimas obras (Matías Arbotto)
Mientras el teléfono no para de sonar y su presencia es solicitada en varias naciones europeas para extender su arte, Maxi Bagnasco se hizo un espacio para recibir a Infobae y adelantarle parte de lo que pronto será una exposición y subasta de cuadros realistas de Diego. Es por ese proyecto que al abrir la puerta de su taller aparecen contra las paredes Maradonas de todos los tiempos: gordo, flaco, con rulos, teñido, con la camiseta de la Selección, con la de Boca, joven, triste, grande, leyendo un libro, insultando… “A mí me gusta pintarlo en todas sus épocas, porque Diego es cada una de sus épocas y ver a este Diego rubio en Cuba… o a mí me fascinaron imágenes que vi que no son comunes para murales, que no vas a ver en la calle porque siempre ahí va a estar con la copa, sonriente, flaco, ganando… y no. Diego era también cuando salía de la cancha y tenia un tapado de piel y una copa de champagne o fumando un habano o bailando”.
Rodeado de aerosoles y cuadros, Maxi, de 39 años, charló con Infobae junto a su compañero, Dreier, (colombiano que se reconoce poco futbolero y que sigue sorprendido por la repercusión de los trabajos de Maradona) y contó cómo vive esta nueva etapa de su vida profesional en la que el mundo lo asocia con el ídolo argentino. Además reveló en qué se inspira para pintar al Diez y qué ejemplo sigue del protagonista de sus últimas pinturas.
-¿Cuándo arrancaste a pintar?
Desde chico, de toda la vida. Por suerte me incentivaron y a los 9 años hice por ejemplo mis primeras publicaciones en el diario de la zona del barrio, gané mis primeros concursos, así que ya desde muy chico me mandaron a cursos de dibujo y pintura. Yo decía que mi madre era mi representante, empezaba a vender todos mis trabajos y las cosas que hacía.
-Hoy en día hacés cuadros, murales, caricaturas. Hacés de todo, tenés un universo amplio.
Sí, la verdad es que me dedico desde muy chico. A los 17 años empecé a trabajar profesionalmente, pero yo obviamente soy dibujante. Arranqué haciendo caricaturas, después me metí un poco en lo que son las artes plásticas, hacía cuadros, hice ilustración para libros, trabajé haciendo dibujos animados, haciendo caricaturas en eventos en vivo, empecé a dar clases… después me puse a hacer murales y hay algunos que hoy en día me conocen como ‘muralista’, otros como ‘caricaturista’… yo digo que soy muy versátil.
-Y algunos te conocen por tus trabajos sobre Maradona. ¿Cuándo fue que arrancaste e hiciste tu primer cuadro sobre el Diego?
Yo creo que pasó desde el día que se fue Diego, el 25 (de noviembre). Desde ese día la gente me conoce por hacer retratos de Maradona. Porque falleció El Diego y creo que nadie se lo esperaba, nadie pensaba que se iba a ir y cuando vi la noticia, me llegó. Entonces fui a hacer unas cosas, volví y dije: ‘Lo voy a pintar’. Grabé el proceso de cómo lo pintaba, le puse una dedicatoria, ‘Chau Diego’ , y cuando lo publiqué puse: ‘Te dibujé también el día que te fuiste’. De inmediato lo empezaron retuitear, a repostear y al otro día ya me estaban llamando de un programa homenaje que querían un cuadro. Eso tuvo mucha repercusión, mucha gente vio el programa y quería el mismo cuadro, así que después me empezaron a llamar y a contactar para hacer otras cosas de Diego y fueron saliendo más todo el tiempo. Después con Dreier, el artista que me ayuda, hicimos el santuario de Maradona en Argentinos Juniors. Y ya venía hablando con el presidente de Argentinos, Malaspina, porque íbamos a hacer unas cosas, pero falleció Diego y me dijo: ‘Tenés que hacer la imagen del santuario de Maradona’. Así que hicimos esa imagen y tuvimos una repercusión mundial, porque estábamos haciendo después del fallecimiento, su santuario oficial acá y tuvimos entrevistas de la Rai, China, Venezuela… de todas partes del mundo. Vi mi nombre en noticias en portugués, italiano, en idiomas que ni imaginás.
-¿Te contactó gente de esos países para pedirte un cuadro o un mural?
Si, desde que fuimos haciendo imágenes de Diego, ahí te das cuenta lo que es Diego. No me había pasado con nadie que me hayan pedido pintar, con nadie iba a pasar que me lo pidan tantas veces. De repente en la calle que uno haga un mural y que lo tengan como una imagen sagrada, como un santuario. Lo que despertó él que te pidan de todo el mundo que lo vayas a pintar y además yo digo: ‘¡Qué suerte que soy argentino!’, porque que vaya un argentino a pintar a diferentes lugares a Maradona yo creo que también tiene algo fuerte.
Las imágenes que pinta parecen fotos y por eso es necesario acercarse para ver la realidad (Matias Arbotto)
-¿Y vos tomaste esta noción de lo que es Maradona con su muerte, con tu trabajo o vos ya te considerabas un maradoniano?
No soy muy futbolero, pero sí soy maradoniano. Siempre repito esto, yo pude vivir Italia 90, fue lo que pude vivir de Maradona. Lo que yo vi y lo que sigo viendo es la pasión. Es la misma pasión que yo trato de transmitir cuando pinto un cuadro, un mural o hago lo mío. Yo creo que es eso: poner pasión, preparar todo como para ir y meter un gol.
-¿Te llamó alguien de la familia Maradona, sabés si Dalma y a Giannina conocieron tus obras?
Sí, me han comentado que Giannina ha subido alguna historia de mi mural, no directamente conmigo pero sí de otras personas. Me dijeron que ella lo subió diciendo que era lo mejor que vio que hicieron de su padre. No lo vi, pero me lo han contado. En el santuario estuvo Jana y las hermanas de Diego y se acercaron a nosotros a saludarnos.
¿Te gustaría pintarles algo a ellas?
Mirá, cuando era chico hice un dibujo de Diego con sus hijas y fui a Segurola y La Habana y llevé ese dibujo. Justo salió Dalma y se lo di. Por esto me sorprendió la muerte del Diego. Así como me acerqué alguna vez a su casa para darle un dibujo, yo en algún momento decía que iba a conocerlo a Diego, que iba a hacer algo para conocerlo y darle mi arte. Hoy en día la gente se sorprende de que cómo Diego no conoció estas cosas que hago.
-¿Te hubiese agradado que Diego conociera tus obras?
A él lo pintaba todo el mundo, no se qué reacción hubiese tenido, pero sí me hubiese gustado estar cerca de Diego y darle algo.
Es necesario acercarse a las pinturas para darse cuenta que no son fotografías (Matías Arbotto)
-¿Hay un look o un momento que te haya gustado más que otro para dibujar?
Tantas veces pinté a Diego que imaginate que si yo lo hago en una época nada más… A mí me gusta pintarlo en todas sus épocas, porque Diego es cada una de sus épocas y ver a este Diego rubio en Cuba… o a mí me fascinaron imágenes que vi que no son comunes para murales, que no vas a ver en la calle porque siempre ahí va a estar con la copa, sonriente, flaco, ganando y no. Diego era también cuando salía de la cancha y tenía un tapado de piel y una copa de champagne o fumando un habano o bailando, siempre lo vas a ver agarrando a una chica para ponerse a bailar. Para mí, Diego era genial en todo lo que hacía. Yo a veces pienso… ¿cómo podés llevar esa vida que tenía Diego?. Bueno… hay que respetarle todo, su vida privada y lo que hizo en la cancha.
-¿Qué le dirías a Diego si se te aparece en un sueño mañana y tenés una charla con él?
Creo que apareció en varios de mis sueños, por estos de los sueños inconclusos que uno tiene, y se me apareció a veces. Y yo creo que siempre estaba queriendo darle algún cuadro o algo. A Diego no hay más que agradecerle, él nos representó y nos representa en el mundo. No hay figura más grande. Cuando nosotros viajamos al exterior, “Argentina-Maradona”. Que él haya salido de tan abajo y haya llegado a algo tan grande, como fue ser el mejor en los suyo de todos los tiempos en el deporte más popular del mundo. Es como… nada… llegó a ser grande de verdad.
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